En ese momento, al escuchar lo que Cora acababa de decir, Oliver no pudo evitar reírse —no burlándose, sino más bien como alguien tomado por sorpresa ante una pregunta inesperada. Fue una risa ligera y corta, seguida de un movimiento de cabeza.
—¿Espera, qué? Cora, ¿qué estás diciendo ahora mismo? —la miró con media sonrisa y cejas fruncidas, divertido y confundido a la vez—. ¿Me estás preguntando si siento algo por Malisa? ¿Como, Malisa Malisa?
Cora levantó una ceja y se cruzó de brazos, claramente sin creer su reacción todavía.
Oliver se rio de nuevo, frotándose la nuca.
—Vamos, Cora. ¿Por qué lo haría? Apenas la conozco. Solo la he visto tres veces, y no es como si hubiéramos tenido conversaciones profundas ni nada. Así que no, no siento nada por ella. Eso simplemente no es cierto.
Pero Cora no cedió. Su mirada se mantuvo firme, con un brillo juguetón en sus ojos.