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Si Chen An pudiera llevar a Su Meng y a la Hermana Juan, dos mujeres cuyas edades diferían en veinte años, a la cama juntas y luego disfrutar de un emocionante trío, sería una escena apasionante. El simple pensamiento de tener a dos mujeres igualmente seductoras bajo su control llenaba a Chen An de una sensación de satisfacción que nunca antes había experimentado.
Muy pronto, Chen An imaginó a dos mujeres sensuales frente a él, con sus redondos traseros levantados, girando en una espléndida exhibición invitándolo a entrar.
Por un lado, una viuda madura y encantadora; por el otro, una joven vibrante. El contraste entre las dos era verdaderamente espectacular, provocando que el cuerpo de Chen An, que no había descansado por mucho tiempo, reaccionara rápidamente, como si su sangre pareciera correr hacia su abdomen inferior una vez más.