Primer Asalto Legal

Sakura se había quedado mirando el cielo por un rato más largo de lo necesario. El atardecer caía con lentitud sobre el edificio de la secundaria, tiñendo las ventanas de un naranja apagado. Tenía un libro entre las manos, pero no lo estaba leyendo. Su mente estaba lejos, vagando por los pasillos que no se atrevería a transitar en voz alta.

Kenji Hori.

Ese nombre se repetía como una melodía suave cada vez que parpadeaba. No era que él le hablara más que a los demás. No era que fuera especialmente dulce con ella. No era nada en particular. Pero en su interior, Sakura comenzaba a reconocer el patrón. Lo buscaba sin querer. Lo escuchaba sin notarlo. Y, sobre todo, se sentía incómodamente tranquila cuando él estaba cerca.

Una presencia firme. Un faro en la tormenta. Y eso le asustaba.

—¡Sakura! —La voz chillona de Remi rompió su ensoñación. La chica corría con su típica energía despreocupada, con el cabello alborotado por el viento—. Estás en modo novela otra vez. ¿Otra historia trágica?

—No —mintió Sakura, cerrando el libro—. Solo… estaba pensando.

—¿En él?

Sakura se tensó, pero su rostro no traicionó ninguna emoción.

—¿Quién?

—Vamos, no soy tonta. Últimamente tu aura cambia cuando está cerca.

—Mi qué.

—Aura. Vibración. Campo de energía espiritual. Como quieras llamarlo —Remi se sentó a su lado en el banco del jardín—. Es como si fueras más… intensa. Pero silenciosa. Como cuando la luna está llena pero no lo notamos hasta que alzamos la vista.

Sakura la miró, sin saber si debía sentirse halagada o aterrada. Remi, como siempre, decía la verdad más absurda en el momento menos oportuno.

—No lo sé —dijo por fin—. Hay algo en él que me inquieta. Como si cargara demasiado para alguien que nunca muestra debilidad. Y sin embargo… no puedo dejar de admirarlo.

Remi asintió con una sonrisa suave. —La mayoría lo admira. Pero tú eres diferente. Tú lo entiendes.

—¿Entenderlo? —Sakura se rió, apenas un susurro—. ¿Cómo puedes entender a alguien que parece sacado de otro mundo?

Remi se inclinó hacia ella, bajando la voz. —Justamente por eso. Porque tú también pareces de otro mundo, Sakura.

La conversación se interrumpió con el sonido de pasos familiares. Kenji venía caminando con Iura y Ishikawa, los tres cargando partituras enrolladas, sus mochilas y una pequeña caja con cables. Venían del club de música, eso estaba claro, pero el entusiasmo en sus rostros los hacía parecer una banda profesional, no tres estudiantes de secundaria.

Sakura se giró instintivamente, como si algo en su interior la empujara a mirar. Sus ojos se cruzaron por un segundo con los de Kenji, y por ese mínimo instante, el mundo pareció detenerse.

Kenji bajó la mirada primero. Como siempre, con esa calma que nunca sabías si era humildad o resignación.

—Voy a la biblioteca —dijo Sakura, levantándose—. Me quedé con dudas de física.

—¿Física? ¿Otra vez? —Remi puso cara de pánico—. ¡Yo apenas sobrevivo con álgebra!

Sakura caminó sin responder. Pero en lugar de ir a la biblioteca, giró discretamente al pasillo lateral. Uno que, casualmente, llevaba al viejo auditorio que habían empezado a usar como sala de ensayo.

Dentro, el aire olía a madera antigua y electricidad. Las cortinas estaban abiertas a medias, dejando que la luz anaranjada del sol iluminara de forma desigual el interior. Sakura se acercó sin hacer ruido, escondiéndose tras una columna.

Y ahí estaban.

Ishikawa probaba ritmos sobre la batería como si luchara con un dragón invisible. Iura hablaba sin parar sobre pedales, acordes y distorsiones. Y Kenji... Kenji afinaba el bajo con la concentración de un cirujano. La forma en que colocaba los dedos, la postura de su cuerpo, la expresión ensimismada. Todo en él gritaba "disciplina". Y sin embargo, había ternura en la manera en que trataba su instrumento, como si afinarlo fuera también una forma de calmar su alma.

Sakura no se movió. Solo escuchó. Observó. Respiró.

Por fuera, el mundo seguía. Pero dentro de ella, algo nuevo comenzaba a crecer. Algo que no era admiración. Tampoco era simple afecto. Era... una necesidad de entenderlo más allá de lo que mostraba. De leer entre las notas y las pausas. De ser parte del ritmo que él creaba con tanta naturalidad.

Del otro lado del edificio, Sawada caminaba por los pasillos sin rumbo fijo. Desde su última visita a la casa de los Hori, no había podido sacarse de la cabeza lo que sintió al ver a Kenji cuidar de Sota. El calor. La seguridad. El silencio que no incomodaba. Lo mismo que había sentido años atrás, cuando su hermano mayor aún estaba vivo.

Kenji era peligroso. No porque fuera frío o cruel. Sino porque, como su hermano, tenía ese tipo de bondad que no pedía nada a cambio. Que envolvía, protegía, curaba. Que te hacía pensar que no estabas sola.

Y eso dolía.

Se detuvo frente a un ventanal. Desde allí, podía ver parte del jardín donde Sakura y Remi hablaban antes. Las sombras eran más largas ahora. El viento más frío.

—¿Por qué te metiste en mi vida? —murmuró, sabiendo que nadie podía oírla.

Pero alguien sí la oyó.

—¿Eh? —Iura apareció detrás de ella con una caja vacía—. ¿Te hablas sola ahora?

Sawada se sobresaltó. —¡No me espantes así!

—¡Perdón! Pensé que eras un espíritu o algo. Estabas toda silenciosa mirando al vacío.

Ella se encogió de hombros. —Solo… me perdí un momento.

—Bueno, si encuentras algo interesante allá adentro, me avisas. Tal vez también me hace falta perderme un poco.

Iura se fue sin añadir más. Pero Sawada se quedó unos segundos más, viendo su reflejo distorsionado en el vidrio. Había tantas cosas dentro de sí que no sabía cómo nombrar. Lo único que tenía claro… era que Kenji Hori no era un personaje secundario en su historia. Y que tarde o temprano, tendría que aceptar lo que estaba empezando a sentir.

Aunque eso significara competir con Sakura.

Aunque eso significara mirar de frente al reflejo de su propio dolor.

El día amaneció gris, como si el cielo reflejara la tensión que bullía en el corazón de Kenji. Frente al espejo, ajustó la corbata negra que Kyosuke le había prestado. El reflejo le devolvía la imagen de alguien diferente: ya no era solo el hermano protector o el chico perfecto del instituto, sino alguien que estaba a punto de enfrentarse a un adulto con todas las de la ley.

Kyosuke apareció tras él, con la misma calma felina de siempre.

—¿Listo? —preguntó, colocándole la mano en el hombro.

Kenji asintió, aunque sus manos sudaban.

—Más que nunca.

Kyosuke sonrió con esa mezcla de orgullo y picardía.

—Recuerda: no se trata de ganar solo. Se trata de demostrar que nadie puede pisotear lo que somos.

Kenji tragó saliva y siguió a su padre hasta la entrada, donde el caos lo esperaba.

Marin lo recibió vestida con un blazer rojo chillón, gafas de sol y un letrero que decía: "¡Defendiendo la justicia con estilo kawaii!".

—¿Qué… es esto? —Kenji sintió que le temblaba un ojo.

—¡Nuestra imagen pública! —exclamó Marin, sacando un selfie stick—. ¡Vamos a documentar este momento histórico!

Iura apareció detrás, con un maletín que probablemente contenía… snacks.

—¡Kenji, mira! —dijo, abriendo el maletín—. ¡Chips, chocolatinas y jugo! Nunca sabes cuándo el hambre puede arruinar una estrategia legal.

Kenji se llevó la mano a la frente, mientras Sakura y Sawada llegaban más discretas… o al menos lo intentaban. Sakura llevaba un vestido sencillo y elegante, con una carpeta de documentos bajo el brazo. Sawada, en cambio, iba en jeans y chaqueta oscura, con expresión seria.

—¿Por qué vinieron? —preguntó Kenji, sorprendido.

Sakura sonrió suavemente.

—Porque somos tus testigos. Y porque… no quería que pasaras esto solo.

Kenji sintió cómo algo cálido se abría paso en su pecho. Antes de responder, Sawada intervino con su tono ácido:

—Además, alguien tiene que vigilar que no hagas tonterías.

Kyosuke los miró a todos, divertido.

—Bien, escuadrón kawaii, al auto. Tenemos una reputación que aplastar.

El tribunal no era tan intimidante como Kenji imaginaba, pero la tensión en el aire era palpable. Periodistas merodeaban cerca, atraídos por el escándalo del "ejecutivo contra un estudiante brillante". Marin no perdió oportunidad: sacó una cartulina que decía "Justicia con amor", posando para las cámaras mientras Iura hacía la señal de la victoria detrás.

Kenji los arrastró adentro antes de que empeorara el espectáculo.

La sala estaba fría y minimalista. A un lado, Kenji, Kyosuke y su pequeño equipo. Al otro, Reiji, impecable como siempre, con dos abogados trajeados que parecían salidos de un drama corporativo. Sus ojos se encontraron, y en ellos ardió la misma hostilidad del último encuentro.

El juez, un hombre mayor de expresión severa, inició la sesión.

—Caso Nakamura vs. Hori. Primera audiencia preliminar.

Kenji respiró hondo mientras Kyosuke hablaba con voz segura, explicando los cargos: acoso, difamación y coacción a menor de edad. Cada palabra era un golpe, y Reiji lo sabía.

Cuando llegó el turno de presentar pruebas, Marin se levantó como si fuera la protagonista de una telenovela.

—¡Su señoría, traigo pruebas organizadas en formato digital, físico y… kawaii! —colocó sobre la mesa una carpeta con stickers de gatitos, corazones y la frase "¡No al acoso!" en glitter.

El juez arqueó una ceja. Kyosuke contuvo la risa.

Reiji, en cambio, sonrió con frialdad.

—Interesante. Pero me temo que ustedes no tienen nada sólido.

Kenji se puso de pie, sus manos firmes sobre la mesa.

—¿Nada sólido? Tenemos capturas, audios y testigos. Y créeme, todo fue obtenido legalmente.

Reiji inclinó la cabeza, fingiendo calma.

—Entonces, ¿qué tal si agrego algo… inesperado? —chasqueó los dedos, y una figura entró por la puerta.

Kenji sintió que el aire se congelaba cuando la reconoció: un profesor de la escuela, uno que siempre había mostrado desdén por él.

—Estoy aquí para declarar que Kenji Hori intentó manipular al señor Nakamura para conseguir fama.

El murmullo en la sala fue inmediato. Marin dejó caer su tablet, Iura soltó un "¿QUÉ?", y Sawada apretó los puños con furia. Sakura se llevó la mano a la boca, con los ojos llenos de incredulidad.

Kenji cerró los ojos un segundo, sintiendo el peso del golpe… y luego los abrió, con una chispa encendida.

—Así que… también juegas sucio. Perfecto —susurró, sonriendo con determinación.

El juez golpeó el mazo con firmeza, devolviendo el silencio a la sala.

—Orden. Continuaremos con la declaración del testigo —dijo, ajustándose las gafas.

El profesor avanzó con paso seguro, llevando un portafolio que parecía contener la "prueba definitiva". Reiji sonreía con la calma venenosa del que cree haber ganado.

—Explique su relación con el demandante y el acusado —pidió el juez.

—Kenji Hori es alumno de nuestra escuela —respondió el profesor, mirando de reojo a Kenji con desdén apenas disimulado—. Siempre se ha mostrado… ambicioso. No me sorprende que buscara aprovecharse de un hombre de éxito como el señor Nakamura.

Marin se levantó con tanta fuerza que la silla cayó al suelo.

—¡Mentira! ¡Kenji nunca haría algo así! —gritó, apuntando al profesor como si fuera un villano de anime.

El juez arqueó una ceja.

—Señorita, siéntese o la retiro de la sala.

Kyosuke la jaló del brazo con elegancia antes de que armara más escándalo.

Kenji, en cambio, permaneció sereno. Muy sereno. Tanto que Reiji empezó a fruncir el ceño.

—¿Algo que agregar, Hori? —preguntó el juez.

Kenji se puso de pie, sacando de su maletín una carpeta gruesa.

—Sí, su señoría. Tengo pruebas de que este testigo miente.

Reiji parpadeó.

Kenji caminó hasta el estrado y entregó al juez varias hojas impresas.

—Registros de llamadas y mensajes del profesor. Como puede ver, nunca hubo conversación entre él y el señor Nakamura hasta hace dos días. Curiosamente, el mismo día que Reiji recibió la notificación de nuestra demanda.

El juez hojeó los documentos mientras el profesor empezaba a sudar.

—Además —continuó Kenji, con voz firme—, aquí hay capturas de un chat donde el profesor acepta "un favor económico" a cambio de testificar en contra mía.

Un murmullo recorrió la sala. Reiji se tensó por primera vez, y Marin apenas contuvo un grito de victoria.

—Esto… esto es una trampa —balbuceó el profesor, pero el juez lo fulminó con la mirada.

—Señor, si confirma que aceptó soborno, su carrera académica terminó aquí mismo —dijo con tono gélido.

El profesor se desplomó en la silla, derrotado. Reiji apretó los puños, y Kenji regresó a su asiento, con una sonrisa que solo su equipo pudo ver.

En el receso, el grupo salió al pasillo. Marin saltaba de emoción, sacando selfies con la frase #JusticiaKawaii ya lista para publicar. Iura, en su intento de "aliviar tensiones", abrió una botella de jugo… y la derramó completa sobre el saco de un abogado de Reiji.

—¡¡¡¿QUÉ HICISTE?!!! —gritó Marin mientras el abogado corría al baño.

—¡Accidente! —exclamó Iura, aunque en realidad parecía orgulloso de su "jugada estratégica".

Kenji se alejó del caos por un momento, buscando un rincón tranquilo. Apenas tuvo tiempo de exhalar cuando una voz suave lo alcanzó.

—Kenji-kun…

Era Sakura. Tenía el ceño ligeramente fruncido, como si luchara con algo.

—¿Estás bien? —preguntó ella, mirándolo con esos ojos sinceros que parecían atravesarlo todo.

Kenji sonrió cansado.

—Estoy acostumbrado a los problemas. Pero esto… esto es diferente. No se trata solo de mí. Si fallo, los arrastro a todos.

Sakura negó con la cabeza y, antes de que él pudiera reaccionar, tomó sus manos.

—No digas eso. Estamos aquí porque creemos en ti. Yo… creo en ti.

Kenji sintió que el mundo se detuvo. Durante un instante, solo existieron sus manos entrelazadas y la calidez en la mirada de Sakura. Iba a responder cuando un carraspeo heló el momento.

Sawada estaba allí, apoyada contra la pared, con una sonrisa torcida que no llegaba a sus ojos.

—Vaya… qué escena tan conmovedora. ¿Debería dejarlos solos o les traigo flores?

Sakura soltó las manos de golpe, sonrojada. Kenji abrió la boca, pero Sawada ya se había girado, caminando con pasos firmes.

Kenji la siguió con la mirada, sintiendo un nudo extraño en el pecho.

Cuando regresaron a la sala, la tensión se multiplicó. Reiji había recuperado la compostura y sonreía de nuevo.

—Interesante jugada, Hori —dijo, mientras sus abogados acomodaban nuevos documentos sobre la mesa—. Pero esto apenas comienza.

Kenji lo fulminó con la mirada.

—¿Qué planeas?

Reiji deslizó un sobre hacia el juez.

—Pruebas nuevas, su señoría. Imágenes que demuestran que Kenji Hori y su grupo han manipulado información para difamarme.

El juez frunció el ceño al abrir el sobre. Kenji sintió el corazón detenerse cuando vio la primera foto: él y Marin, inclinados sobre una laptop, sonriendo… con un pie de foto editado que decía "Hackeo completado".

Marin gritó:

—¡Eso es Photoshop barato! ¡Yo jamás usaría Comic Sans para incriminar a alguien!

Pero el juez no sonreía.

—Esto complica las cosas. Necesito revisar la validez de estas pruebas antes de continuar.

Reiji sonrió, satisfecho.

Kenji apretó los puños bajo la mesa. Por primera vez en todo el juicio… sintió que la balanza podía inclinarse en su contra.

El juez se puso las gafas y revisó las imágenes con detenimiento. El pie de foto "Hackeo completado" en fuente Comic Sans parecía una broma de mal gusto, pero en una sala de audiencias, incluso una falsificación barata podía causar ruido.

—Señor Hori, ¿tiene algo que decir sobre esto? —preguntó el juez, con el ceño fruncido.

Kenji se puso de pie, sintiendo la mirada de todos sobre él: Sakura con el corazón en la garganta, Sawada con los brazos cruzados, Marin al borde de las lágrimas y Iura… intentando abrir discretamente un paquete de galletas.

—Su señoría, esas imágenes son un montaje evidente —dijo Kenji, con voz firme—. No hay metadatos, no hay pruebas técnicas que lo respalden. Además… —giró hacia Reiji, clavándole la mirada—, si quisiera hackear algo, no lo anunciaría con Comic Sans.

Un murmullo recorrió la sala y el juez arqueó una ceja, pero no sonrió.

—Analizaremos la validez en la próxima audiencia —dictó, golpeando el mazo—. Si resulta cierto, sus cargos se anulan. Si es falso… añadiremos difamación al señor Nakamura.

Kenji asintió, controlando la ira que le hervía por dentro. Reiji, en cambio, se acomodó la corbata con una sonrisa serpentina.

En el receso, el caos fue inevitable. Marin explotó como un volcán, sacudiendo la tablet frente a todos.

—¡¿CÓMIC SANS?! ¡¿EN SERIO?! ¡Ni siquiera lo hizo bien! ¡Las sombras están mal alineadas! ¡El reflejo del monitor ni coincide!

Iura, por su parte, seguía intentando abrir sus galletas. Cuando por fin lo logró, gritó triunfante:

—¡Victoria!

Marin lo fulminó con la mirada.

—¡NO ES MOMENTO DE GALLETAS, IURA!

Pero entonces, algo sucedió que cambió todo. Cuando Marin tomó la bolsa para tirarla al cesto, un trozo de papel cayó del empaque. Lo levantó, frunciendo el ceño.

—¿Qué es esto? —preguntó.

Kenji se acercó. Era un recibo… de una imprenta local. Y el nombre que figuraba en la orden era el de uno de los abogados de Reiji.

—Impresión de imágenes editadas… formato legal… —leyó Kenji, con una sonrisa que empezó a dibujarse en su rostro—. Esto es oro puro.

Marin dio un salto.

—¡¿Significa que podemos demostrar que son falsas?!

Kenji asintió.

—Exacto. Y no solo eso: podemos demostrar que fue su equipo quien las fabricó.

Sawada cruzó los brazos, esbozando una sonrisa por primera vez en el día.

—Parece que la suerte está de tu lado otra vez, Hori.

Sakura se acercó despacio, con una mirada cálida que contrastaba con el caos.

—No es suerte —dijo suavemente, para que solo Kenji la oyera—. Es porque no te rindes.

Kenji la miró, y por un segundo, el mundo se redujo a ese intercambio silencioso. Hasta que Marin interrumpió, agitando el recibo como una bandera:

—¡¡¡TENEMOS EL AS BAJO LA MANGA!!!

Cuando regresaron a la sala, Kyosuke se adelantó con una calma que rozaba la arrogancia.

—Su señoría —dijo, colocando el recibo sobre la mesa del juez—. Esta es una orden de impresión realizada hace 48 horas por uno de los abogados del señor Nakamura. Coincide exactamente con las imágenes presentadas como prueba.

El juez alzó la vista hacia Reiji, que por primera vez perdió la sonrisa.

—¿Algo que decir? —preguntó el juez, con un filo en la voz.

Reiji tragó saliva, sus abogados intercambiaron miradas tensas. El juez golpeó el mazo con fuerza.

—Esta corte no tolerará pruebas fabricadas. Señor Nakamura, esto será evaluado en la próxima audiencia, pero le advierto: la falsificación de evidencia es un delito grave.

Marin apretó los puños conteniendo un grito de victoria, mientras Iura sacaba su móvil para escribir:"#JusticiaKawaii: ¡Próxima audiencia = KO definitivo!"

Kenji respiró hondo. Habían ganado esta ronda, pero sabía que la guerra no había terminado.

Al salir del tribunal, el aire fresco le supo a gloria. El grupo se reunió en la escalinata, riendo y celebrando, mientras Kyosuke hacía una llamada para acelerar los peritajes técnicos.

—¡Esto merece un brindis con café con leche! —gritó Marin, alzando la tablet como si fuera una copa.

Sawada, con las manos en los bolsillos, se acercó a Kenji y le dio un golpe suave en el hombro.

—Buen trabajo ahí dentro, abogado improvisado.

Kenji sonrió.

—Gracias. Pero aún falta lo más difícil.

Sawada arqueó una ceja.

—¿Y qué es eso?

Kenji miró a todo el grupo: Marin posando para selfies, Iura mordiendo galletas, Sakura sonriéndole con esa calidez que desarmaba cualquier muro.

—Mantenerlos a todos juntos —dijo en voz baja.

Cuando llegó a casa, su móvil vibró con un nuevo mensaje. Lo abrió… y sintió un escalofrío recorrerle la espalda:

"¿De verdad crees que puedes ganarme? Yo no estoy solo. Y cuando caigas, arrastrarás a todos contigo."

Kenji frunció el ceño. ¿Quién demonios estaba ayudando a Reiji? Esa era una pregunta que cambiaría el rumbo del juicio.