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Casino “Elixir del deseo"

(Después de unos minutos de camino, llegaron al casino, que se situaba a las afueras de la ciudad.)

Llegamos — dijo la mujer mientras bajaba.

Señor, ¿está seguro de esto? — preguntó Carlos.

Sí, además hay mucha gente y necesito establecer contactos aquí en el norte. Tú decides si te quedas — respondió Roberto con una sonrisa mientras bajaba y se dirigía a la puerta del casino.

Carlos, tras confirmar que su jefe todavía quería entrar, no tenía más remedio que seguirlo. Una vez dentro, la chica los llevó a una sala VIP donde iban a hablar con Samuel.

En un momento viene mi jefe, pero mientras tanto pueden ir apostando en esta pelea —dijo ella, saliendo de la sala, pero dejando entrar a otra chica que sería la encargada de cobrar las apuestas y atender cualquier petición.

Hola, señores, mi nombre es Jess. Estoy aquí para servirles en cualquier cosa que necesiten — les dijo la joven al ingresar.

Mucho gusto, Jess — saludaron ambos al unísono.

¿Quiénes están peleando? — preguntó Roberto con curiosidad.

Están peleando El Tigre y La Bestia —respondió ella, señalando a los peleadores al mismo tiempo.

¿Están comenzando o ya va a terminar? —volvió a preguntar Roberto.

No, ya llevan un tiempo; creo que hasta ya van a terminar — replicó la chica con una sonrisa.

Apuesto veinte mil que gana El Tigre — dijo Roberto mientras lo señalaba con su tarjeta.

¿Tú vas a apostar? — le preguntó Roberto a Carlos.

Sí, por La Bestia — respondió Carlos, seguro de su elección.

Si quieren, ya pueden pagar — les indicó la chica mientras sacaba de su bolsa una terminal de tarjetas.

Una vez que Roberto y Carlos pagaron, Samuel, que estaba en la otra sala con su asistente, se emocionó mucho al ver que empezaban a apostar. Mientras tanto, en el ring, después de cinco minutos, terminó la pelea y ganó El Tigre.

¡Wow, señor, ganó! — Carlos estaba asombrado y emocionado.

Era obvio; mientras tú te dejaste llevar por el físico, yo me guié por la agilidad. El Tigre estaba cansando a La Bestia y, cuando lo logró, lo noqueó — le explicó Roberto a Carlos mientras cobraba lo ganado, que eran unos 200,000.

.....

(Luego de un tiempo, Samuel ya estaba enojado porque había perdido con Roberto casi la misma cantidad que su primo. Su estrategia era hacer que Roberto ganara tres veces seguidas para que se confiara y apostara millones, así él haría que perdiera a propósito el luchador por el que apostaría Roberto. Pero lo que no tomó en cuenta fue que todas las apuestas de Roberto habían sido menores de 500,000 y, cuando hacía que el luchador que había apostado perdiera para ver si lo hacía apostar más, bajaba la cantidad que apostaba a la mitad de la anterior, lo que provocó que Samuel se enfureciera.)

Y otra vez volvió a ganar quinientos mil. ¿Qué va a hacer, señor? — preguntó la asistente de Samuel.

Voy a apostar ciento veinte mil millones por El Relámpago — exclamó Samuel, visiblemente enojado.

Señor, ¿en serio? — la asistente estaba preocupada al ver que él estaba fuera de sí.

¡Sí! ¿Algún problema? — le gritó Samuel.

No, no, para nada — respondió la asistente, asustada, mientras pasaba la tarjeta.

(En la otra sala, Jess informó a Roberto que alguien había apostado ciento veinte mil millones, aunque no le dijo quién, Roberto ya suponía quién había sido.)

{Ya se estaba tardado, jajaja} — pensó Roberto mientras le decía a Jess —. Entonces apuesto doscientos mil millones por El Toro — le afirmó mientras le entregaba su tarjeta.

(Luego, Roberto le mandó un mensaje a alguien. Mientras tanto, en la otra sala, Samuel brincaba de la emoción.)

Ordena al Toro que pierda — Samuel sonrió, señalando al luchador mientras daba la orden.

Sí, señor — respondió uno de los guardias.

(Pasaron varios minutos durante los cuales se extendió un baño de sangre por todo el ring, pero cuando El Relámpago iba a dar su último golpe...)

¡Sí! — gritó emocionado Samuel.

(El Toro esquivó el golpe y lo noqueó con una patada en la cabeza, ganando.)

¡¿Qué?! — Samuel estaba aturdido.

{Mensaje al Secretario de Defensa: Estoy en el Casino Elixir del Deseo. Aposté por El Toro, así que no puede perder.} — recordó Roberto.

De pronto, se escuchó un disparo.

Bam...