Tan pronto como llegaron al hospital, Mikel volvió a tomar la mano de Alexa, pero esta vez ella se soltó.
—Dime, ¿qué sucede? ¿Qué hacemos aquí? Y no vuelvas a tomar mi mano; ya sabes cómo se molestó ayer Antón.
—Está bien, lo siento, pero tu mamá te está esperando en la habitación 143.
—¿Mi mamá? ¿De dónde le conoces?
—Solo entra.
Ella caminó tras el doctor y subieron hasta la habitación de su padre.
—Doctor, usted me está diciendo que mi esposo no podrá caminar y que tampoco nos recuerda.
—El movimiento de las piernas es por el coma; los músculos están entumecidos. Una vez que reciba las terapias, recuperará la movilidad. En cuanto a los recuerdos, usted y toda su familia deberían ayudarle.
—¿Esas terapias son caras?
—Sí, pero existe una fundación donde le pueden ayudar. Pero no todo es color de rosa; necesita hacer grandes filas para poder obtener la ayuda.
Segundos después, Raquel salió sin ánimos. El dinero siempre había sido un problema en su familia, ni cómo pedir ayuda al esposo de Alexa. Si gracias a esa familia tuvo que vender su cuerpo para darle de comer a su hija y mantener con vida a su esposo.
—Mamá, ¿estás bien? ¿Qué haces aquí? ¿Le pasó algo a papá?
—Hija...
Ambas se abrazaron y se sentaron. La incertidumbre la estaba embargando y pidió a su madre que hablara sin rodeos.
—Tu papá despertó.
—¿Qué?
Se levantó de un solo y gritó con euforia; la alegría se apoderó de todo su cuerpo y no sabía cómo celebrarlo.
—Mamá, llévame donde está papá.
—Hija...
—¿Qué sucede? ¿Por qué está así?
—Tu padre no reconoce a nadie; tampoco puede moverse.
—Eso no importa. Lo que importa es que tenemos a papá de vuelta con nosotras. ¿Sabes lo que eso significa, mamá? Estaré libre de esa familia.
—Pero tú amas a Antón. Oh, ¿aún sigue tu plan de enamorarlo para así poder manejarlo a tu antojo?
Alexa se quedó en silencio por unos segundos. Lo que le sacó de los pensamientos fue la voz de Antón.
—¿Es verdad lo que tu madre está diciendo?
Alexa regresó a ver a su esposo, quien permanecía con los ojos empapados de lágrimas.
—Antón, no...
—Entonces tu madre es mentirosa.
—No escuchaste bien... —intervino Raquel.
—Cállese, no le pregunté a usted, le pregunté a ella. Responde, maldita sea.
La tomó de los hombros y la sacudió. Cerró los ojos para limpiar la visión y poder mirarle cuando le dijera de sus propios labios que aquello era cierto; tenía una esperanza de que dijera que era una mentira.
—Amor, eso fue al principio...
Él sonrió con decepción; la confirmación de lo que había escuchado rompió su corazón. La empujó con mucha fuerza, se giró para marcharse, pero ella le detuvo del brazo.
—Antón, te amo.
—No me interesa tu maldito amor —rugió y se soltó con brusquedad, caminó empujando a Mikel, que estaba regresando de la habitación.
—Antón, ¿por qué estás así?
Lo sostuvo del brazo y, de igual forma, se soltó con brusquedad. Se paró frente a su amigo y le habló apretando los dientes.
—No me vuelvas a tocar. ¿Te gusta mi esposa? Pues bien, te la regalo.
—Pero...
Confundido, se quedó sin saber qué había pasado. Quiso seguirlo, pero su gran amigo se alejó a toda prisa. Luego vio a Alexa ir tras de él.
—Antón, espera. Debemos hablar; no puedes irte así.
Le tomó del antebrazo antes de que ingresara al auto. Él se soltó de su agarre y la presionó con mucha potencia con ambos brazos.
—Eres igual a tu madre, una cualquiera que prefiere vender su cuerpo a cambio de conseguir lo que se propone por medios leales.
Aquellas palabras le hirieron el corazón; los ojos de Alexa se inundaron.
—¿Por qué hablas así? No voy a permitir que digas cosas feas de mi madre.
Su voz sonó quebrada y delicada. Antón tenía la misma mirada de la primera vez que lo conoció; estaba lleno de rencor.
—¿Por qué? Porque es la verdad —sonrió al soltarla con un leve empujón—. Eres la hija de una prostituta que vende...
Una bofetada cayó en el rostro de Antón; se quedó con la mandíbula apretada y la frase por completar.
—¡Mamá trabaja de camarera y jamás haría tal cosa!
Él presionó con su mano derecha el rostro delicado de Alexa y la recostó contra el auto.
—Escúchame bien, niña tonta. Que sea la última vez que te atreves a alzar tu mano para golpearme. En cuanto a tu madre, estás engañada. Lleva años siendo una prostituta y si no me crees, pregúntale a ella. No te quiero volver a ver —rugió mientras la apartaba de su camino.
Ella se quedó ahí, mirando a su esposo partir. Sintió un hoyo en su estómago; había perdido las fuerzas, sintió una debilidad en las piernas y Mikel la sostuvo desde un costado.
Él, mientras manejaba, la miraba por el espejo. Al ver a su amigo tomarla por la cintura, apretó el volante y aceleró su salida. Antón se alejó de la ciudad hasta llegar a un lugar solitario. Gritó y golpeó su mano contra el auto por ser un idiota y confiar en Alexa. Su ego fue pisoteado y derrotado al saber que fue usado; no aceptaba la ingenuidad por la que se dejó llevar.
En cuanto Alexa regresó hasta donde estaba su madre, no le reclamó nada; prefirió esperar a llegar a casa. Entró a ver a su padre y lo abrazó con gran ímpetu, le besó alrededor del rostro y Axel le miraba con incredulidad.
—Papito, gracias por regresar. Te extrañé tanto.
Recostó su cabeza sobre el pecho del hombre que permanecía perdido en sus pensamientos. Al ver el cariño con que aquella jovencita le trataba, se sintió contento; al menos sabía que alguien le amaba, aunque no recordara nada.