Punto de vista de Alice
Alice estaba decidida a romper esa coraza que Dere tenía encima. No podía ser tan impenetrable. No podía ser de piedra.
Así que decidió subir el nivel del juego.
Cuando terminó la videollamada con sus amigas, agarró su toalla y pasó lentamente por al lado de Dere, dejando que unas gotas de agua cayeran sobre su camiseta.
—Ups… —susurró con una sonrisa fingida—. Perdón, guardaespaldas.
Dere ni se movió, pero Alice notó la manera en que sus puños se cerraron sutilmente.
Lo estaba afectando.
—Cuidado, princesa. No querrás provocarme demasiado.
Alice giró sobre sus talones, mordiéndose el labio con diversión.
—¿Y qué pasaría si lo hiciera?
Dere la miró con esa intensidad que la hacía arder por dentro.
—No quieres averiguarlo.
El aire entre ellos se volvió más espeso. Alice sintió cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. Por primera vez, sentía que había logrado sacarlo de su autocontrol.
Pero no le dio la satisfacción de ver que eso la afectaba.
—Lástima —dijo con una sonrisa desafiante—. Me gustan los retos.
Y con eso, se alejó hacia la casa, sintiendo su mirada clavada en su espalda.
Punto de vista de Dere
Maldita sea.
Alice era un problema.
Uno grande, tentador y jodidamente peligroso.
Desde que llegaron a la finca, no había dejado de provocarlo. Al principio eran comentarios inofensivos, miradas juguetonas… pero ahora estaba empujando los límites.
Y lo peor era que estaba funcionando.
Cuando pasó a su lado, dejando caer gotas de agua sobre su camiseta, Dere sintió su temperatura corporal subir. Su maldita piel dorada, su cabello mojado, esa forma de morderse el labio…
Cerró los ojos un segundo, intentando recordar por qué estaba ahí.
Para protegerla. No para caer en su juego.
Pero Alice estaba decidida a hacerlo difícil.
Y Dere no estaba seguro de cuánto más iba a aguantar.
Horas después: Una noche incendiaria
Alice estaba en la terraza después de la cena, bebiendo un cóctel que Teresa había preparado. Llevaba un short diminuto y una blusa de tirantes que dejaba mucho de su piel expuesta.
Dere estaba unos metros más allá, revisando su teléfono, como si no estuviera al tanto de su presencia.
Pero Alice sabía que sí.
Sonriendo con malicia, tomó su copa y se acercó a él con pasos lentos.
—¿Siempre eres así de aburrido?
Dere ni levantó la vista.
—¿Siempre eres así de fastidiosa?
Alice rió, inclinándose sobre la baranda de la terraza, dejando que su cabello cayera sobre un lado.
—Tal vez. Me gusta molestar a los tipos como tú.
Dere soltó un suspiro.
—¿Tipos como yo?
Alice se encogió de hombros.
—Sí. Serios, distantes, que se creen inmunes a todo.
Dere finalmente levantó la vista y la miró fijamente.
—¿Y eso qué tiene que ver contigo?
Alice se mordió el labio y le sostuvo la mirada.
—Nada. O todo.
Silencio.
Un silencio peligroso.
Alice sintió que su corazón se aceleraba cuando Dere se inclinó levemente hacia ella, con la mirada clavada en la suya.
—Sigues jugando con fuego, princesa.
Alice sonrió con desafío.
—Tal vez quiero quemarme.
Dere exhaló lentamente, con la mandíbula tensa.
—Cuidado con lo que deseas.
Alice sintió un escalofrío recorrer su espalda. Por primera vez, sintió que tal vez estaba perdiendo el control del juego.
Pero en lugar de retroceder, lo empujó más.
—O tal vez… —susurró—. Solo quiero ver cuánto más puedes aguantar antes de que te rompas.
El fuego en los ojos de Dere fue su única advertencia antes de que él diera un paso más cerca.
Alice sintió su aliento cálido contra su piel.
El aire entre ellos ardía.
Pero justo cuando pensó que finalmente iba a hacer algo, Dere se apartó de golpe, como si acabara de tocar una llama demasiado caliente.
—Buenas noches, Alice.
Y sin más, se fue.
Alice parpadeó, sintiendo un cosquilleo por todo el cuerpo.
Había estado tan cerca.
Pero esta vez, Dere había sido el que ganó.
Ella apretó la mandíbula.
No iba a dejarlo así.
Si él quería jugar con fuego… entonces que se preparara para arder.
Capítulo XXX: Límites peligrosos
Punto de vista de Alice
No iba a dejar que Dere ganara esta vez.
La forma en que se había alejado anoche, con esa mirada intensa pero negándose a ceder, solo la había hecho querer más.
Así que decidió subir el nivel.
Al día siguiente, después de desayunar, Alice se puso un vestido blanco corto, ajustado en la cintura, con la espalda descubierta. Parecía inocente, pero no lo era.
Salió al jardín donde Dere estaba revisando su teléfono, como siempre, con esa expresión de tipo duro que la sacaba de quicio… y la volvía loca al mismo tiempo.
—Hace un día perfecto para nadar —comentó, fingiendo que no le prestaba atención.
Dere ni se inmutó.
—Entonces nada.
Alice sonrió, divertida. Era tan predecible.
—Deberías venir conmigo.
—No.
Ella rodó los ojos.
—¿Siempre tienes que ser tan aburrido?
Dere finalmente levantó la vista y la miró de arriba abajo.
—¿Siempre tienes que ser tan insistente?
Alice se mordió el labio, fingiendo estar pensativa.
—Tal vez. Me gusta ver hasta dónde puedes aguantar.
El músculo en la mandíbula de Dere se tensó. Le había tocado un nervio.
—No juegues conmigo, Alice.
Ella sonrió, inclinándose un poco más hacia él.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo?
Dere exhaló lentamente, cerrando los ojos por un segundo. Estaba perdiendo la paciencia.
Alice adoraba eso.
—Haz lo que quieras —dijo él al final, volviendo a su teléfono.
Alice sonrió con satisfacción y se alejó hacia la piscina. Si él quería resistirse, allá él. Pero no iba a dejar que se saliera con la suya tan fácil.
Se quitó el vestido con movimientos lentos y provocativos, quedando en un bikini negro diminuto que resaltaba su piel dorada.
Sabía que Dere la estaba mirando, aunque fingiera que no.
Y para asegurarse de que lo notara, caminó hasta el borde de la piscina, estiró los brazos con gracia… y se lanzó al agua.
Punto de vista de Dere
Alice lo estaba tentando.
Cada vez más.
Y lo peor era que él estaba empezando a ceder.
La forma en que lo provocaba, la manera en que lo miraba, incluso el tono con el que le hablaba… lo estaba desquiciando.
Cuando se quitó el vestido y entró a la piscina, Dere se dijo a sí mismo que no iba a reaccionar.
Pero entonces ella salió del agua, con gotas deslizándose por su piel, su cabello mojado cayendo por su espalda… y Dere sintió cómo su autocontrol se desmoronaba poco a poco.
Maldita sea.
Alice nadó hasta el borde y lo miró con esa sonrisa que significaba problemas.
—¿Seguro que no quieres entrar?
Dere apretó los dientes.
—Alice…
Ella inclinó la cabeza.
—¿Sí?
Silencio.
Un silencio peligroso.
Dere sintió que su paciencia se evaporaba.
Se levantó lentamente de su asiento, caminó hasta donde ella estaba y se inclinó sobre la baranda de la piscina.
—¿Te gusta jugar conmigo, princesa?
Alice sonrió, encantada con su reacción.
—Me encanta.
Dere sostuvo su mirada por un largo momento, antes de sonreír de lado.
—Bien.
Y antes de que Alice pudiera procesarlo, él se quitó la camiseta y se lanzó al agua con ella.
Alice se quedó paralizada por un segundo. No esperaba que él contraatacara.
Pero ahí estaba. Dere, con el agua goteando por su torso tatuado, acercándose peligrosamente.
—¿Sigues creyendo que no puedo jugar tu juego? —murmuró él.
Alice tragó saliva, sintiendo su cuerpo arder.
No.
Ahora él estaba jugando también.
Y eso lo hacía mucho más peligroso.