Dia 8: Y ese viejo?

Así pasaron cuatro días.Cuatro días donde el miedo dormía en el mismo colchón que ellos.El terror se metía bajo las uñas y dejaba rastros en las paredes.Cuatro días de humo y silencio.De cigarros mal encendidos y miradas perdidas.Ya ni siquiera querían sentarse bajo el viejo árbol frente al gimnasio. El mismo árbol donde solían bromear y reír. Ahora parecía más una tumba abierta que un refugio.

J escribía más. Francis hablaba menos. Carla dormía con un cuchillo debajo de la almohada. Roy caminaba con los audífonos puestos todo el tiempo, aunque no escuchaba música.

Fue entonces cuando Roy lo dijo.

—Hay alguien que podría ayudarnos.

—¿Qué? ¿El presidente? —ironizó Danny sin siquiera levantar la mirada.

—No. El viejo Dans.

J levantó una ceja. Francis también lo miró.El nombre les sonaba. El rostro, no tanto. Pero todos sabían de quién hablaba.

El señor Dans era una especie de mito del vecindario: vivía solo en la última casa antes del límite del bosque, una cabaña con alambre de púas, ventanas cerradas y una bandera vieja que colgaba como si el tiempo no pasara.Exmilitar de la Segunda Guerra Mundial, decía la historia.Loco, decía el resto.Dicen que tenía armas. Que una vez espantó a un ladrón disparando desde su ventana. Que había enterrado cosas en el patio.

—¿Y por qué no fuimos antes? —preguntó Carla.

—Porque también dicen que odia a los adolescentes —dijo Roy encogiéndose de hombros—. Pero si alguien tiene con qué defenderse de... eso, es él.

Francis lo pensó.No era una idea brillante.Pero era la primera que sonaba real en días.

—¿Vamos esta noche? —preguntó.

—¿A qué hora? —preguntó J, como si ya supiera que la respuesta era sí.

—Después de las nueve. Cuando todo esté más callado. Y llevamos los clips de video. Que vea lo que vimos.

Danny soltó un suspiro largo.

—Si ese viejo nos dispara, al menos será una muerte rápida.

Francis apenas sonrió. Era lo más cercano a un chiste que habían tenido en casi una semana.