Capitulo 1 - Cuando El Corazón No Pregunta

Nadie quiere convertirse en “la otra”. Eso no aparece en ningún cuento de hadas que nos contaron de pequeñas. Jamás escuchamos historias donde la protagonista soñara con amar a alguien que no le pertenece, ni mucho menos con convertirse en un capítulo oculto en la vida de alguien más. Pero lo que no te dicen es que el corazón no siempre obedece a la razón; que enamorarse, muchas veces, no es una decisión consciente que tomas tú misma. Y aunque a muchos les parezca absurdo, aunque se llenen la boca diciendo que “uno elige a quién amar”, la verdad es que no siempre es así.

En mi caso no fue así.

Yo no tomé la decisión de enamorarme de él… simplemente sucedió. Sin aviso, sin pedir permiso. Y si soy completamente honesta contigo, te confieso que daría cualquier cosa porque nunca hubiera sido así. Quizás, si no me hubiera enamorado de él, mi vida hoy sería distinta. Quizás mi mundo no estaría tan lleno de grietas, mi corazón no tendría estas heridas, y tal vez, solo tal vez, no seguiría pensándolo cada noche como lo hago ahora… no lo seguiría amando, como aún lo amo, a pesar de saber que lo nuestro jamás será posible.

Porque lo sé. Porque siempre lo supe.

Si quieres entender un poco mejor por qué digo que nunca quise enamorarme de él, tendrás que acompañarme al pasado, a un tiempo donde mi mundo era menos complicado, antes de que la historia se convirtiera en este desastre que ahora arrastro. Antes de que me transformara en la mujer que hoy escribe estas líneas, una mujer marcada por un amor prohibido, por un sentimiento que la sobrepasó y terminó envolviéndola en una red de mentiras que jamás imaginó tejer.

Y para los curiosos que seguramente ya se estarán preguntando: “¿Y quién es él? ¿Cómo se llama ese hombre que le robó el corazón hasta dejarla sin aliento y aún lo mantiene cautivo sin siquiera saberlo?”, les daré la respuesta más fácil del mundo. Su nombre es Fabián. Tan simple y común como cualquier otro, pero para mí, el nombre más peligroso, más adictivo, más imposible de olvidar.

¿Y cómo describirlo? Podría decirte que imagines al Adonis más perfecto que tu imaginación pueda crear… pues así era él. Alto, muy alto, quizás un metro setenta o un poco más; nunca me importó medirlo, porque cada vez que lo tenía frente a mí me sentía diminuta.. Sus ojos eran un remolino de miel, dulces, hipnotizantes, capaces de hacerte perder la noción del tiempo con solo una mirada. Y sus labios… oh, sus labios… carnosos, provocativos, de esos que te piden a gritos ser besados, mordidos, succionados. Confieso que adoraba morderlos mientras lo besaba, halarlos con mis dientes y sentir cómo su respiración se aceleraba bajo mi boca.

Sus brazos eran anchos, fuertes, capaces de levantarme y sostenerme contra la pared cuando nuestras ganas se desbordaban. Esos brazos me envolvían, me sostenían, me recordaban que a pesar de todo, en ese momento solo existíamos él y yo. Su pecho, amplio, era mi refugio, donde podía recostar mi cabeza y escuchar sus latidos mientras cerraba los ojos, deseando que el tiempo se detuviera.

Pero si hablamos de su mejor atributo, sin duda alguna, era ese que no siempre se menciona pero que todas sabemos que importa… un miembro perfecto, en grosor y longitud, capaz de hacerme perder la razón con solo verlo. Confieso sin pudor que no había nada más delicioso que sentirlo dentro de mí, moviéndose con una destreza y una intensidad que me hacían gritar su nombre. Dios había sido increíblemente generoso con él… a veces bromeaba con que era una injusticia que un hombre tuviera todo: rostro, cuerpo y… bueno, ya sabes.

Pero cálmate, corazón… ¡hormonas, a su lugar! Porque sí, su físico era una obra de arte, y si te lo preguntas, sí, también era ese típico cliché de hombre que enamora con una sonrisa traviesa. No era rubio, pero su cabello castaño claro resaltaba de manera perfecta sus facciones varoniles. Podría haber sido tranquilamente hermano de algún dios griego, de esos que imaginamos en las novelas románticas.

Todo en él parecía perfecto. Parecía… porque aquí es donde entra el gran pero de mi historia.

Sí, seguramente ya lo adivinaste, porque es casi obvio en historias como la mía. Todo era hermoso, excitante, adictivo… hasta que llegaba la cruel realidad: Fabián tenía novia.

Así es… novia. Una mujer a la que nunca conocí, pero cuyo fantasma siempre estuvo presente entre nosotros. Y es en ese punto donde mi hermoso cuento de hadas se estrelló contra el suelo. Todo el amor, toda la pasión, todas las promesas no dichas… se diluyeron en el veneno de la traición.

Porque yo nunca quise amar a alguien así. Nunca soñé con ser “la otra”. Nunca deseé estar en las sombras de nadie. Pero cuando me di cuenta ya era tarde… mi corazón ya le pertenecía, mi cuerpo lo anhelaba y mi alma se había rendido ante cada caricia, ante cada palabra, ante cada mentira disfrazada de deseo.

Y lo más irónico es que aún sabiendo que lo nuestro jamás tendría futuro… aún sabiendo que para él yo siempre sería una historia clandestina… no pude dejar de amarlo.

Y aquí estoy, contándote mi verdad. No para que me juzgues, no para que me comprendas… solo para que sepas que a veces el corazón no pregunta, solo siente. Y cuando te das cuenta, ya no puedes escapar.

Porque nadie quiere ser “la otra”… pero algunas terminamos siéndolo, amando en silencio, sufriendo en la sombra… y aún así… amando.