Desayuno con Sake

🥣 Café, caos y pelusas

Kai no desayunaba con compañía.

Nunca lo había hecho. Ni siquiera con Tobiko, que normalmente lo miraba mientras él tomaba té verde y revisaba sus rutinas del día.

Esa mañana, el café no tenía sabor. La cocina olía a gato, y el gato lo miraba desde la repisa con ojos de emperador egipcio.

—Ese es Sake —dijo Valentina, sentada sobre la encimera—. No lo toques. Odia que lo subestimen.

Kai estornudó. Por tercera vez. Se frotó la nariz y tragó una cápsula antialérgica.

—¿Por qué estás en mi casa?

—Te salvé anoche. Lo mínimo que podés hacer es alimentarme.

—Me metiste en una pelea con dos matones. Y trajiste un gato.

—Sake no es “un gato”. Es mi guardaespaldas peludo. Y vos... sos parte del paquete ahora.

Kai suspiró.

Sabía que discutir con ella era como pelear con niebla: cansador y completamente inútil.

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📁 Archivos y revelaciones

Mientras Sake dormía sobre su mochila de entrenamiento, Valentina abrió su laptop, sacó un pendrive dorado con forma de daga y lo conectó. En la pantalla aparecieron documentos con sellos familiares, esquemas y una lista de nombres tachados.

—Esta es la lista de personas que están detrás de mi familia —dijo—. Algunos nos odian por negocios. Otros porque creen que la mafia no debería existir.

Kai observó los nombres. Un par le sonaban.

—¿Y yo qué tengo que ver?

—Uno de ellos cree que sos parte de nuestra defensa personal. Te vieron anoche. Y ahora pensás que podés volver a tu vida de almacén como si nada.

Kai se quedó en silencio. La pantalla mostraba una foto suya, tomada desde el coche.

Valentina levantó las cejas.

—Estás en el sistema. Bienvenido al infierno elegante.

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🧥 Un nuevo enemigo

A las 11:30, alguien golpeó la puerta.

Kai se tensó. Valentina sacó una pistola pequeña de su bolso y le hizo seña de quedarse atrás. Sake desapareció detrás del sofá.

—¿Esperás a alguien? —susurró ella.

—Solo al repartidor de comida para Tobiko.

Pero no era el repartidor.

El hombre frente a la puerta vestía traje beige, gafas oscuras y un anillo con el símbolo de una cadena rota.

La familia Daire.

—Vinieron rápido —dijo Valentina, mientras cargaba el arma—. El problema es más grande de lo que pensaba.

Kai abrió apenas la puerta.

—¿Qué quieren?

—Un nombre —dijo el hombre—. El nombre de quien pelea como Kai, pero niega ser parte de la familia Ouro.

Kai no respondió. El hombre sonrió.

—Lo encontraremos. Aunque tengamos que romper más que cajas de arroz.

Y se fue.

Valentina se dejó caer en el sillón, exhalando.

—Tenés que entrenar más fuerte. La próxima vez no van a esperar afuera.

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🥋 El dojo secreto

Valentina llevó a Kai a un lugar abandonado, detrás de una fábrica de textiles.

La entrada era una puerta de metal oxidada. Dentro, el aire olía a sudor viejo, a madera y a desafíos que aún no habían sido enfrentados.

—Este es nuestro dojo —dijo ella—. Se entrena a los que saben pelear... pero no saben sobrevivir.

Kai miró los muros. Fotos en blanco y negro de luchadores, armas colgadas con nombres en kanji, y un tatami que parecía haber visto guerras.

En el centro, un anciano con coleta, sentado sobre un cojín.

—Él es Maestro Yun —dijo Valentina—. Fue mi tutor. Ahora lo será tu inquisidor.

Kai se inclinó. Yun lo observó como si pesara su alma.

—¿Tenés miedo de convertirte en algo que no querés ser? —preguntó el maestro.

—Sí —respondió Kai.

—Entonces ya sos parte.

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🔥 Combate con propósito

El entrenamiento fue brutal.

Kai peleó contra dos alumnos vestidos de negro.

Patadas, bloqueos, caídas. Cada movimiento era evaluado. Cada error, corregido con un golpe verbal del maestro.

Valentina observaba, con expresión difícil de descifrar.

Después de una hora, Kai se desplomó sobre el tatami, sudando y con un corte en el labio.

—Sos bueno —dijo Yun—. Pero no peleás con propósito.

Kai se levantó.

—No tengo uno.

—Lo vas a encontrar —dijo Valentina—. Porque si no, lo van a imponer por vos.

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🕊️ De vuelta al caos

Al regresar a su casa, Tobiko lo recibió con un ladrido suave y una lamida en la mano. Sake estaba sobre su almohada.

Kai estornudó.

—Estoy empezando a odiar al gato —dijo.

Valentina soltó una carcajada.

—Y sin embargo, lo dejás dormir en tu cama.

—Porque se metió ahí sin permiso.

—Como yo en tu vida.

Kai la miró. Había algo en sus ojos. No era la mafia. No era el peligro.

Era la soledad.

—¿Por qué me elegiste?

Valentina bajó la mirada.

—Porque vos tenés algo que todos los de mi mundo perdieron: principios. Y quiero ver si resisten el fuego.

Kai no respondió. Pero esa noche, no durmió.

Se quedó entrenando.

En silencio.

Con Sake sobre el estante más alto.

Y Tobiko mirando desde la puerta.