El Mundo de los Ecos
En un mundo donde todo parecía perdido, el miedo y la desesperanza reinaban entre la gente. No había héroes. No había salvadores. Sólo caos y ruinas.
Pero entonces aparecieron los Ecos.
Personas con habilidades únicas, improbables, milagrosas… y también terribles.
Los Ecos no elegían nacer con sus dones: cada uno surgía con una probabilidad de una entre un millón. Y aunque sus poderes los volvían especiales, no todos eran iguales. Algunos eran tan débiles que apenas podían mover una piedra con su mente. Otros… otros podían destruir una ciudad entera con sólo un susurro.
Pronto, la humanidad los temió tanto como los necesitó.
Para mantener el orden, se crearon cinco categorías:
Blunbers (Categoría 1): los más débiles, apenas un susurro en el viento.
Panlers (Categoría 2): ligeramente útiles, pero todavía comunes.
Ciones (Categoría 3): reconocidos, respetados, ya con fuerza notable.
Importers (Categoría 4): pilares del orden, responsables de mantener la paz.
Ecos del Caos (Categoría 5): los más raros, peligrosos y temidos. Capaces de borrar medio país con un solo ataque.
En ese mundo desigual, había una niña albina llamada Yuki.
Ella no nació con una vida normal ni fácil. En su clan, siempre estuvo a la sombra de su hermana mayor, Azarack. Todos decían que era débil, que no valía nada. Que su existencia era sólo un error. Azarack era la favorita: fuerte, bella, la heredera del liderazgo del clan.
Pero Yuki no soportaba vivir en esa sombra.
Cuando cumplió 10 años, enfrentó al líder del clan, con sus ojos plateados brillando de determinación:
— Se supone que yo debía ser la heredera… ¿por qué se lo dieron a mi hermana? No le tengo rencor a ella, pero yo puedo ser igual de fuerte. Yo merezco ese lugar.
El líder del clan sólo se rió. Una carcajada seca, cruel, que retumbó en toda la sala.
— Tú… ni siquiera eres un verdadero Eco. Sólo un lastre. No tienes nada que ofrecer.
Las palabras le dolieron… pero no tanto como la decisión que tomó en ese momento.
— Entonces me iré. Renuncio a este clan. No pertenezco aquí.
Yuki salió, sin mirar atrás, ignorando las lágrimas silenciosas de Azarack, que había escuchado todo desde las sombras.
Aquel día, la única que la recibió con los brazos abiertos fue su abuela.
Una mujer extraña… que aparentaba unos veinticuatro años, pero cuyo verdadero rostro ocultaba más de 70,557 años de historia.
Una leyenda viviente.
Una Eco inmortal, capaz de partir el mundo en dos si lo deseaba.
Ella se convirtió en su maestra, su cuidadora, su única familia.
La llevó a un lugar desconocido, apartado del mundo.
Yuki entrenó con ella día y noche, aprendiendo no sólo a despertar sus poderes telequinéticos, sino también a endurecer su cuerpo y su espíritu.
Pero, incluso después de cinco años, Yuki sabía una verdad inquietante: su abuela aún guardaba demasiados secretos.
En sus ojos inmortales siempre había un destello de algo que Yuki no lograba descifrar.
Algo que todavía no estaba lista para aprender.
Algo… que tarde o temprano tendría que enfrentar.
Ahora, a sus 15 años, la chica albina de mirada seria y fría se preparaba para dar el siguiente paso.
La abuela había decidido enviarla a la Asociación de Ecos, para que descubriera por sí misma qué tipo de mundo la esperaba allá afuera.
Mientras recogía sus pocas pertenencias y ajustaba la coleta blanca de su cabello, Yuki miró el horizonte una última vez.
El viento helado le revolvió el cabello y, por primera vez, esbozó una leve sonrisa.
— No importa lo que digan… demostraré que no soy débil.
Y, aunque no lo sabía, esa decisión sería apenas el inicio del destino que el caos ya le había preparado.