James parpadeó. La arrogancia en su rostro vaciló, solo un instante. Pero Cora no había terminado.
—Estaba ciega. Tan ciega —murmuró, casi para sí misma, pero lo suficientemente alto para que él la escuchara—. Cegada por el amor. Por un estúpido afecto. Fuiste mi primer amor, James. Nos conocimos en la escuela. Creí en ti. Vi tu potencial, tu impulso, tu hambre. Pensé que significaba que te convertirías en un buen hombre. Un hombre con quien podría construir una vida.
Su voz se quebró ligeramente, pero sus ojos permanecieron secos y feroces.
—Pero ahora no eres más que basura. Una serpiente con traje. Un hombre que se alimenta de la traición y la manipulación. Y me avergüenzo... no porque te amé, sino porque no me alejé antes.
Al escuchar lo que Cora acababa de decir, James abrió la boca, probablemente para lanzar otro insulto, pero Cora levantó la mano.
—No. No he terminado.
Dio un paso adelante, sus tacones resonando contra el suelo, parándose justo frente a él.