CAPÍTULO 48

Esa respuesta hizo que las fosas nasales de Sir Víctor se dilataran ligeramente. Se reclinó lentamente en su silla, asintiendo como si se preparara para decir algo más serio.

—Bien entonces —dijo—. Ya que no puedes ayudar a tu hermano, entonces ayúdate a ti mismo. Esta tontería de la zona de amigos que estás jugando con Cora... tiene que parar. Claramente sientes algo por ella, pero finges que no. Así que, ¿por qué no vas por ella? ¿Hmm?

Se inclinó hacia adelante nuevamente, con voz baja y desafiante.

—¿Por qué no la traes tú mismo a esta familia?

Justo en ese momento, Williams —que acababa de regresar de servirse otra copa de vino— se atragantó al escuchar esas palabras. Una tos áspera escapó de su garganta, y casi derramó la bebida en su camisa.

El sonido resonó por toda la habitación.

Pero ni una sola persona lo miró.

La intensa mirada de Sir Víctor permaneció fija en Oliver, inmóvil, como si Williams ni siquiera existiera en ese momento.