Estaba en la tienda sola cuando entran dos de los lacayos de ese otro imbécil.
- ¿Qué quieren hoy? Les pregunto molesta.
- No es forma de recibirnos- exclama uno molesto.
- Me importa una mierda, ¿Qué quieren?
- En que le agrades a nuestro señor no significa que puedas hablarnos como se te dé la gana.
- Su "señor" no es mi jefe, en que tengamos los mismos objetivos no lo hace mi superior y menos tengo que servirle.
- Escucha bien, maldita, solo por seas una calamidad no significa que no pueda golpearte.
Me carcajeo.
- ¿Eso es una amenaza?
El otro sujeto detiene a su compañero.
- Deja que termine la misión, cuando todo acabe podemos matarla.
- Si es que pueden.
Uno de ellos chasquea con la lengua, mientras que el otro me entrega una carta.
- ¿Qué mierdas dice en la carta? Pregunto mientras tomo la carta.
- No es una misión, por si te lo preguntas, es una invitación de mi señor.
Rompo la carta por la mitad, lo que indigna a los dos sujetos.
- No me interesa esa estupidez, si no es una misión no voy a perder mi tiempo.
- ¡Escucha!
Me levanto abro la puerta y les digo con una sonrisa.
- Lárguense de mi lugar de trabajo.
- Te gusta echar a todo el mundo menos a ese humano ¿cierto?
- ¿A si? Veo que tienen tiempo para meterse en lo que no les importa, pero no para entrenar- respondo irritada.
- ¿Acaso te molesta? Pregunta uno de los sujetos sarcásticamente.
- Para nada, si quieren intenten tocarlo, pero saben- me hago la que pienso mientras coloco uno de mis dedos en mi mejilla- él es mío, si algo le llegara a pasar los mataría sin dudarlo- suelto una sádica sonrisa.
- Si no le gustaras a nuestro amo ya te hubiéramos matado.
Me hecho a reír intento resistirme.
- ¿Matarme ustedes? En qué tipo de mundo de fantasía viven- respondo mientras seco las lágrimas de mis ojos, ya me empezó a doler el estómago por la risa.
Los dos sujetos se van molestos.
Se retiran no sin antes amenazar de que le harían daño al señor cocinero.
Me parece gracioso que digan eso, ya que lo protege un demonio y dudo que esos sujetos sepan en lo que van a meterse.
Me he preguntado ¿Qué tan fuerte será el demonio que protege al señor cocinero?
A mi modo de ver, no lo parece. Pero me da mala espina la mujer de piel verdosa brillante, aparenta ser débil cosa que dudo.
Anqué me moleste debo ir a ver a ese sujeto.
Así que salgo de la tienda, pero antes debo ir a ver a alguien.
- Hoy no voy a estar en casa, así que no vayas- le digo al señor cocinero, quien estaba en su descanso y como siempre la chica demonio estaba junto a él, de hecho, cuando me ve se recuesta en su hombro.
- Bueno, entonces practicare en casa- mientras dice eso esconde algo en su bolsillo.
Miro a la chica demonio y le digo.
- ¿Puedo llevármelo?
Ella parece un poco molesta, pero luego mira a su ¿hermano?
- No te lo lleves lejos ya que tenemos que seguir trabajando.
Lo agarro de su mano y entonces me lo llevo.
- ¿Qué escondes en tu bolsillo? Le pregunto mientras me empino para mirarlo directamente a los ojos.
El señor cocinero no desvía la mirada, tal como habíamos quedado de mirarnos a los ojos siempre.
- Es un poema- responde mientras lo saca.
Como era de esperarse esta en otro idioma.
- ¿Es para mí? Le digo en broma.
Entonces él se pone rojo y guarda rápidamente el poema.
- Ee…s p..pp.a ra la mujer que me gusta, pero .duu.dudo que yo le guste- Exclama con resignación.
- Entonces es una chica con suerte- respondo con cierto celo- si fuera yo estaría muy contenta.
Al momento llega el carruaje el cual se estaciona cerca.
Suspiro con desanimo.
- Nos vemos mañana- Sostengo sus manos, no quiero soltarlo de hecho quiero acercármele, quedarme con él un poco más. Pero tengo trabajo que hacer.
Le doy un beso en la mejilla al señor cocinero quien se queda allí con un rostro de incredulidad mientras se despide moviendo su mano, yo le respondo igual mientras le hago una mueca.
Desearía besarlo en los labios, pero aún no es el momento.
- ¿Qué quieres? Le pregunto al sujeto mientras intento no aburrirme viendo el paisaje.
- No es la forma de saludar a tu "jefe"- exclama pullándome.
Chasqueo la lengua.
- Deja de decir esa mierda, cuando acabe esta misión me largo de este país y no eres mi jefe.
- Ya lo creo, pero mientras estemos aquí debes actuar así.
Me cruzo de piernas mientras levanto una ceja molesta.
- No se me da la gana.
- Sabes quién soy, no me detendré hasta obtener lo que quiero y allí entras tu Liara.
Hago mala cara.
- No me gustan los imbéciles y menos los chismosos que se meten en mi vida.
El tipo intenta esbozar una sonrisa.
- Debo vigilar a mi agente.
- Si claro, lo que yo haga con mi tiempo libre no es problema de ustedes. Pero si vuelven a hacerlo los matare.
- Solo piensa lo que digo- exclama el sujeto.
- Ya lo pensé, y no me interesa.
- Como tú digas Liara.
No era una misión ni nada parecido, solo era una pérdida de tiempo.
En esos días me enviaron muchos ramos de flores y otros regalos caros, los cuales quemaba. No quiero nada de ese estúpido.
Hace un tiempo he dejado de matar, de un momento a otro no siento lo mismo que antes al hacerlo, es como si ya no quisiera hacerlo. Suena ridículo pensar eso, ya que desde que recuerdo siempre he disfrutado matar, me llena, me divierte y excita… pero ahora no siento nada.
Era martes en la tarde, el señor cocinero estaba saliendo junto a sus amigos.
- Ven a mi casa- tomo de la mano al señor cocinero, pero alguien lo retiene.
- De hecho, hoy Augusto va a entrenar conmigo- responde con una falsa sonrisa la gatita quien acababa de llegar.
Si, las dos estábamos en guerra.
Era un tira y afloja de ambas.
- ¿Enserio? Creí que hoy iban a descansar- respondo.
- Si, pero es mejor entrenar ¿verdad Augusto?
El señor cocinero mira a ambos lados.
- Y..oyo.yo
- ¿Qué color te gusta señor cocinero? -Le pregunto mientras me le arrimo.
- Mi color favorito es el azul ¿Por qué la pregunta?
Entonces desabotono un poco el escote de mi blusa.
- Ups que pena, no traje brasier ¿quieres ver más? – digo mientras abro un poco más mi escote.
Inmediatamente la gatita le cubre los ojos.
Las otras chicas hacen lo mismo con su jefe y el goblin.
- Eres una indecente- exclama la gatita molesta.
- Envidia- Respondo guiñando el ojo.
- No creo yo llevo de encaje- dice susurrándole al señor cocinero.
- Santa madre, ¡desde cuando Bast es así! - comenta el orco incrédulo.
Al final se lo lleva, pero igual antes de irse el señor cocinero me dice.
- Te veré cuando salga del entrenamiento.
La gatita se molesta, aprieta con fuerza el brazo del señor cocinero, sin darse cuenta le clava las garras haciéndolo sangrar.
- ¡Lo siento Augusto! Dice ella arrepentida por lo sucedido.
- No es nada- responde el señor cocinero sacando un trapo y cubriéndose la herida en su brazo- ¡ves no fue nada!
- Deberías tener cuidado señorita del gremio- le digo mientras le lanzo una falsa sonrisa.
Me retiro antes que ella pueda responder.
Estaba en ropa interior en mi casa descansando, cuando alguien golpea la puerta, ya sabía quién era.
Giro la manilla para abrir cuando el señor cocinero esta por saludarme deja caer su mochila. Actualmente vestía mejor y siempre usaba perfume, según sus propias palabras, el perfume lo hace el mismo.
- L..lil..liara ess.tas.ee.een ropa interior-exclama cerrando los ojos.
- ¿No te gusta? Es ropa interior azul con encaje, ¿creí que te gustaría? Doy una vuelta solo para tentarlo- ¿Cómo me queda?
- Bb..uueno..yoo.yo.
Entonces lo hago entrar.
- Abre los ojos- le digo.
- N..noo.no.
Estaba demasiado tenso, había cerrado sus ojos con fuerza.
- Ya me voy por mi pijama, eres un niño- respondo.
Mientras le enseño costura le pregunto sobre el poema.
- ¿Me puedes leer el poema para la chica que te gusta?
- Me da pena- responde.
- Vamos, solo déjame escucharlo.
- Bb…bueno.
El intenta leerlo, pero se le traba la lengua cada dos segundos.
- ¿Te doy miedo? Le pregunto algo molesta- porque tartamudeas siempre que intentamos hablar de cualquier cosa.
- Noo.no. no se tr..trata de eso, solo que
- ¿Por qué dijiste lo último en otro idioma? Le pregunto molesta, - siempre es lo mismo, dices cosas en otro idioma, no sé lo que dices y eso me molesta- Le digo fastidia.
- P—pp-e
- ¡Vete! - Le grito molesta.
Me irrita bastante cuando dice las cosas en otro idioma.
Augusto recoge sus cosas, su comportamiento no le permite ser sincero, en verdad se merecía eso.
Lo saco antes de que pueda decir algo le cierro la puerta en la cara.
Molesta le digo desde mi casa.
- ¡No me gustan los cobardes, no vuelvas!
Entonces lo escucho.
"Dame tu mano y danzaremos, dame la mano y me amaras. Como una sola flor seremos, como una flor y nada más"
- Es un poema de Gabriela Mistral, creo es el poema indicado para decírselo a la persona que me gusta, cuando la veo directamente a los ojos me pierdo y me es difícil hablar con ella, ella me gusta demasiado, siempre me pasa. Se que soy un cobarde y no merezco mucho…
Coloco mis manos en mi pecho entonces siento como mi corazón late con fuerza.
Ese poema era…
- ¿Era muy difícil? -Pregunto desde el otro lado de la puerta.
- Para mi si lo es- Responde sinceramente el señor cocinero- disculpa mi comportamiento Liara, pero me es difícil expresar mis emociones, nunca he sido bueno en ello.
- Nos vemos mañana Augusto, ahora estoy molesta.
- Discúlpame.
- No digas nada.
Prefiero dejar las cosas así.
Quería abrir la puerta y llevármelo a la cama, pero no podía hacer eso… aun no.
No pude dormir bien en la noche, mis pensamientos estuvieron distraídos, mi cuerpo estuvo ardiendo en deseo, solo quería una cosa, pero si lo hacía dejaría todo atrás.