El Dolor Enterrado

Las lágrimas llenaron sus ojos, ardiendo calientes.

—No sé cómo creer eso —confesó, con la voz quebrada—. Quiero hacerlo... pero estoy tan cansada de que me demuestren lo contrario.

Logan alcanzó su mano, lentamente, dándole cada segundo para apartarse.

Ella no lo hizo.

Él sostuvo sus dedos temblorosos, los presionó contra sus labios.

—Entonces déjame demostrarte lo contrario por una vez —susurró—. Déjame ser lo único de lo que no tengas que huir.

Y en ese momento, con todas las cicatrices no pronunciadas entre ellos, Jean no dijo una palabra. Solo apretó su mano con más fuerza... como si fuera lo único que la anclaba a un mundo que todavía tenía la oportunidad de sentirse seguro.

La habitación estaba tenue, el suave zumbido de las máquinas era el único sonido entre ellos. Logan todavía sostenía su mano... más cálida ahora, aunque temblorosa... y Jean aún no lo había soltado.