En ese momento Malisa abrió la puerta, y Cora la siguió hacia la sala de reuniones. No era un gran salón de conferencias, más bien una sala de juntas íntima con una larga mesa ovalada, aunque podía acomodar cómodamente a quince personas si todas las sillas estuvieran ocupadas. Aun así, incluso en un espacio modesto, la presencia de Malisa se asentaba en la cabecera de la mesa como una corona. Se comportaba con una autoridad tácita, y era evidente para cualquiera que entrara que ella dirigía esta sala.
La madera pulida brillaba bajo las suaves luces del techo, y un sutil aroma a café fresco permanecía en el aire.
Las paredes mostraban carteles enmarcados de películas taquilleras y dramas de alta audiencia, un eco del orgulloso historial de MK Entertainment. Cora examinó los títulos, notando cuántos de ellos protagonizaba Samuel Callum. La ironía no pasó desapercibida para ella.