Capítulo 20

—Amor —susurró él. Ya en la habitación, ella le miró, se acercó suspirando con una ancha sonrisa. Miraba a Alexa y no se la creía; le tomó de ambas manos y procedió a besarla.

—Te amo.

—Yo a ti —le respondió a la vez que unían sus labios.

Con la mirada impregnada, se acercaron, cerraron los ojos y se besaron con mucha delicadeza. Él la rodeó con un brazo desde la espalda y la alzó para quedar a su mismo nivel. Aquella noche se amaron como ninguna otra; los pálpitos de sus corazones resonaban con gran ímpetu.

—¿Puedo estudiar? —preguntó ella, temerosa.

—Sí, por supuesto. No quiero ser ese tipo de hombres que prohíbe a su esposa superarse.

Se miraron, sonrieron y se dieron un pico.

—¿Qué quieres estudiar?

—Medicina, ese era mi propósito antes de...

—Bien —la interrumpió—. Entonces, lo retomarás mañana mismo.

Dicho eso, Antón se acomodó sobre ella y procedió a entrar. Hizo fuertes movimientos; sus ojos brillaban mientras se miraban. Suspiran e inhalaron el mismo aire que expulsaron.

—Amor, no quiero tener hijos.

Aquello hizo detener al hombre, y se tiró a un lado, suspirando con pesadez. Le regresó a ver.

—Al menos por ahora. No quiero —dijo ella sin titubear.

—¿Por qué?

—Quiero terminar mi carrera —dijo ella mientras acomodaba su barbilla en el pecho de su amado.

—¿Ocho años? ¿Quieres que espere ocho largos años para tener un bebé?

—No, al menos la mitad.

—Lo hablaremos después —le respondió mientras volvía a subir sobre ella.

Volvieron a hacer el amor; entrelazaron sus dedos y se amaron durante varias horas.

Al día siguiente, él se levantó con una ancha sonrisa, arregló su corbata, besó a su esposa y bajaron a desayunar.

—¡Buen día, madre!

—¡Buenos días, señora!

—¡Buenos días! —respondió Carlota—. ¿A dónde van?

—Yo, a la oficina —agarró la mano de Alexa y la besó—. Ella, a la universidad.

La mujer se mordió la lengua y se retorció de la rabia.

—Si Alexa estudia, no podré tener a mi nieta.

—Señora, yo... —Antón detuvo a su esposa y habló—. Mamá, será después de que Alexa termine su carrera.

—¿Y qué piensas estudiar, Alexa?

—Medicina —respondió la joven y se quedó mirando la reacción de su suegra.

—Es una rama muy larga, pero bueno, es decisión de ustedes —fingió sumamente bien.

Después de eso, la pareja salió de la mansión. Antón dejó a su esposa en la puerta de la universidad, bajó del auto y la besó con mucho amor.

—Antón? —Él sonrió y abrazó a Alexa.

—¿Qué es esto?

—Te lo explicaré esta noche —dijo él a la vez que se paraba enfrente de su esposa y la besaba—. Te amo.

Segundos después regresó a ver a su gran amigo.

—Te espero esta noche en casa a las 8.

—Está bien, ahí estaré —respondió Mikel—. ¿Quieres que te enseñe la facultad?

Ella miró a Antón y él asintió.

—Cuida a mi esposa —dijo mientras sonreía.

Dicho eso, se marchó a la oficina; tenía muchas cosas que hacer. En cuanto Alexa y Mikel caminaron por toda la universidad antes de que inicien las horas de clases.

—Me alegra que Antón haya recapacitado.

—A mí también.

—Ahora eres mi cuñada.

—¿Por qué?

—Porque Antón es mi hermano.

—¿En serio?

—Ja, ja, no de sangre. Si es lo que te imaginas.

Ella sonrió con ingenuidad. Después de eso, cada uno buscó su salón. La felicidad no cabía en su corazón. Estudiar en la universidad era su sueño y lo estaba logrando, pero jamás pensó que estudiaría en la mejor universidad de la capital, donde solo estudia gente de clase alta.

Por la tarde, él la pasó recogiendo las miradas de todas las universitarias. Ver a Antón retirar a una joven universitaria las asombró y murió de envidia.

Cuando la noche cayó, Hanson y Mikel se hicieron presentes en una celebración que Antón había preparado.

—Bro, ¿por qué nos invitas a tu casa? Mejor vamos a un antro.

—No. Porque tengo un anuncio que hacerles, y en un antro no podré compartir mi felicidad con mis dos amigos.

—Estás raro. ¿Qué te traes? —replicó Hanson confundido.

—Tranquilo, ya lo sabrás —dijo Mikel.

—O sea, ¿tú ya sabes cuál es el motivo de esta reunión?

—No, y sí.

Ambos rieron y se palmaron las espaldas mientras Hanson les observaba confundido. Minutos después, bajó Alexa y el corazón de Antón se aceleró.

—Buenas noches —dijo ella a la vez que unía su mano a la de su esposo.

Hanson tragó grueso y sus ojos se iluminaron ante la belleza de Alexa; bajó su mirada hasta la mano unida de ellos dos.

—¿Ustedes? No me lo creo.

—Sí. Ella y yo... estamos enamorados —dijo a la vez que la besaba delante de sus amigos.

—Hermano... Te felicito.

Mikel lo abrazó a la misma vez que palmaba su espalda. En cuanto a Hanson, él se quedó mirando a Alexa.

—Es una broma, ¿verdad? Tú la odiaste, me dijiste...

—Hanson... Eso quedó en el pasado. Me enamoré de Alexa y nuestro matrimonio será hasta el día de nuestras muertes.

—Bro, no lo puedo creer, es la hija...

—¿No compartes mi felicidad? —preguntó Antón, absurdo amigo Hanson.

—Lo siento, bro, pero no puedo. Creo que esta mujer te engatusó igual que su...

—Basta —le agarró con ambas manos y lo sacudió de la camisa—. No voy a permitir que hables de eso esta noche tan especial para nosotros.

—Bien. Entonces me voy.

Hanson sacudió su camisa blanca con bolitas negras y salió de la mansión. Antón suspiró mientras lo veía marcharse. Hanson era como su hermano, al igual que Mikel; verlo marcharse sin compartir la felicidad con él le partió el corazón.

—Déjalo, mañana más calmado te buscará —dijo Mikel, presionando el hombro de su amigo.

—Eso espero, Mikel.

Regresó donde su esposa, sonrió y siguieron celebrando. Le contó a Mikel cómo sucedió y cómo empezó a enamorarse de Alexa. Los grandes planes que tenían y su amigo le apoyó sin pensarlo dos veces.

—Hanson, ¿por qué no estás en la sala?

—Señora Carlota.

La mujer se acercó a él y lo rodeó hasta pararse frente a él.

—¿Te peleaste con Antón?

—Algo. ¿Por qué lo permitió? —preguntó el joven.

—¿Qué cosa?

—La relación de Antón y la hija del asesino de Katy.

—Ah, eso no durará mucho.

—Me pareció verlo muy decidido; hasta se molestó conmigo por recordarle el pasado.

—Eres un buen amigo; sabes lo que le conviene y lo que no le conviene a mi hijo.

—Ya sé. Lo quiero como mi hermano.

—Entonces me ayudarás, ¿verdad?

—Por supuesto, solo dime, ¿cómo? ¿y en qué?

—Vuelve a la sala, felicítalo y mañana tú y yo nos reuniremos.

Mientras las tres personas de la sala reían, Hanson apareció de improviso, suspiró y abrazó a su amigo.

—Perdón, bro, yo...

—Hermano, gracias.

Después de abrazar a Antón, miró a Alexa y le pidió disculpas. Ella las aceptó y siguieron con su velada. Desde la distancia, Carlota observaba a los cuatro jóvenes; los planes que se cruzaban por su mente eran macabros.

—¿Más vino, Antón? —preguntó Hanson.

—No.

—¿Tú, Mikel?

—Una más... —respondió el futuro doctor.

—Ja, ja, esto es admirable; el doctor está tomando más de lo normal.

—La ocasión lo amerita —respondió a la vez que alzaba la copa y brindaba por su amigo.

Pasadas las 12 de la noche, la pareja subió a la habitación y los amigos se marcharon. Ya en la habitación, volvieron a desnudar sus cuerpos. La dopamina creó sentimientos de euforia, mientras que la adrenalina empezó con el golpeteo del corazón. Tomó la mano de ella y la posó en su pecho; abrió los ojos y murmuró:

—¿Quieres casarte conmigo por la iglesia?

Alexa abrió los ojos y se enredó en la mirada de su amado. Casarse por la iglesia era otro de sus grandes sueños.

—Amor... No crees que es pronto.

—No. Te amo y te quiero llevar al altar. Eres la única mujer que he amado. ¿Quieres? —volvió a preguntar.

—Sí. Sí quiero.

Ella mordió su labio y él rodó sus manos que sujetaban la cabeza de su amada. Las posó en las nalgas y procedió a alzarla sobre su cintura. Una vez ahí, alzó su mirada, rosaron sus narices, procedieron a besarse y desnudar sus cuerpos para amarse bajo el grueso plumón.

Al día siguiente, Antón, junto a su madre, visitaron a Ramiro. El hombre aún mantenía la mirada perdida. Pasó unos minutos hablando a su padre, pero aquel hombre parecía no escuchar. Cuando estuvo por marcharse, el fuerte apretón en su mano le hizo detenerse.

—Yo... Yo la maté. ¡Yo la maté! —gritó Ramiro.

—¿De qué hablas, papá?

Una vez que Carlota se paró tras de Antón, el hombre se volvió histérico e intentó abalanzarse sobre la mujer. Los enfermeros empezaron a atarlo y procedieron a inyectar un calmante.

El corazón de Antón se desboronó al ver a su padre en ese estado; un nudo se estancó en la garganta y un fuerte dolor en su estómago le hizo inclinarse.