En ese momento, Williams se levantó lentamente de su asiento. Su expresión había cambiado—menos arrogante ahora, más endurecida. Concentrada.
—Eso es exactamente lo que voy a hacer —dijo entre dientes, cada palabra cargada de peso—. Voy a luchar por ella como nunca antes. Ya verás.
Sin esperar la respuesta de su padre, Williams giró sobre sus talones y salió furioso de la habitación. La puerta se cerró tras él con un clic.
Una vez fuera, Williams sacó su teléfono, con la mandíbula tensa. No había margen para errores. Desplazó sus contactos y rápidamente tocó un nombre: Vicente.
La llamada se conectó después del primer tono.
—Jefe —llegó la voz desde el otro lado.
Williams no perdió tiempo.
—Mi hermano va a salir a una cita esta noche —dijo fríamente, caminando por el suelo de mármol—. Quiero que rastrees su coche. Necesito la ubicación exacta de adónde va. En el momento en que llegue allí, envíame las coordenadas.
Una breve pausa.