Dia 10: La base

La casa del viejo Adams se convirtió rápido en algo más que un refugio. Era ahora su base.

Nadie habló mucho del futuro. Nadie mencionó planes largos. Solo sabían que debían estar listos.

Los días pasaban, pero la realidad afuera empeoraba. Personas desaparecían en las calles, en los pueblos cercanos. Los noticieros hablaban, sí, pero todo parecía… cuidadosamente editado. "Operativo en curso”, decían. "Control de brotes”, aseguraban. Pero la verdad estaba más cerca de un encubrimiento silencioso.

Una noche, mientras instalaban más cámaras alrededor de la propiedad, Adams habló.

—Los gobiernos ya nos aislaron —dijo con voz seca—. Ya nos dieron por perdidos.

J frunció el ceño.

—¿Qué quiere decir?

—Que esta no es la primera vez que ocurre algo así —continuó Adams—. Hay protocolos. Lo llaman “contención por defecto”. Cuando un problema es demasiado grande, no luchan para salvar a todos… solo cortan el dedo infectado para salvar la mano. Nos olvidan. Nosotros somos el dedo.

El silencio se apoderó del lugar.

—Yo vi algo parecido —agregó—. Antes, en una misión. Cuando las órdenes llegaron, no importó quien quedara atrás. Solo el control de los números.

Roy apretó los dientes.

—¿Y nosotros qué somos entonces? ¿Prescindibles?

—Solo una estadística —admitió Adams—. Pero eso no significa que tengamos que irnos sin pelear.

Los chicos empezaron a transformar la vieja casa. Francis, para sorpresa de todos —y sobre todo de él mismo—, descubrió que tenía un talento natural para la tecnología. Instaló cámaras, sensores, hasta un sistema rudimentario de vigilancia conectado a sus teléfonos.

—Nunca pensé que entendería esto —dijo una vez a J—. Pero es como si… algo en mi cabeza simplemente encajara.

Los días sin escuela se hicieron semanas.Los profesores no aparecían, el director desapareció, y pronto, también las familias de muchos compañeros se esfumaron sin explicación.

La abuela de J fue una de esas desaparecidas. El silencio en la casa de J era ahora más pesado que nunca.

J sufrió mucho con eso. Sabía qué había pasado, pero el dolor se quedó en silencio, enterrado bajo la necesidad urgente de sobrevivir.

—No podemos pensar en lo que dejamos atrás —dijo una noche, mientras todos revisaban las cámaras—. Esto no es cuestión de tiempo. Esto es una burbuja a punto de estallar en caos.

Ya no eran casos aislados. Ya no solo ellos estaban preparándose.

Lo que fuera que estaba allá afuera, había empezado a cambiarlo todo.

Y ellos estaban en la línea de fuego.