La niebla matutina persistía sobre los árboles, la hierba húmeda bajo los pies de Jean mientras salía de la cueva. Sus ojos estaban hundidos por otra noche sin descanso, sus extremidades pesadas por días de supervivencia, pero su corazón... su corazón latía más fuerte que nunca.
Fue entonces cuando lo escuchó.
El ritmo profundo y sordo de las aspas cortando el aire.
Jean se quedó inmóvil.
Un instante después, Logan salió junto a ella, conteniendo la respiración.
—Eso es... eso es un helicóptero —dijo, con voz apenas por encima de un susurro, temiendo que el sonido pudiera desaparecer si lo reconocía demasiado pronto.
Se miraron con los ojos muy abiertos, sin creerlo ni por un seg... y corrieron.
Las ramas arañaban su piel. El suelo del bosque casi tragaba sus tobillos con cada paso torpe. Pero no se detuvieron. Esta vez no.
Irrumpieron en la playa, con los pulmones ardiendo, los corazones latiendo con fuerza.