Turno de Noche

🧭 Rutina y Orden

El almacén olía a harina vieja, madera húmeda y a la tranquilidad que sólo el polvo podía garantizar.

Kai llegaba quince minutos antes, como siempre. Aunque nadie se lo exigía, lo hacía por respeto a sí mismo. Acomodaba cada caja de productos en orden preciso: primero las pesadas, luego las frágiles, después las etiquetadas por fecha. Su método no figuraba en ningún manual, pero para él era casi un arte marcial.

Había algo sagrado en esa repetición.

La disciplina calmaba la tormenta interna que cargaba desde niño. Su pasión por las artes marciales no era sólo deportiva; era su manera de existir. Todo en él tenía estructura: desde sus horarios hasta la forma en que doblaba sus camisetas.

Tenía 19 años y ya sentía que la vida era más manejable cuando se podía clasificar en estantes.

El jefe del almacén apenas hablaba con él. Los demás empleados pensaban que era raro.

A Kai no le molestaba. Lo que necesitaba ya lo tenía: trabajo, entrenamiento y su perro llamado Tobiko, un akita que lo esperaba cada noche con una mirada serena.

Todo cambió a las 21:47.

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💄 Entrada en Caos

Tacones. Perfume.

No pertenecían a ese lugar. La mujer que cruzó la puerta parecía sacada de otro universo. Camisa blanca ajustada, chaqueta con bordes dorados, mirada firme y labios rojos que parecían tener siempre la última palabra.

—¿Sos Kai, no? —preguntó sin rodeos.

Kai levantó la vista, confundido. No la había visto jamás, y sin embargo ella sabía su nombre.

—¿Y vos quién sos?

—Tu problema número uno —respondió, dejando una caja de vino importado sobre el mostrador—. Mi nombre es Valentina. Pero podés llamarme “la chica que te va a complicar la vida”.

Kai frunció el ceño. Detalló el tatuaje en su muñeca: una serpiente mordiendo su propia cola. Símbolo de la familia Ouro.

Mafia.

Problemas.

—No me interesa nada que venga de tu mundo —dijo él, seco—. Acá sólo trabajo.

Valentina sonrió, como si le hubieran dicho un chiste flojo. Bajó la voz.

—No vine a buscarte para negocio sucio. Vine porque me están siguiendo.

Y vos... sos el único que puede pelear.

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🚪 La Sombra que Acecha

Kai pensó en su entrenamiento. En los años practicando kárate y jiu-jitsu. En las veces que imaginó usarlo fuera del dojo y descartó esa posibilidad por innecesaria.

La puerta vibró.

Sombras cruzaron el vidrio. Dos figuras. Altos. Lentos. No eran repartidores.

Valentina dio un paso atrás. Kai la miró: respiraba rápido pero sus ojos no titubeaban.

—Tenés cinco segundos para explicar qué está pasando.

—Después de que les rompas la cara, te cuento todo —dijo ella, con media sonrisa.

Kai chasqueó la lengua. No era su problema. No debía involucrarse.

Pero algo en su sangre se movió.

Tal vez ese era su destino golpeando la puerta.

Literalmente.

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🥋 Golpes y Ruido

Los dos hombres entraron sin saludar. Uno con gorra baja, el otro con chaqueta negra.

Se detuvieron al ver a Kai. Lo midieron.

—La chica —dijo el de la chaqueta—. Está con vos, ¿no?

—No —respondió Kai—. Pero tampoco está con ustedes.

El de la gorra avanzó. Puño cerrado. Intención clara.

Kai bloqueó el golpe con el antebrazo y contraatacó con una patada giratoria que lo hizo caer entre los estantes de cereales. El otro gritó y sacó una navaja.

Kai se agachó, giró, atrapó el brazo y usó la fuerza del atacante para lanzarlo contra una pila de bolsas de arroz. El filo cayó al piso. Silencio. Jadeos.

Valentina no se movió. Observaba con algo más que sorpresa: admiración.

—Y decís que no querés problemas...

Kai se giró hacia ella, ignorando los cuerpos que empezaban a incorporarse.

—Esto fue un accidente. No contés conmigo la próxima vez.

—Lástima. Porque va a haber próxima vez —dijo ella, mientras se acomodaba el cabello.

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🤕 Entre Vino y Sangre

El almacén quedó en caos.

Botellas rotas, arroz desparramado, una caja de latas aplastada por una cabeza.

Kai tomó aire. No tenía miedo. Pero sí fastidio.

Valentina se acercó, sacó un pañuelo y limpió una pequeña mancha de sangre en su mejilla.

—Sos bueno. Muy bueno. ¿Siempre peleás así por gente que te cae mal?

—No peleé por vos. Peleé porque estoy cansado de que la gente piense que puede hacer lo que quiera.

—Qué filosófico —dijo ella—. Mi viejo dice que los que piensan así terminan en nuestra mesa de negociación... o bajo ella.

Kai la miró.

—No voy a trabajar para vos. Ni para tu familia.

—No hace falta que lo hagas. Pero como te metiste, van a venir por vos igual.

Y si eso pasa... prefiero tenerte cerca.

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🐾 Gatos, Perros y Dilemas

La noche siguió. Kai intentó ordenar lo que podía. Los dos atacantes ya no estaban.

Valentina se sentó sobre una caja y empezó a hacerle preguntas.

—¿Tenés novia?

—No.

—¿Mascota?

—Un perro. Tobiko. Akita.

—¿Gatos?

—Alérgico.

—Excelente. Mi gato Sake sabrá mantenerse lejos entonces.

Kai se congeló.

—¿Tenés un gato?

—Sí. Y viene conmigo a todas partes. Espero que no te moleste.

—Me da fiebre, me pica la cara, me lloran los ojos. Sí, me molesta.

Valentina soltó una carcajada sincera.

—Perfecto. Ya hay conflicto. Eso hace todo más interesante.

Kai suspiró. Su noche de paz estaba muerta.

Pero algo en su pecho —y en su mirada— empezaba a aceptar que esa chica no se iría pronto.

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🔚 Final del Turno

La policía no llegó. Nadie llamó. Kai limpió lo que pudo.

Valentina se ofreció a “vigilar desde su auto” hasta que terminara.

Él salió del almacén a las 23:13.

Ella estaba en el coche. Gato en el regazo. Música suave. Una sonrisa.

—¿Te dejo en casa?

—No confío en vos.

—No hace falta. Yo ya confié en vos primero.

Kai miró al cielo.

Esa noche tenía más estrellas que de costumbre.

Subió al auto.

Así comenzó el primer capítulo de algo que no era un romance ni una pelea: era una historia inevitable.