A pesar de lo cansada que estaba Lluvia, de lo mucho que necesitaba un respiro, aún se sentaba en el suelo y hacía circular su esencia. Su cuerpo estaba absolutamente inmóvil, pero su alma era como un torbellino desenfrenado.
En el corazón del torbellino, la esencia del alma estaba siendo refinada hasta convertirse en forma sólida por la aplastante presión. Ya había allí muchos granos resplandecientes, brillando como gemas mientras giraban y colisionaban. Lluvia casi podía oír el sonido melodioso de las campanadas y sentir su alma temblar levemente con cada choque.
Sin embargo, las brillantes gemas todavía no podían fusionarse. No había suficientes de ellas para que eso sucediera.
Tenía que crear más.
Pero era un proceso tan lento y arduo...