Premio de consolación

Nos vamos de las gradas. Miro de reojo a las gemelas. Siguen grabando combates para las demás. Y para ellas. Después las recogeré. Nosotros nos vamos para encontrarnos con Fen Huan.

–Ha sido un buen combate. Tengo que convencer a alguien de la etapa cuatro para entrenar. Creo que podría llegar a defenderme de los ataques de ese nivel con un poco de práctica– explica ella.

Más que afectada por perder el combate, parece emocionada por lo que ha aprendido. Queriendo volver a entrenar. Superar las dificultades que le ha puesto su adversario. No pone excusas por haber perdido.

–Esta es nuestra Huan'er…– suspira Bi Lang.

–No lo estás haciendo bien. Deberías mostrarte triste y deprimida para que Kong te consuele– sugiere Bi Lang.

–¡Ah!– abre mucho los ojos Fen Huan. Me mira queriendo parecer triste.

–Demasiado tarde– intento no reírme, aunque no lo consigo mucho.

–No le hagas caso. Lo prometió– le asegura Pen en voz baja. Aunque todos la oímos.

Me vuelve a mirar, expectante. Le sonrío. Es suficiente como respuesta.

–Dejad de flirtear…– se queja Ye Bi.

Fen Huan se sonroja. También Yan Xiulan. Las demás sofocan sus risas. Yo me encojo de hombros.

Es normal que nuestra joyera sea tímida. No lo es tanto de nuestra masoquista. Pero en público, se muestra mucho más retraída. Quizás por eso les gusta molestarla cuando tienen la oportunidad. Bromear. Reconozco que es una tentación difícil de resistir. Yo mismo me declaro culpable de hacerlo más de una vez.

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Bei Liu, Bi Lang, Pen, Fen Huan y yo llegamos frente a la cabaña de Fen Huan. El resto se han despedido antes. Después de charlar y bromear.

Fen Huan ha recibido muchos elogios por su combate. A pesar de haberlo perdido. Ha querido parecer imperturbable. Pero era evidente que estaba emocionada y avergonzada.

–Nos llevamos a Pen. Hace días que tenemos pendiente terminar un vestido. Muy cortito y ajustado, como te gustan– me guiña el ojo Bei Liu antes de besarme.

–Os dejamos solos. Sed buenos. O mejor, sed malos– se despide también Bi Lang. También me besa y me guiña un ojo.

–Pasadlo bien– nos desea dulcemente Pen.

Nos coge de las manos a los dos a la vez. Nos besa a los dos en la mejilla. Y sonríe. Preciosa. Luego se va con las otras dos. Seguro que traman algo. Dudo que lo del vestido sea lo único.

Fen Huan me mira indecisa. La cojo de la mano. La llevo dentro de su cabaña. Cierro la puerta detrás de ella. La atraigo hacia mí.

Mis labios reclaman los suyos. No se resiste. Se estremece ligeramente cuando mis manos agarran sus nalgas. A la vez que mi lengua encuentra la suya. Y qi la recorre.

Sus manos no tardan en estar alrededor de mi cintura. Sus pechos se aplastan contra mí. Aunque están extraños. Duros. Tiesos. Tendré que descubrir el misterio.

Podría atarla o torturarla. Pero hoy me apetece ser dulce con ella. A lo que no se niega. Sé que le encanta hacerlo así de vez en cuando. Sobre todo, si estamos solos

Me separo y la cojo en brazos. Se sorprende por un instante. Pero enseguida se acomoda. Su mano en mi mejilla. Sus ojos mirando fijamente los míos. Sus labios demasiados tentadores como para no volver a reclamarlos.

La dejo suavemente sobre la cama. Sin soltar sus labios en ningún momento. Gateo sobre ella. Mientras mis manos abren los botones de su camisa. Medio abierta, descubro una camiseta debajo. Aún no he llegado al misterio de sus pechos.

Sonrío cuando nuestros labios se separan. Ella me devuelve la sonrisa. Algo roja. Aunque no de timidez. Más bien, de excitación. Sus ojos denotan expectación. Lujuria.

Me levanto. Llego hasta su pie derecho. Estiro para sacarle la bota. Luego la otra. Ella me mira con deseo. Me vuelvo a acercar. A besarla durante medio minuto. Antes de volver a levantarme

Mientras la besaba, he desabrochado sus pantalones ajustados. Ahora, los estiro. Descubriendo sus preciosas piernas de piel clara. Es increíble que sea tan suave. Su técnica de cultivación es realmente eficiente. No hay rastro de las marcas de latigazos u otras torturas. Solo hay unas bragas negras aterciopeladas. Semitransparentes. De encaje

–¿Llevabas esto para mí?– la provoco.

Ella asiente. El rosa intenso de sus ojos está fijo en mí. Mientras me vuelvo a acercar. Mientras le desabrocho despacio los botones restantes de la camisa. Mientras mi otra mano acaricia su muslo. El exterior de su vagina sobre la tela. Tentándola. Excitándola. Como demuestra una pequeña mancha húmeda en las bragas.

Tras sacarle la camisa, compruebo el tacto de sus pechos. Siguen duros. Así que subo su camiseta. La saco por su cabeza. Pero no del todo. Dejo sus brazos atrapados.

Ella me mira. Sin intentar soltarse. Totalmente entregada a mí. Yo vuelvo a besarla. Ella responde apasionada. Aunque no con sus manos. Todavía inmovilizadas.

Sobre sus pechos, descubro una banda de tela que los aprisiona. Se siente más cómoda así para luchar. Aunque otras veces usa un sostén especial.

La desenrollo poco a poco. Una y otra vez. Estoy tentado de estirar y hacerla rodar. Una vez lo hice. Fue divertido. Pen se rio bastante. Pero hoy quiero ser muy dulce con ella.

Finalmente, consigo sacárselo. En lugar de sus pechos, hay un sostén negro. Que hace juego con las bragas. De encaje. Semitransparente. Innecesario aparte de querer mostrármelo.

–Ahora estás más blanditos– aprecio. Mulléndolos. Dándoles qi.

–¡Aaahh! ¡Kong!~ ella gime.

Me acerco y la beso de nuevo. Aunque sin soltar uno de sus pechos. La mancha en sus bragas ha crecido.

Me recreo en sus labios. Voy bajando poco a poco hasta su entrepierna. Pasando por su cuello, pechos y ombligo. Beso con suavidad una vez su territorio prohibido. Mientras mis manos han ido recorriendo todo su cuerpo. Acariciándolo con dulzura. Con qi muy suave. Haciéndola estremecerse. Disfrutar de un suave placer.

Acabo liberando sus manos. Le quito la goma de su pelo rosa, también liberándolo. Ella las utiliza para desvestirme. Ansiosa. Muy excitada. Casi incapaz de contenerse. De resistir mis provocaciones. Mis caricias.

–Tómame– casi me suplica.

No puedo negarme a su voz apasionada. A sus ojos ligeramente humedecidos. A su sensual y apetitoso cuerpo.

Sus bragas caen al suelo. Los tirantes de sus sostenes hacia los lados. Desabrochados por detrás. Sus piernas se abren para recibirme. Su respiración se acelera. Sus manos acarician mi pecho. Me mira expectante.

–¡¡AAAaaaaaah!! ¡Por fin!~ exclama cuando entro en ella.

Una de mis manos acaricia su pecho por debajo del sostén. La otra está en su mejilla. Sus labios vuelven a ser reclamados. Ella reclama los míos.

Me encanta besarla. Notar el tacto suave de sus labios carnosos contra los míos. Su suave calidez. La pasión de su lengua contra la mía. Entrelazándose. Buscándonos.

Mi miembro entra y sale de ella, despacio. Cada vez un poco más profundo. Lubricado en sus líquidos. Apretado por las paredes de su vagina. Parecen querer ordeñarme.

La calidez de su cuerpo resulta deliciosa. Sus gemidos ahogados intoxicantes. Su vagina increíblemente placentera. Su total entrega, irresistible.

Sus piernas se cierran tras de mí. Diciéndome que no quiere dejarme ir. Reclamándome para ella.

Acelero un poco. Pero no demasiado. Hoy es largo. Íntimo. Suave.

–¡¡¡MMMMMMMMmmmmmmMMMm!!!!

Me aprieta contra ella cuando se corre. Ni sus manos ni sus piernas me dejan ir. Quiere más. Puedo verlo en sus ojos cuando nos miramos por un instante. Entre beso y beso.

Sus sostenes negros se han perdido hace un rato. Sus mullidos pechos aprietan contra mí. Nuestros cuerpos se funden. Compartiendo la calidez. Frotándose. Y desprendiendo el mío qi para excitarla aún más.

Mis manos acarician su pelo y sus mejillas. Le muerdo un momento la nariz. Se sorprende. Se ríe. Me encanta oírla reír. Sus labios me vuelven a reclamar. Glotones. Apasionados.

–¡¡Aaaaah!! ¡Aaah! ¡¡¡AAAAAaaaaaAAAAHHHHh!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAaAAAAAAHHHHHH!!!!

He separado mis labios para oírla gemir de placer. Sabía que su orgasmo estaba cerca. Ella me mira entre satisfecha y acusadora. Pero no la dejo hablar. Vuelvo a reclamar sus labios. Vuelvo a moverme en ella tras unos segundos de pausa. Mi mano recorre su piel.

Es el cuarto. ¿O el quinto? No importa. Está claramente al límite. Extremadamente sensible. Su cuerpo vuelve a estremecerse. A punto de llegar a otro orgasmo, casi seguido al anterior.

También yo estoy al límite. Podría contenerme. Pero ni ella ni yo queremos eso. Así que dejo que el placer me invada. Dejo de resistirme. A la vez que ella se vuelve a estremecer. A apretarme con brazos, piernas, labios y vagina.

Toda ella tiembla. Un par de segundos después, vuelve a temblar más fuerte. Al tercero, también yo me estremezco. Eyaculo en su interior. Llenándola. Sincronizándome con ella. Una y otra vez.

Sus piernas dejan de atraparme. Caen a los lados. Sus manos también se aflojan. Dejándome apartarme un poco. Mirarla.

Jadea. Su pelo rosado está pegado a su frente sudada. Lo aparto con dulzura. Sus labios se curvan en una hermosa sonrisa. Sus manos acarician mi cabello con suavidad.

–Gracias– susurra, con timidez.

La tentación de besarla es demasiado fuerte. Reclamo de nuevo sus labios. En un largo, húmedo y suave beso. Con pasión.

–Gracias a ti por ser tan maravillosa. Aunque… Me has estado apretando con tus piernas sin mi permiso… Eso merecerá un castigo– la amenazo.

Ella sonríe ante mis palabras. Primero dulce. Luego con lujuria.

–Castígame todo lo que me merezco. Pero luego, ¿vale?– me pide. Casi suplica.

Está un poco cansada. Primero el combate del torneo. Luego, el combate en la cama. Sonrío. Cuando quiere, es un encanto.

–Vale– asiento.

Me deslizo a un lado. Me acuesto mirándola. Ella se gira hacia mí. Me sonríe. Me da un dulce beso en los labios. Luego baja su cabeza hasta mi pecho. Olfatea. Pervertida. Se acomoda allí. Cierra los ojos.

Yo la abrazo. Dejo que poco a poco se duerma. Y me quedo con ella en la cama. Resulta realmente reconfortante. Sin moverme incluso cuando se duerme.

Mientras mi otro yo duerme en la cama con Fen Huan, inspecciono la habitación. Estoy un rato decidiendo cómo torturarla. Tengo que irme luego. Tengo que asegurarme de dejarla bien atendida.

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La dejo colgada del techo. Las cuerdas que la atan muy apretadas. Debe de doler. Su culo y su vagina llenos con consoladores que no dejan de vibrar. Su boca amordazada. Unas gemas de calor cubren su cuerpo. Su temperatura le va creando quemaduras. Lo justo para que pueda controlarlo.

Sus gemidos ahogados son de entre dolor y placer. Más de placer. Su técnica de cultivación del cuerpo va reparando el daño ocasionado. A la vez que lo disfruta.

–Nos vemos luego. No te muevas mucho– me despido.

–Mmmm. Mmmmm. ¡¡MMMMMMhhhhHHH!!– es su respuesta.

Cabe decir que podría soltarse si realmente quisiera. Las cuerdas son suficientemente fuertes para sostenerla. Pero no para sobrevivir a una descarga de qi. Son así como medida de seguridad. Aunque Pen seguramente vuelva pronto.

Yo me voy a la feria mensual. Es la más grande del año al coincidir con el torneo. Al acudir gente a verlo, más irán a la feria, y más comerciantes están interesados en vender allí. Lo que a la vez lleva a más oferta, y eso también atrae a más clientes. Locales y de fuera.

También la subasta de esclavos es más importante. Aunque no estoy interesado en ella. Tan solo en una esclava que quizás vendan directa. Al menos, ese era el plan que Lia Qin oyó decir a Dai Fen.

Al parecer, una sirvienta quiso vengarse de él. Dai Fen y sus amigos habían violado a la hermana de la sirvienta, y habían acabado matándola. No sabe cómo entró en la habitación de Dai Fen, pero casi consiguió matarlo. Sus guardaespaldas lograron impedirlo.

Sé que la han torturado y lisiado. Quería acabar de humillarla vendiéndola como un desecho. Una esclava que se usa para poco más que para experimentos. De hecho, no sé si ha sobrevivido. O si lo llevará a cabo. Pero vale la pena intentarlo.

Dai Fen se ha convertido en un problema. Está siempre protegido. Si consigo sacar de ella la información de como llegar a él, podría matarlo. Y ella vengarse.

Así que dejo a varias de las chicas en la feria antes de ir a la venta directa de esclavos. La verdad es que no me gusta dejarlas solas. Pero no me ha quedado más remedio. No me han dejado opción. Después de criticarme por ser sobreprotector. Y de que pueden valerse por sí mismas. Que no necesitan niñera.

No dudo de que tienen razón. Al fin y al cabo, es una feria. Van incluso mortales, sin cultivación. Aunque tampoco puedo dejar de preocuparme por ellas. Sin duda, soy un poco sobreprotector.