En ese momento, Oliver se quedó inmóvil junto a la entrada, con una ceja ligeramente levantada, mientras sus ojos se movían entre los dos hombres sentados frente a él. El aire en la habitación se sentía más pesado de lo habitual, como si algo hubiera estado hirviendo a fuego lento durante un tiempo y ahora estuviera a punto de desbordarse. Inclinó ligeramente la cabeza, con confusión en su tono.
—Bien... esto es inesperado. ¿Por qué están ambos sentados aquí así? ¿Pasó algo? ¿O de repente estamos fingiendo que me importa la política de la sala de juntas?
Dejó escapar una risa a medias, tratando de aligerar la tensión, pero nadie se rió.
Williams lo miró con una sonrisa burlona y se reclinó cómodamente, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Siempre piensas que todo gira alrededor de los negocios, ¿no? ¿Qué hay de malo en que un padre y un hijo esperen a que su hijo menor llegue a casa por una vez, eh? Solo queremos hablar. Como familia. Actúas como si eso fuera ilegal.