En el hospital, en una sala especial...
Sentados en el sofá, Enrique y Margaret observaban a su hija con preocupación grabada profundamente en sus rostros.
—Lina, esa ama de llaves trabajó para Damien durante más de una década —comenzó Enrique, con voz tranquila pero firme—. Si no fuera leal, no habría durado tanto tiempo.
Margaret añadió suavemente:
—Sí, Lina. Incluso yo estoy empezando a dudar de la participación de Damien. Necesitas mantener distancia hasta que encontremos al verdadero cerebro detrás de todo esto.
Tomó la mano de Aveline con delicadeza.
—Sé que es difícil, cariño. Es tu esposo y te importa profundamente. Pero por ahora, dale tiempo. Si Damien es realmente inocente, entonces bien, ustedes dos habrán pasado la prueba de la vida.