No sabía cuándo era de día y cuándo era de noche, tampoco era consciente del día en que estaba. Había perdido la noción del tiempo.
Lo único que Inojin podía experimentar era un dolor intenso en su alma y profundos dolores en todo su cuerpo. Choji lo violaba todo el tiempo, negandose a entregarlo a alguien más.
Inojin podía notar cómo había perdido peso su violador, preocupándose por su aspecto físico más que cualquier otra cosa. No obstante la repugnancia que le despertaba ese sujeto era intensa.
Permanecía atado en la cama sin poder moverse. No recordaba cómo hacía para ir al baño, lo que si sabía era que la llave de los grilletes que amarraban sus muñecas al respaldo de la cama solo la tenía Choji.
Esa noche el rubio restregaba las piernas sintiendo desesperantes ganas de orinar, respiraba entrecortado cuando Choji entró a la habitación, quien sonrió malignamente al verlo así.
Acarició su vejiga comprobando que estaba cargada de líquido. Lanzó siniestras carcajadas al aire mientras Inojin se quejaba debido al dolor y a esa desesperante sensación.
- Soy tu dueño Inojin, yo decido hasta cuando irás al baño no tú.
- Por favor, dejame ir al baño, ya no aguanto más. Por favor, por favor te lo pido.
Choji le acariciaba la vejiga y su miembro con diabólica expresión. Le encantaba oirlo suplicar y quejarse del dolor.
Pero cuando vió que Inojin empezaba a hacerse en la cama supo que había llegado a su límite. Por lo que decidió soltarlo, sin embargo el rubio aprovechó ese pequeño lapsus para empujar a Choji tomandolo desprevenido.
Sin perder un segundo lo encadenó a la cama y tiró las llaves por el inodoro. Moviendose tan veloz como le era posible buscó ropas en el armario y se visitió.
Aguantándose las insoportables ganas de orinar, Inojin salió del cuarto ignorando los gritos y amenazas de su secuestrador y violador.
Cerró la puerta de esa habitación con llave también y corrió en busca de la salida, pero todas las puertas estaban con llave. La desesperación amenazaba con enloquecerlo. Bajó unas escaleras y siguió corriendo en esa desolada y fría mansión que descubría estar deshabitada.
Cuando sintió que literalmente se orinaba encima, entró al baño de la planta baja. Momentos después salió y siguió buscando una posible salida. Así encontró una puerta de servicio abierta que daba a la calle.
Fuera era de noche y nevaba. Tras salir supo que seguía en la zona privilegiada, por tal razón corrió hacia la mansión de su esposo.
Tardó media hora en llegar, tocó y cuando el mayordomo abrió la puerta el rubio entró corriendo en busca de su amado Shikadai.
Cuando escuchó su voz se dirigió al despacho, pero no entró debido a que escuchó otra voz que no era la de su esposo y sin embargo la recordaba muy bien.
Era la del que solía llevar Choji para su asesoría legal al lugar donde estaba prisionero. Era quien le fascilitaba las cosas para evitar la justicia. Ahora hablaba con Shikadai con gran confianza.
- No podrás seguir con esto Shikadai, tendrás que definir tu lealtad - le decía la voz de hombre
- Pero yo...yo no...
- La cuestión es simple ¿qué harás Shikadai? ¿Tu padre o tu esposo? Aunque la respuesta debería estar a favor de tu padre.
- Sora yo...
Inojin no quiso seguir escuchando más debido al intenso dolor que su alma empezaba a sentir.
Apenas podía respirar cuando retrocedió unos pasos y se alejó de allí, sin mirar nada ni a nadie regresó por donde había llegado.
Shikadai ¿cómo pudiste? En verdad confié en tí, hasta te casaste conmigo.
Salió a la fría noche sin dejar de llorar, tenía que poner distancia de todos ellos.
Después de todo solo son aristócratas. Ricos y corruptos. Solo les importa ellos mismos. Nadie más.
Meditaba el rubio mientras se alejaba de la mansión de Shikadai Nara y de la zona privilegiada en sí. Sentía que estaría más seguro en los suburbios.
Pero la nieve había aumentado y junto a ella el frío intenso. Las fuerzas eran casi nulas en Inojin. Cada vez le costaba mucho más respirar.
- Papá...¿dónde estás? Te necesito tanto papá...
Inojin murmuraba al tiempo que sentía que iba perdiendo la consciencia tras caer en la helada nieve. Esperaba morir de una vez y así acabar con todo. Pero no tuvo tanta suerte.
No supo en qué momento alguien lo sujetó y se desesperó.
- ¡No! ¡Sueltame! ¡Dejame por dios!
- Tranquilo Inojin, soy yo mi amor - le dijo Shikadai llevandolo al interior de su limousina.
El rubio lloraba a más no poder, cuando subieron la limousina se puso en marcha. Shikadai lo abrazaba con intenso amor.
- ¿Dónde estuviste? Estaba desesperado por dios ¿Cómo escapaste?
- Sueltame - Inojin lloraba a más no poder, ya no sabía en quien confiar - ¡Maldito!
Shikadai no entendía a qué iba esa reacción de su amado dorado.
-Inojin ¿qué sucede?
- ¡Sabes bien qué sucede! ¡Maldito!
- ¿De qué hablas?
- ¡Estás con ellos!
-¿Con ellos? ¿A quienes te refieres? - Inojin intentó abrir la puerta de la limousina y tirarse al duro pavimento pero Shikadai se lo impidió sujetandolo - ¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Inojin!
- ¡No! ¡Sueltame! ¡Por dios! - lloraba con intensidad - Ya no soporto más...solo dejame morir...
- ¿Qué dices?
- Ese sujeto, Sora...
- ¿Qué hay de él?
- ¡Es uno de ellos! ¡Como tú!
Inojin le contó donde estuvo todo ese tiempo, y quién lo tenía prisionero.
- Me violó en el pasado y me siguió violando ahora que era su prisionero. Y ese Sora lo estaba asesorando sobre cómo eludir a la justicia por lo que me hacía.
-¿Sora? - Shikadai no daba crédito a lo que estaba escuchando
- ¡Si! ¡Sora! ¡Es como tú!
Inojin forcejeaba para soltarse pero le resultaba imposible debido a la fuerza de Shikadai.
- Estás muy pero muy confundido Inojin, volverás a casa conmigo
- No...por favor no...
- Eres mi esposo. En cuanto a Choji....sé que es un cerdo y me estoy ocupando de él. Solo que al ser un cerdo muy bien relacionado, es complicado hacerlo encerrar.
- Podría creerte de no haberte sorprendido hablando con uno de sus cómplices de forma tan confiada y sumisa. ¡Mátenme! ¡Por dios matenme!
Shikadai lo amaba tanto que no solo no lo mataría sino que había empezdo a ir en contra de su propio círculo social para devolverle la paz.
- Te amo Inojin
- ¡Mentira!
- Te amo tanto que empecé a trabajar para hacer caer a varios de mi propio círculo social.
- No es cierto.
- Mi lealtad está contigo mi amor ¿oíste? Solo contigo. Y planeo demostrartelo.
Al llegar a casa, Shikadai practicamente arrastró a Inojin al interior de la mansion debido a que el rubio se resistía.
Dió órdenes estrictas al mayordomo de no dejar entrar a nadie ni tampoco podía permitirle salir a Inojin.
Cuando estuvieron en la habitación recién lo soltó, tras cerrar la puerta con llave. Las ventanas tenían rejas. Shikadai preparó el baño para su amado.
Inojin forcejeaba la puerta en un desesperado intento por escapar. Pero volvìa a estar encerrado. Golpeaba la puerta con sus manos llorando.
Shikadai lo abrazó ya que sabía que estaba experimentando un ataque de nervios.
- Inojin ¿qué fue lo que sucedió mi amor para que ya no confíes en mí?
- Te ví...
- Con Sora, lo sé. Pero solo estaba usandolo. Necesitaba sacarle información.
Inojin ya no sabía qué pensar ni qué creer. Sin fuerzas se arrojó a los brazos de su amado.
- Ayúdame entonces por favor.
- Inojin, mi amor.
- Choji me secuestró
- Te aseguro que lo haré pagar, solo confía en mí una vez más.
-Ayúdame Shikadai.