Aiko aún sentía el ardor de las heridas en su cuerpo, pero su mente estaba enfocada en las pistas.
Rebeca: Aiko, sé que estás cansada, pero ¿segura que estarás bien sola?
Aiko: No tengo opción Rebeca, Si Arata sigue vivo, no puedo quedarme quieta.
Rebeca suspiró al otro lado de la videollamada, pero antes de responder, su expresión cambió.
Rebeca: Espera... Aiko, ¿qué es eso?
Aiko frunció el ceño
Aiko: Rebeca por favor, no estoy de humor para bromas, por favor concéntrate
Rebeca: Aiko, lo digo en serio, mira por la ventana, Hay algo... algo volando cerca de ti
El estómago de Aiko se encogió y cuando giró la cabeza sintió un escalofrío recorrerle la espalda, Un drone flotaba justo afuera de su ventana, sus luces rojas parpadeando en la oscuridad
Antes de que pudiera reaccionar, el drone descendió lentamente y arrojó algo en el alféizar de la ventana antes de alejarse rápidamente.
Aiko se apresuró y recogió el objeto: un sobre con una pequeña memoria USB dentro sin ninguna marca.
Rebeca: ¡No la abras aún! Podría ser peligrosa
Aiko: Lo sé... pero no tengo otra alternativa
conectó la USB a la laptop y había un solo archivo dentro, Un video.
Con el corazón latiendo con fuerza, Aiko le dio play.
La pantalla se llenó de estática por unos segundos, hasta que una imagen borrosa apareció, Un pasillo oscuro, luces parpadeantes y sonidos de máquinas zumbando en el fondo.
Y luego una voz distorsionada recitó otro poema:
Donde la lluvia nunca cesa,
y el trueno canta en el metal,
allí la jaula del lobo se forja,
esperando la tormenta final.
Aiko sintió su respiración entrecortarse.
Rebeca: Esto es... otra pista, ¿cierto?"
Aiko: Sí. Y nos está guiando a algún lugar.
Aiko: ¡¿Qué demonios?!
De pronto La usb comenzó a echar humo
Rebeca: ¡Aiko, apaga la laptop Tal vez intentaron rastrearte!
Aiko se levantó de golpe y desconectó todo. Su respiración era agitada. Quien sea que le había enviado ese mensaje quería ayudarla… pero también estaba jugando con ella.
El poema seguía resonando en su cabeza.
Donde la lluvia nunca cesa, y el trueno canta en el metal...
Aiko apretó los puños.
Esto no ha terminado, Aiko escribió las frases en una libreta que estaba en la cocina para analizar cada palabra con detenimiento.
Aiko: Donde la lluvia nunca cesa...
Lo primero que le vino a la mente fueron los sectores industriales de la ciudad, Lugares donde la contaminación y el vapor de las fábricas creaban una espesa niebla
Aiko: El trueno canta en el metal...
¿Trueno? ¿Electricidad? Pensó en fábricas, en subestaciones de energía… en lugares donde el metal resonaba con cada descarga.
Aiko: Lluvia... trueno... metal...
Sacó su teléfono y buscó mapas de la ciudad con las ubicaciones de los edificios abandonados más cercanos a su zona, y de repente encontró un edificio que encajó a la perfección
El depósito de chatarra Okamura.
Un enorme complejo abandonado después de que un rayo impactara su infraestructura hace 20 años, provocando un incendio que la dejó inoperable para siempre
Aiko: Esa debe ser la jaula del lobo...
Se levantó de la silla con decisión, guardando sus cosas en una mochila tomó su teléfono y le hizo una breve videollamada a Rebeca
Aiko: al fin lo resolví
Rebeca: que, que cosa
Aiko: el poema que escuchamos en mi laptop
Rebeca: y que era
Aiko: el depósito de chatarra okamura
Rebeca: "Aiko, ¿estás segura? ¿Vas a ir tu sola?"
Aiko: No puedo esperar más, Rebeca. Si esta pista me lleva a Arata, no pienso perder la oportunidad.
Rebeca dudó unos segundos antes de suspirar.
Rebeca: Está bien... pero ten cuidado. Si algo raro pasa, dime de inmediato.
Aiko asintió y cortó la llamada. Su próximo destino estaba claro: el depósito de chatarra Okamura.
Pero mientras recogía sus cosas, no notó que había un mensaje que apareció fugazmente antes de que su computadora se apagara definitivamente
Vas por buen camino
Aiko salió de su casa con paso firme, sintiendo el peso de la noche sobre sus hombros. Su cuerpo aún estaba adolorido, pero la adrenalina y la determinación la mantenían en marcha.
Su porche del 2003 la esperaba en la entrada. Un auto viejo, con algunos rayones y un motor que tosía cuando lo encendía, pero nunca la había dejado tirada.
Se subió al asiento del conductor y encendió el motor. El ronroneo familiar del auto le dio una extraña sensación de seguridad.
Aiko: bien... Vamos
Ajustó los espejos, encendió las luces y pisó el acelerador, El depósito de chatarra Okamura no estaba tan cerca de ahí, pero si evitaba las carreteras principales, podría llegar sin llamar la atención.
Las calles de la ciudad pasaban a su alrededor como sombras borrosas, Los semáforos titilaban en la madrugada, los letreros de neón parpadeaban, y los callejones oscuros escondían secretos que prefería no descubrir.
Aiko encendió la radio para llenar el silencio.
Reportero: …Y en otras noticias, las autoridades siguen sin pistas sobre el paradero de…
Giró la perilla antes de que el presentador terminara y sintonizó una estación de jazz suave, No quería escuchar sobre desapariciones, asesinatos o estupideces de políticos... No esa noche.
El camino se hacía cada vez más solitario mientras se alejaba del centro, La ciudad se transformaba en una zona industrial abandonada, con fábricas oxidadas y fundiciones en ruinas,
Finalmente divisó su destino a la distancia: el depósito de chatarra okamura
Un enorme esqueleto de metal ennegrecido por el tiempo y el fuego, con chimeneas altas como lápidas en la oscuridad.
Aiko redujo la velocidad y apagó las luces antes de estacionarse a unos metros. No quería alertar a ningún guardia de seguridad si es que había alguien dentro
Apagó el motor y se quedó en silencio, El viento soplaba entre los edificios, arrastrando consigo el olor a óxido y humedad.
Aiko bajó del auto, cerrando la puerta con cuidado. El sonido de sus botas sobre el pavimento fue lo único que rompió la calma.
Aiko: {solo aguanta arata, en cuestión de tiempo te llevaré a casa y terminaré tus reparaciónes y mejoras}
Sacó su teléfono, encendido la linterna y avanzó perdiéndose entre las sombras del depósito
Aiko avanzó con cautela hasta la entrada principal de la fundición, Las puertas metálicas estaban cerradas con un grueso candado con contraseña numérica y una cadena reforzada
Aiko: Por supuesto… No podía ser tan fácil.
Probó jalar la cadena, pero estaba bien asegurada, Forzar la entrada no era una opción: demasiado ruido, demasiado evidente.
Miró a su alrededor, buscando otra forma de entrar, Sabía que meterse ahí era ilegal, pero en ese momento, la ley era lo último que le importaba.
Aiko: Si estoy haciendo esto, más vale que valga la pena.
Rodeó la estructura, pasando por un montón de chatarra y vigas oxidadas, Las ventanas del primer piso estaban tapiadas, pero las del segundo nivel no todas Ahí estaba una ventana rota, con los vidrios astillados en los bordes, lo suficientemente ancha para colarse,
Aiko respiró hondo, Tendría que trepar.
Buscó un punto de apoyo: un viejo contenedor de basura, una pila de tuberías y una escalera de emergencia medio desprendida, Nada de eso se veía seguro, pero no tenía opción.
Se subió al contenedor, sintiendo cómo se tambaleaba bajo sus pies con un pequeño salto, agarró el borde de la escalera de emergencia y empezó a subir, cada peldaño crujiendo bajo sus pies.
Cuando llegó a la ventana, sacó su chaqueta y la usó para cubrir los bordes afilados antes de deslizarse dentro.
Aterrizó en el interior del depósito de chatarra con un golpe sordo.
Oscuridad, Polvo y Un olor rancio a oxido y humedad la rodeaba.
Se puso de pie y encendió la linterna de su celular, El haz de luz reveló el interior: maquinaria vieja, restos de herramientas y un piso cubierto de ceniza,
Y entonces lo escuchó, Un ruido, Leve.
Como si alguien más estuviera ahí.
Aiko apagó la linterna y se quedó inmóvil, el corazón martillando en su pecho.
No estaba sola, Aiko contenía la respiración, tratando de identificar de dónde provenía el sonido, pero Nada, Solo el eco de su propia tensión rebotando contra las paredes oxidadas.
Sacó su celular de nuevo, esta vez con más cautela, Iluminó el suelo y vio algo entre la ceniza y los escombros.
Un par de guantes sin dedos color negro.
Aiko los reconoció de inmediato, Eran los guantes sin dedos de Arata.
Aiko los recogió con cuidado, Todavía estaban tibios.
Aiko: Esto no tiene sentido…
Antes de que pudiera analizarlo más a detalle, una sensación extraña recorrió su espalda.
Un leve "click".
El suelo bajo sus pies cedió de repente.
Aiko reaccionó por instinto, lanzándose hacia un lado justo antes de que una trampilla oculta se activara, aparentemente estaba dentro de una compactadora para autos y no lo sabía
Rodó hasta quedar de espaldas, su pecho subiendo y bajando con rapidez.
Aiko: ¿Qué demonios…?
Aiko debía recorrer con más cautela el depósito
Aiko sostuvo los guantes de Arata con más fuerza y miró a su alrededor con renovada desconfianza.
No solo ella está aquí,
Alguien más sabía que vendría, y no tenía intención de dejarla salir
Aiko exhaló con fuerza, La adrenalina aún corría por sus venas pero sabía que no podía dejarse llevar por la prisa.
Se puso en pie lentamente, asegurándose de no hacer ningún ruido sospechoso, no podía confiar demasiado en su entorno.
Aiko levantó la mirada, Los antiguos muros del depósito de chatarra se alzaban a su alrededor, oxidados pero aún imponentes, Las vigas de acero parecían lo suficientemente estables… tal vez podría encontrar una ruta alternativa por ahí.
Aiko se movió con cautela, apoyando su peso en el suelo con cada paso Buscó una salida diferente, una ventana alta, una escalera rota, cualquier cosa que le permitiera evitar la entrada principal y los guardias de seguridad, Entonces, lo vio
Un viejo montacargas abandonado.
Estaba al otro lado de la habitación, cubierto de polvo, si es que funcionaba podría llevarla a la planta alta y darle una mejor vista del lugar.
Pero antes de moverse, notó algo extraño.
La huella de una mano mascada en el cristal polvoriento de un auto.
Alguien pasó por aquí hace poco.
Aiko se tensó, No estaba sola.
Se escondió detrás de una pila de chatarra y escuchó con atención, cuando de repente los escuchó, pasos Lejanos, lentos pero constantes.
Alguien más se movía dentro del depósito de chatarra y con un susurro Aiko se preguntó
Aiko: ¿Quién será?
Aiko estaba demasiado paranoica y estresada como para pensar claramente, tenía que tomar una decisión rápido