Capítulo 12

Antón llegó al cuarto de hotel de Cleo. La joven estaba totalmente lastimada en su corazón; ella amaba a ese hombre con toda su alma. A diferencia de Ana, ella no sabía que ese matrimonio era solo por una venganza. Enterarse de que Antón estaba casado con una mujer mucho más joven que ella le golpeó duro en su orgullo.

—¡Para de beber!

—No quiero. Yo solo quiero que me digas que no amas a esa mujer. Quiero que te divorcies de ella y te cases conmigo.

—No puedo —gruñó él.

—¿No puedes o no quieres? —preguntó ella mientras se acercaba. El silencio perduró en él.

Ella posó su bebida en el velador que estaba cerca de su cama y besó a Antón con mucha brusquedad.

—Hazme tuya por última vez.

Agarró las manos de él y las posó en sus nalgas mientras le besaba, ardiendo en deseo. Antón le dio cabida para que su lengua entrara. Cuando ya estaba por caer junto a ella sobre la cama, la imagen de Alexa apareció en su mente.

Con sus dos manos, la presionó de los hombros y la apartó de él.

—Lo siento, pero no puedo.

Después de eso, salió de la habitación, dejando a la mujer con todas las baterías recargadas.

—¡Antón, vuelve! —lo dijo con la voz ronca, que no trascendió hasta los oídos de él—. ¡Antón, no me dejes así! —gritó fuerte, pero su amado no se detuvo.

Para cuando llegó a la villa, su esposa ya se había dormido. Por largo rato contempló a la mujer que tenía una bata corta que dejaba al descubierto sus gruesas piernas y sus redondas nalgas. El corazón se le aceleró; no podía controlar el deseo que le provocó verla con ese cachetero tan corto bajo su delgada bata.

Alexa abrió los ojos y, al ver parada la imagen de un hombre frente a ella, se aterrorizó y cubrió su cuerpo con la delgada sábana. Antón se acercó a ella y se sentó al borde de la cama. Ella encogió sus piernas mientras el temor la embargó.

—No temas —dijo él mientras alzaba una parte de su pierna en la cama para quedar frente a ella.

—¿No temer? ¿Crees que no debería temer al hombre que quiere vengarse de mí y ha intentado abusarme?

Antón suspiró mientras bajaba la mirada; se sentía un patán por haber hecho todo lo que hizo. Alexa era tan inocente como una niña. Sin embargo, él y su madre querían cobrarle lo que otros habían ocasionado.

Siguió en silencio y lentamente fue alzando la mirada para prenderse en los ojos de Alexa. Fue acercándose más a ella hasta que esta fue rodando su cuerpo y quedó debajo de él.

Con el corazón acelerado, Alexa mantenía los ojos abiertos; se debatía en los pensamientos de si entregarse o no al hombre que le miraba desde arriba con un brillo en sus ojos. Llegó a la conclusión de que debía hacerlo, puesto que, si no lo hacía, su padre moriría.

—¿Por qué llegas a esta hora? —preguntó con la garganta agudizada.

Esa pregunta retrasó el avance que habían tenido. Antón dejó de mirarla y volvió al recuerdo de que esa joven era la hija del hombre que asesinó a su hermana.

—Estaba con Cleo —concluyó con firmeza a la vez que sacaba sus zapatos.

Alexa se alejó hasta el otro borde de la cama; un fuerte dolor en el pecho sintió con esa respuesta. Sin pensarlo, soltó lo que tenía en la punta de la lengua.

—No estaré contigo mientras tengas relaciones con otras mujeres. —Una vez que terminó la frase, no supo por qué había dicho eso.

Él sonrió de medio lado a la vez que cerraba los ojos, luego puso su rostro enojado y murmuró.

—¿Quién te crees para exigirme que no esté con otras mujeres? ¿Quieres que te recuerde que lo nuestro no es un matrimonio real?

Alexa tragó grueso y sostuvo las lágrimas, ahogándolas en su garganta. Tomó valor y también le respondió algunas cosas.

—Soy tu esposa, y mientras lo sea, no quiero ser una cuernuda.

Antón volvió a sonreír, ya que la escena de Alexa le estaba sonando a celos. Sacó sus medias, luego su camisa y su pantalón. Caminó semidesnudo hasta el clóset, donde puso su pijama.

—Está bien —replicó mientras se vestía—. Ese será nuestro trato. Siempre y cuando me des lo que ellas me dan —respondió con una sonrisa.

Ella asintió con la mirada clavada sobre la sábana.

—Entonces, ¿qué esperas? —preguntó a la vez que se paraba al lado de ella—. Empieza —replicó un tanto gruñón.

Al no obtener la respuesta de Alexa, la tomó del brazo con fuerza y la apegó a él. Ella giró su rostro para no toparse con el aliento que salía de él; era tan cálido y hacía resonar su corazón.

—¿Qué pasa? —rugió molesto—. Si es por lo de Cleo, no te preocupes, no pasó nada entre ella y yo.

Esa respuesta reconfortó el corazón de Alexa; lentamente fue girando su rostro para encontrarse con la mirada de él. Antón sintió ese flechazo en su pecho y, en segundos, unió sus labios con los de ella.

Le besó de manera apasionada y delicada; lentamente, ella fue llevando sus manos hasta la espalda de su esposo. Aquel tacto hizo que Antón se estremeciera. De un momento a otro, su promesa llegó a la mente.

«Mamá, ya no llores. Juro que cuando crezca me vengaré de esa familia y te daré una hija igual a Katy»

El recuerdo hizo que el beso, que estaba siendo apasionado, se transformara en brusco. Lo que Antón quería era lastimarla, y así lo hizo. La lanzó sobre la cama y luego cayó sobre ella; estaba dispuesto a abusar de ella para que sufriera como sufrió su madre, pero las palabras de Alexa lo detuvieron de inmediato.

—Es mi primera vez. Por favor, no lo hagas así...

Le miró a los ojos y esbozó un suspiro. Volvió a acercarse a ella y la besó delicadamente. Para ese entonces, la excitación ya había despertado y no tenía intenciones de detenerse.

No podía evitar acariciar cada rincón del cuerpo de su esposa. La deseaba como jamás había deseado a nadie. Cuando llegó besándola hasta el cuello, sintió la humedad que caía por su rostro. Alexa estaba llorando y eso lo hizo detenerse.

—¿Qué pasa? ¿No quieres? —preguntó molesto.

Ella giró su rostro, con las lágrimas desbordantes y formando ríos en su rostro.

—¿Qué más da si quiero o no? De todas formas, no me queda otra opción.

La respuesta de Alexa golpeó el orgullo de Antón, pues él jamás estaría con una mujer que no lo deseaba. Se levantó, agarró su ropa y se encaminó hasta la otra habitación.

Una vez que el portazo se escuchó, ella corrió al baño, abrió la ducha y empezó a restregar su cuerpo con mucha fuerza. Todas las caricias de Antón habían quedado en su piel. Nunca nadie la había besado y visto desnuda; se dejó caer sobre la ducha y lloró con mucha fuerza.

Antón había vuelto y escuchó el desgarrador llanto de la joven. No pudo evitar que las lágrimas desbordaran de sus ojos y maldecirse por ser un patán. Apretó su mandíbula y, junto con ello sus ojos, dejando desprender gruesas lágrimas. Volvió a regresar a la habitación y se tiró sobre la cama con un dolor en el pecho.

Al día siguiente, ambos despertaron tarde. Pasaron dando vueltas en la cama; él no podía dormir por las ganas que tenía de hacerla suya. Y ella no podía dormir de pensar en su padre; retrasar la intimidad con Antón solo le iba a traer problemas con su papá.

Antón entró por ropa a la recámara principal, pasó directo al clóset para arreglar su maleta. Había decidido volver a la capital. Quedarse en ese lugar solo haría que los sentimientos hacia ella crecieran.

—¿Qué haces? —preguntó ella al salir de la ducha.

—Regresaremos a la capital —contestó mientras guardaba la ropa.

Ella empezó a sacar la ropa de la maleta; recordaba claramente lo que le había dicho su suegra, y si volvían, la vida de su padre estaría en peligro.

—¿Qué mierda crees que haces? —gruñó, apretando los dientes.

—No quiero volver —lo dijo con valentía, parándose delante de él.

Antón aspiró el aroma que manaba del cuerpo de Alexa; su piel brillaba y se veía tan seductora.

—Dame otra oportunidad —pidió ella con la voz entrecortada.

—¿Otra oportunidad? —habló él, arqueando su ceja.

—Sí. Esta noche me entregaré a ti.

—¿Así? ¿Y volverás a llorar cuando ya estés desnuda?

Ella suspiró, dándole la espalda; soltó su toalla y dejó al descubierto su cuerpo. Antón tragó grueso mientras la observaba.

—Es mi primera vez; siempre la soñé especial.

Pronto sintió el cálido aire que manaba de la nariz de Antón sobre su nuca. Aspiró el aroma de ella y besó su hombro con delicadeza.

Alexa recogió su toalla y cubrió su cuerpo; se giró y esperó la reacción de Antón.

—¿Estás jugando conmigo? —gruñó molesto.

—No —respondió ella—. Si deseas mi cuerpo, al menos debo tener una primera vez inolvidable.

Antón forzó una sonrisa y suspiró.

—Está bien, la tendrás. Esta noche prepararé algo especial.

Dicho eso, se encaminó para salir de la habitación, pero el agarre de ella lo detuvo.

—Espera... —pidió mientras sostenía la mano de él.

El roce de sus manos hizo inflar el pecho de Antón; seguido, ella se acercó a él y le dio un beso, el cual no pudo rechazar. Cuando su excitación estaba creciendo, ella se soltó y habló.

—Quiero que me lleves a conocer las islas.

—¿Propones que pasemos el día juntos? —preguntó él, suspirando.

—Sí. ¿Hay algún problema?

—No, ninguno. Vístete; en media hora salimos.

Después de eso, salió de la habitación con una sonrisa que dejaba en claro lo feliz que se sentía. Tanto su corazón como su mente no paraban de recordar la escena en la que ella lo besó.

En cuanto a Alexa, ella se dejó caer sobre la cama sonriendo; ahora empezaría a usar su belleza para enamorar a Antón. Si lograba enamorarlo, le haría más fácil manejarlo. Aunque no podía negarse a sí misma que, en verdad, ese hombre le gustaba.

Dejar su cuerpo al descubierto delante de él solo fue una prueba para cerciorarse de que verdaderamente podía enloquecer a Antón.