El lazo y la cicatriz

🕰️ La rutina rota

Kai intentó volver al almacén al día siguiente.

Su jefe lo recibió con cara larga y una carta de despido.

—No quiero quilombos con mafias. Vos sos buen pibe, pero trajiste problemas —dijo, sin mirar a los ojos.

Kai no protestó. Agarró su mochila.

La rutina, la paz, los días simples con Tobiko habían sido oficialmente asesinados.

Valentina lo esperaba en la entrada, apoyada contra su auto rojo como si el mundo fuera suyo.

—¿Cómo te fue?

Kai no respondió.

Ella se subió al coche y le abrió la puerta del acompañante.

—Subí. No tenemos tiempo para dramas. Hoy vas a conocer a alguien que puede destruirte si no le caés bien.

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🐍 El tío de la serpiente

Lo llevó a una mansión oculta entre callejones y muros con cámaras.

Dentro, el aire olía a incienso, cuero, y poder.

Un hombre esperaba sobre un sillón con respaldo dorado.

Cincuenta años. Traje blanco. Bastón tallado con el símbolo de Ouroboros.

—Kai... —dijo, como si probara el nombre en su lengua—. El chico de la patada giratoria.

Kai se mantuvo recto. El hombre lo observó como quien evalúa un arma.

—Soy Édgar Ouro, el tío de Valentina. El que maneja las cosas que no se ven.

Valentina miró a otro lado. Kai notó la tensión.

—Mi sobrina cree que aún tiene elección. Vos también. Pero no. Nadie tiene elección cuando se involucra con nosotros.

Kai apretó el puño.

—Yo peleo. No pertenezco.

—Eso dicen todos antes de poner un traje con nuestro emblema —sonrió Édgar—. Pero vos... sos interesante. Tenés fuego. Tal vez demasiado.

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🦅 La Casa Fiero

Édgar le mostró una imagen.

Una marca en forma de garra.

—Esta es la familia Fiero. No hacen preguntas. Sólo queman lo que se cruza en su camino.

—¿Y qué tienen que ver conmigo?

—Uno de sus jóvenes se cruzó con Valentina en una pelea callejera. Lo dejó marcado. Literalmente.

Ahora exigen respuesta. Y vos estás en la lista de “aliados visibles”.

Kai miró la foto del enemigo. Joven, cabello plateado, tatuaje sobre el ojo.

Nombre: Ryo Fiero.

—¿Qué querés que haga?

—Entrená. Preparate. Porque él va a venir.

Y no va a buscar conversación.

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🏋️ Rituales de guerra

El dojo clandestino estaba en silencio. Yun lo esperaba con vendas y una espada de práctica.

—Hoy no vas a pelear. Hoy vas a resistir.

Kai entrenó durante tres horas. Brazos en alto. Golpes recibidos. Equilibrio sobre superficies inestables.

Valentina observaba. Pero no decía nada.

Al final, Kai colapsó. Yun lo curó en silencio.

—Tu cuerpo aguanta. ¿Y tu mente?

—Mi mente quiere volver al almacén.

—Entonces entrená hasta que el recuerdo de ese almacén te duela menos que los golpes.

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🐾 Grieta emocional

Esa noche, Tobiko se sentó junto a Kai, mientras este se ponía hielo en el hombro.

Valentina entró sin tocar la puerta.

—El enfrentamiento es en tres días. Lugar: galpón de los muelles. Regla: sin armas.

Solo fuego.

Kai no respondió.

Ella se acercó.

—¿Estás enojado conmigo?

Kai la miró.

—Estoy enojado con el mundo. Con vos. Con Édgar. Con Sake. Con el hecho de que perdí todo por algo que no elegí.

Valentina bajó la mirada.

Sake maulló desde la mochila. Tobiko ladró.

Por primera vez, ambos animales se miraron sin atacar.

—Yo tampoco elegí esto —susurró ella—. Pero si me rindo, se derrumba todo lo que traté de proteger. Y vos... vos sos mi único equilibrio.

Kai no dijo nada.

Pero no volvió a dormir esa noche.

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💥 Día del duelo

El galpón estaba lleno de luces tenues.

Ryo Fiero llegó con dos escoltas. Kai lo esperaba en el centro, vendado, con sus zapatillas de entrenamiento y mirada de piedra.

—Vos sos el que protege a la princesa mafiosa —dijo Ryo—. ¿Qué se siente estar tan lejos del orden?

Kai respondió con una patada.

La pelea comenzó.

Golpes rápidos. Técnicas distintas. Ryo peleaba como una bestia.

Kai como un estratega.

Pero Ryo tenía algo más.

Rabia pura.

Lo lanzó contra los contenedores. Kai sangró.

Valentina gritó algo, pero Kai no escuchó.

Se levantó. Usó una técnica mixta: jiu-jitsu con torsión de muñeca.

Ryo cayó.

Kai dejó que respirara. No lo terminó.

Ryo lo miró con odio... pero también respeto.

—Esto no ha terminado.

Y se fue.

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🌙 La cicatriz que queda

Kai volvió con Valentina.

Tobiko se subió a sus piernas. Sake lo observó desde la ventana.

Valentina se acercó.

—Hoy no ganaste. Pero tampoco perdiste.

Kai asintió.

—Hoy entendí que el orden no siempre protege.

Y que a veces, hay que pelear por lo que no elegís.

Valentina sonrió.

—Y mañana, toca pelear por lo que sí.

Kai cerró los ojos.

Ya no era sólo Kai del almacén.

Era Kai, el que sabía que algunas cicatrices arden más que los golpes.