Mutilada (I)

Lia Qin me acompaña a la zona de venta de esclavos. Ella puede reconocerla. Ambos vamos con máscaras para ocultar nuestros rostros. Y capuchas. De hecho, muchos van así. Hay negocios un tanto oscuros por aquí. Nadie quiere ser reconocido.

Todos son de venta directa. La subasta no es hoy. De hecho, se exponen los esclavos que subastarán. Aunque en un lugar mucho más limpio que este. De esa forma, dan publicidad. E incluso venden alguno si el comprador no quiere esperar. Aunque, en ese caso, tiene que pagar un precio superior. Al menos, eso es lo que tengo entendido. No tengo previsto ir a la subasta. Hong fue un caso especial.

Me aprieta fuerte la mano. Parece un tanto conmocionada. Estamos en la peor zona de la venta de esclavos. Aquí están los que tienen uno o más miembros amputados, o les falta alguno de sus ojos, lengua, tienen cuerpos quemados… Incluso yo, que he visto mucho como esclavo, me siento un tanto abrumado.

Puede que algunos estén así por accidentes. Pero muchos han sido maltratados por sus dueños. Y han acabado lisiados. Y malvendidos aquí.

Muchos de sus rostros denotan desesperación. Otros, no muestran nada. Sin esperanza, sin futuro, sus miradas son vacías. Muy pocos, o ninguno, tendrá incluso el privilegio de ser un esclavo. Se consideran desechos. Su destino más probable son experimentos. O ser víctima de dueños con fetiches siniestros. Los que tengan más suerte, morirán sin dolor.

Tras un rato, a pesar de todo lo que ha visto hasta ahora, Lia Qin no puede evitar una exclamación ahogada. No es la única. Hay una esclava en venta en una situación aún más macabra que los demás.

Sus piernas y brazos están completamente amputados. Uno de sus ojos y una de sus orejas han desaparecido. Su cuerpo desnudo está lleno de cicatrices y quemaduras. Incluso uno de sus pechos ha sido cortado y feamente cicatrizado. Por no hablar de que está sucia, mugrienta.

Su boca entreabierta muestra varios dientes partidos. Cuando los hay. Además, no tiene lengua. No lo veo, pero lo pone en el cartel. Sus cuerdas vocales también están dañadas. Y sus meridianos.

Es evidente que ha sido torturada. No sé quién puede haber sido tan cruel, tan despiadado, tan mezquino. En un rincón apartado pueden verse vómitos de quien no ha podido resistirlo. Lo que le han hecho es horrible.

–Es… Es… Es ella… Es Tan Huo– me susurra Lia Qin.

Es evidente cuán impactada está. De reconocerla. De verla así. Está temblando. Aterrada.

Aprieto un poco más su mano. Tratando de reconfortarla. Mientras ella aparta la mirada. Incapaz de seguir viendo el resultado de tanta crueldad.

¿Qué hago? ¿Puedo curarla? La verdad es que no lo sé. En teoría, es posible. Aunque tengo mis dudas. Además, no sé si ni siquiera será capaz de responder. Si su mente no estará completamente quebrada.

–Espérame aquí– le pido a Lia Qin.

Ella asiente. Aunque le cuesta soltarme. Entiendo que le haya sobrecogido la escena. Quizás, solo recuerdo un par de ocasiones en las que he visto algo comparablemente cruel. Y tuve pesadillas durante un tiempo. El cráneo destrozado a golpes de aquel esclavo no he podido olvidarlo.

Me acerco al torso desnudo. No sé si me oye acercarme, pero no reacciona. Su ojo sigue cerrado. Me agacho. Al lado del oído intacto.

–No estoy completamente seguro, pero existe la posibilidad de que pueda ayudarte a vengarte de Dai Fen. Necesito que aceptes ser mía para ello, de corazón. Aparte de pagar por ti, me hace falta tu colaboración. ¿Qué dices?– le susurro.

Su ojo se abre. Se gira un poco hacia mí. Puede que no pueda girar más. Sus huesos y músculos deben de estar dañados. Le devuelvo la mirada. Parece dudar. Pero acaba asintiendo. Puede que no sea fácil confiar en un desconocido. O acabar de entender lo que he dicho. Pero tampoco es que tenga una oferta mejor.

Su conexión es débil, pero existe. Apenas ha aceptado. Al menos, puedo meterla dentro. Es suficiente.

–Me quedo con esto. ¿Dónde hay una sala para experimentar?– le lanzo unas monedas al vendedor.

Me observaba a lo lejos. No muy preocupado por lo que pudiera hacerle a la mercancía. Simplemente, señala en una dirección, recogiendo las monedas.

Cojo la caja en la que está y me la llevo. Hay miradas de horror y desdén hacia mí. También algunas de interés. Y otras que me ignoran. Supongo que creen que realmente voy a experimentar con ella. Quizás, darle unos venenos a ver cómo la afectan. Sin duda, matarla.

Lia Qin me sigue. Se le nota que aún está abrumada. No es para menos.

Tan Huo no se mueve. Como si no fuera con ella. No sé qué debe de estar pensando. Si tiene o no esperanza. Si me ha creído. Pero sigo pudiéndomela llevar dentro.

Pago por una de las habitaciones. La cierro tras de mí. Es hermética. Aunque aun así uso Sonido de la Sombra para aislar el sonido.

La dejo sobre una mesa. Llamo entonces a Liang. Es una de las que está dentro. Me aseguro de que no la mire. No quiero asustarla.

–La hemos encontrado, pero la han torturado de mala manera. Incluso le han cortado brazos y piernas– la aviso.

Liang asiente y se gira. Se queda petrificada por un momento. Tan Huo la está mirando.

Apenas tarda un momento en recuperarse. En acercarse. En alargar la mano para acariciar el rostro quemado.

–Pobre chica. ¿Podrás curarla?– me pregunta sin mirarme.

–La verdad es que no lo sé. Lo intentaré, es todo lo que puedo prometer por ahora– soy sincero.

–Envíanos dentro. Al menos, tengo que limpiarla un poco– me pide.

La acaricia suavemente la mejilla mientras lo dice. Puedo notar que nuestra breve conversación ha impactado en Tan Huo. Su expresión no es tan imperturbable. Nuestra conexión ha fluctuado. Incluso haciéndose un poco más fuerte. Pero solo un poco. La idea de curarse le debe resultar una fantasía.

Quizás, no se cree lo que ha oído. Quizás, no se atreve a creerlo. Probablemente, está confundida. No debe de entenderlo. Aunque debe de darse cuenta de que Liang es extremadamente dulce con ella. Como sea, por ahora no puedo hacer más. Así que las envió a la Residencia.

–¿Estás bien?– le pregunto a Lia Qin. Está cogiéndome del brazo.

–Sí, creo que sí. ¿Podemos salir de este lugar?– casi me suplica.

–Claro.

Así que salimos de la habitación. A nadie le preocupa que ya no tenga la esclava. Deben de pensar que ha muerto. Que el cadáver está en un anillo de carga. Si es que siquiera nos han prestado atención.

Cogemos el camino más directo para salir de esta sección. De este infierno. Y luego de la venta de esclavos. Nos quitamos las túnicas que cubrían las otras ropas. Me cambio la máscara. Ella lleva ahora un velo.

Lia Qin parece más tranquila. Aunque aún conmocionada. Me mira.

–¿Podrás salvarla?– me pregunta.

–Le he dicho a Liang la verdad. No lo sé. Tendremos que verlo– le respondo.

–Espero que puedas.

Yo también lo espero. Por ahora, puedo ver como Liang la baña. Limpiándola con suavidad y paciencia.

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Doy un paseo con Lia Qin por el mercado. Necesita relajarse. Ha sido duro para ella. No es que haya vivido una vida fácil. Pero no había sido expuesta a semejantes horrores.

De vez en cuando, algunos objetos entran en el Almacén. Alguna de las chicas ha pasado cerca y ha aprovechado.

Veo en los puestos hasta tres trozos de mapa similares al de la otra vez. Cuando me fijo en uno de ellos, queda claro que es falso. No se han esforzado mucho.

Me pregunto si el que tenemos es verdadero. El que encontramos en aquella habitación junto al esqueleto. Durante la expedición. Aunque no sé cómo comprobarlo. O qué hacer si no lo fuera. Ya me quedó claro que son problemas en los que no estoy cualificado para meterme. Ni siquiera me sentiría seguro vendiéndolo.

Acabamos comprando algunos materiales para formaciones. ¿Oh? Está mirando mucho una aguja de pelo con un gatito. No se atreve a pedirlo

Miro al vendedor y señalo. Él me da un precio con los dedos. Expreso mi indignación. Se ha pasado. Cree que puede estafarme porque esté mi novia conmigo. O eso es lo que debe de creer. Ofrezco diez veces menos. Todo eso mientras ella inspecciona unos cristales.

Se niega. Me encojo de hombros y lo ignoro. Miro hacia ella. Parece que no le interesan mucho. Deben de ser defectuosas.

Cuando se da cuenta de que nos iremos, mira la aguja y me hace una oferta. Sigue siendo mucho. Así que regateo. Al final, llegamos a un precio que creo razonable. Al fin y al cabo, no puede almacenar qi. Solo es un ornamento.

Lo cojo y le lanzo el pago. Todo sin que ella se dé cuenta. Él tampoco dice nada. Ella me mira y niega con la cabeza para que nos vayamos. No le ha interesado lo que estaba mirando. Y no se ha dado cuenta de la transacción.

Echa una última mirada hacia la aguja, pero yo estoy en medio. Y no se atreve a pedirla. Quizás cree que es demasiado. Que ya es suficiente con que la ayudemos con materiales para formaciones. A pesar de que es un pequeño detalle que apenas cuesta una fracción de cualquier material. ¿Cómo no voy a darle un pequeño capricho?

Tras unos pasos, la hago detenerse.

–¿Qué pasa?– me pregunta extrañada.

–Estate quieta– le sonrío.

Ella me mira desconcertada. Mientras mis manos llegan a su pelo. Y le coloco la aguja.

–Te queda preciosa– le aseguro.

–¿El qué?– se muestra totalmente desorientada.

Saco un espejo del almacén y se lo muestro. Ella abre mucho la boca. Me mira. Se sonroja. Mucho. Solo por esa expresión, ha valido la pena.

–Yo… Gracias… ¿Por qué…?– no sabe qué decir.

Yo la beso en la frente. La miro.

–¿No la querías?

–¿Cómo… lo has sabido?– susurra, avergonzada.

–Era fácil. No dejabas de mirarla. Je, je. Realmente te queda bien. Y Kong, como siempre, aprovecha cualquier momento para flirtear– nos interrumpe una voz conocida.

–¡Hong!– exclama ella.

–La verdad es que ha valido la pena. La cara que has puesto…– se burla Hong.

–Era adorable– me uno.

–He hecho bien en seguiros– se vanagloria.

–Vosotros…– se queja Lia Qin, roja.

Hong le dice algo al oído. Por su expresión, si no se pone más roja, es porque ya no es posible. Me mira. Se gira avergonzada. Hong se ríe.

–Ya es casi hora de irnos. ¿La habéis encontrado?– nos pregunta.

Enseguida se da cuenta de que algo va mal. Me mira.

–Sí, pero está muy mal. Liang está con ella. Después hablamos– le resumo.

Ella asiente. Esta vez más seria. Y se despide por un momento, tras darme un papel. Tenemos que encontrarnos en breve en el lugar acordado.

No tardamos en encontrarnos con casi todas donde hemos acordado. Las devuelvo. Van todas a hablar con Liang. Algunas, visitan a Tan Huo. Sus rostros van desde horror a rabia.

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El ambiente hoy es menos alegre que otras veces. Menos bromas. La situación de Tan Huo les ha impactado a todas. A algunas las ha sobrecogido. Incluso a Wan'er, que ni siquiera la ha visto. Además de que faltan Shi, Song.

Por alguna razón, no han ido al punto de encuentro. Hong ha traído una nota que le han entregado. Dice que no nos preocupemos. Que tienen que ocuparse de algo. Y que las fuera a buscar mañana. A uno de los lugares acordados. Hong no sabe que tenían entre manos. No puedo evitar preocuparme. No soy el único. ¿En qué se habrán metido? Ya las echo de menos. Espero que estén bien. Realmente lo espero.

Las demás, han comprado algunas armas. Entre ellas, unas cuantas flechas. También han encontrado alguna receta. Bai Wan en persona la ha comprobado. Aunque no está convencida si está bien. Tendrá que intentarla para averiguarlo.

Por suerte, sus primas la acompañaban. Y gestionaban los fondos. Si no, nuestra alquimista lo hubiera malgastado todo en el primer puesto. Sin mirar si había algo mejor en otros. Aunque le han reconocido que sabe regatear.

También han comprado varios paquetes que no me han enseñado. Los han dejado en su espacio reservado. El que tengo prohibido mirar. Todas tienen uno que comparten conmigo, y otros para ellas solas. Algunas, también comparten uno con otras. Como las gemelas.

Incluso hay uno para todas ellas. Pero que yo tengo vetado. Resulta realmente tentador echar un vistazo. Pero les prometí que no lo haría. Por no hablar de que estoy casi seguro que me descubrirían.

También nuestra reunión es hoy más corta. Mucho más. Todas se despiden y me dejan solo. Es hora de traer a Tan Huo.