La casa del viejo Adams no parecía una casa.Parecía un búnker olvidado por la guerra.
La verja de alambre estaba cubierta de musgo. Un letrero oxidado decía “PROPIEDAD PRIVADA” con letras rojas casi borradas. No había timbre, solo una campana de hierro colgada de una cuerda ennegrecida.
J fue el primero en acercarse.Tocó la campana. Solo una vez.
Pasaron siete segundos hasta que la puerta de madera chirrió y se abrió lo justo para mostrar medio rostro: piel ajada, barba blanca desordenada, un solo ojo despierto.
—Cinco segundos para convencerme de que no los dispare —dijo con voz grave.
—Tenemos algo que necesita ver —dijo J, sin dudar—. Sobre algo que está ocurriendo en West Hollow. Algo real.
El viejo los dejó pasar sin más palabra.
El interior olía a madera vieja, aceite, y pólvora.Las ventanas estaban selladas con planchas metálicas.Las paredes cubiertas con mapas, fotos, latas de conserva y recortes de periódico clavados con chinches.
Sentados en una mesa raída, conectaron el celular a una vieja TV portátil. Reprodujeron el video: el clip en el que se veía algo —una sombra— moviéndose de forma imposible en el fondo del patio de Francis. Luego, el ataque al zorrillo. Luego… nada más. Solo oscuridad.
Adams no pestañeó.
—¿Dónde fue esto?
—A unas cuadras de aquí. Dos noches atrás.
Silencio.
—Pensé que este pueblo se iba a morir de aburrimiento —murmuró Adams—. Pero si esto es real... entonces Pskov tenía razón.
—¿Pskov? —preguntó Francis.
El viejo se levantó. Abrió una vieja caja metálica llena de papeles, entre ellos un cuaderno con la palabra “CONFIDENCIAL” en la tapa.
—En el ‘89 participé en una operación conjunta. Zona de cuarentena, sin bandera. Nos mandaron a evacuar un complejo subterráneo al norte del paralelo 61. Se suponía que era una instalación médica. Pero cuando llegamos… encontramos jaulas. Equipos de neuroimagen. Y una cosa.
Francis tragó saliva.
—¿Una cosa?
—No nos dejaron acercarnos. Solo vimos una sombra detrás del vidrio. Algo moviéndose. Algo que no respiraba normal. El sitio se llamaba Pskov-3. Desde entonces, todo el que preguntaba más de lo necesario desaparecía. Yo aprendí a callar.
—¿Y qué tiene eso que ver con esto? —preguntó Danny.
Adams volvió a ver el video. Rew, play. Rew, play.Apagó la TV.
—Eso que vieron ustedes… se mueve igual que lo que estaba allá. Las grabaciones que tenemos del incidente de descompresión son idénticas. Espalda arqueada. Extremidades dislocadas. Silencio absoluto.
Roy retrocedió un paso.
—¿Está diciendo que alguien creó eso?
—Estoy diciendo que alguien soltó eso. Tal vez no aquí. Tal vez no ahora. Pero lo que sea que escapó… llegó. Y si está cazando en zonas abiertas, significa que ya no le importa ser visto.
—¿Entonces nos va a ayudar? —preguntó J.
El viejo abrió un armario. Sacó una escopeta recortada, dos linternas militares y una caja de herramientas.
—No tengo intención de salvar el mundo. Pero si lo que ustedes vieron aparece otra vez en mi bosque… quiero estar listo.
Francis sintió un escalofrío.No por las palabras del viejo.Sino porque, por primera vez, alguien más también creía.