La entrada crujió bajo los neumáticos mientras el coche de Henry se detenía suavemente. La finca Adams, la casa del padre de Emma, se alzaba silenciosa bajo la luz de la luna... majestuosa, de viejo dinero e intimidante.
Emma bostezó cubriéndose con la mano mientras el motor se apagaba.
—Uf... olvidé lo agotador que es aparentar ser rica y viajar.
Henry se rio, saliendo del coche para abrirle la puerta como un caballero.
—Cuidado, tu amigo «plebeyo» podría pensar que ahora estás fuera de su alcance.
Emma arqueó una ceja mientras salía, alisándose el abrigo.
—¿Plebeyo? Esa es una palabra fuerte, Sr. Mason.
Él se encogió de hombros, apoyándose casualmente contra la puerta abierta.
—Bueno, tú eres una heredera Adams. Y yo soy un asistente glorificado con un jefe enfadado.
Emma inclinó la cabeza, con una sonrisa burlona tirando de sus labios.
—¿Es esto tu forma de ponerte dramático para ganar puntos?