Adquisiciones (I)

Subo las escaleras siguiéndolas. Me guían hasta una habitación. Hay alguien dentro. Se gira al oírnos. Se levanta de golpe. Es una mujer joven de pelo moreno largo y más bien delgada. Sus pechos son más bien pequeños. Su figura es similar a Shi. De hecho, diría que la ropa que lleva es de Shi.

Me mira nerviosa. Antes de que pueda preguntar, se adelanta con una reverencia.

–Buenos días, señor Kong– me saluda inquieta.

No se atreve a mirarme directamente. Pero lo hace de reojo.

–¿¡Qué te dijimos!?– la regaña Song.

–¡Ah! ¡Sí! Nada de señor… Buenos días… Kong– vuelve a saludar nerviosa.

Miro a Song. Ella sonríe. Miro a Shi. También sonríe.

–¿Alguien me va a explicar de qué va esto?– las miro.

––¡Ja, ja, ja!–– ríen las dos.

Tanto yo como la chica desconocida las miramos. Ella muy confusa. Yo, resignado.

–Ella es Xu Jing. Chen Duo la compró, y quería traerla a esta casa. Así que nos la quedamos. Es un encanto, y sabe de carpintería. Además, es guapa, ¿verdad?– medio explica Song abrazándola.

Ella no se resiste. Se ruboriza un poco. Se la ve incómoda. Mirándome de reojo. Shi y Song me miran apremiándome. Vale, sé lo que tengo que hacer.

–Es preciosa. Es más que bienvenida. ¿Quieres venir con nosotros? ¿Quieres ser mía?– le ofrezco, cogiéndola de las manos.

Entiendo que le han explicado al menos lo esencial. No parece sorprenderse de la pregunta. Tampoco intenta apartarse.

–Sí, soy tuya se… Kong– asiente, aún nerviosa.

Sin duda, puedo traerla. El vínculo no es muy fuerte, pero tampoco débil. No se aparta cuando me acerco y la beso suavemente en los labios.

–Es casi como una boda…– la oigo susurrar cuando me separo.

–Je, je. Pero te has casado con todos. Ahora eres nuestra– Shi la abraza y la besa en la mejilla.

–¡Eh! ¡Yo la vi primero!– también la abraza Song.

Sé que lo hacen para que no se sienta incómoda. Pero no por ello dejan de ser adorables.

–Ahora, ¿me lo vais a explicar todo?– exijo.

–Luego, con todas– no me hace caso Shi.

–Tendrás que esperar. Vámonos primero. Asegúrate de que nadie te ve salir– añade Song.

Como siempre, me dejan a medias. Sé que les divierte. Envío a Song y a Xu Jing a la Residencia. Puedo ver que la reciben con abrazos. Estaban preocupadas por ellas. Aunque también se las ve confusas por la recién llegada.

Shi me acompaña hasta la puerta. Cogiéndome de la mano. Está afectada.

El estado en el que ha quedado Chen Duo dejaba claro que ha sido torturado. Le faltaban varias uñas, y diría que algún dedo. No sé muy bien qué le había pasado a sus ojos. Y eso además de contusiones y latigazos. O de haber sido violado analmente. Por no hablar de que lo habían castrado. Sin duda, lo odiaba.

Aunque si hubiera estado yo, habría habido unos cuantos golpes más y ninguno de menos. Yo también lo odiaba. Por lo que había hecho a Shi. Y a otras. Hubo una esclava que murió por su culpa.

Me detengo frente a la puerta. La abrazo. La beso. La miro. Acaricio su cabello.

–La próxima vez, déjame un poco a mí. Yo también quería golpearle– me quejo. Con dulzura. 

Ella sonríe. Me vuelve a besar. Quizás otros podrían decir que somos depravados, inmorales, crueles. Pero la tortura y la muerte han sido nuestros compañeros por demasiado tiempo. La venganza era algo que nos estaba prohibido, y que ahora se ha puesto a nuestro abasto. Chen Duo no ha sido el primero. Seguramente, no será el último.

Las casas están en un barrio tranquilo. Son de trabajadores de cierto nivel. Quizás no ricos, pero con un nivel de vida confortable. Ahora, deben de estar trabajando. Hay poca gente en la calle. Así que salgo cuando una pareja desaparece a lo lejos. Después de mandar a Shi de vuelta. Que es recibida con muchos abrazos. Le irán bien.

Cierro con llave. La guardo. No me han explicado qué pasa con esta casa. Pero sí que la guardara.

Me vuelvo inmediatamente a la secta. Quiero saber toda la historia.

Mientras camino, miro un tanto sorprendido a mi nueva esclava. A Mei la están bañando entre Rui, Bronceada, Ning, Hai e incluso Rong. Resulta un tanto extraño. Sobre todo que esté Rong, que algo está diciendo. Normalmente, no se lleva tan bien con las demás. Mei parece asustada. No se atreve a resistirse.

A Xu Jing le están presentando a todas. Coge en brazos a Wei. Sonríe. Se asusta un poco de Terror. Se ríen de ella. Y le cuesta lo suyo acercarse a Rayitas. Salta hacia atrás cuando nuestra tigresa gira la cabeza hacia ella. Todas se ríen.

Al final, consigue acariciarla. Aunque es evidente que no está del todo convencida. No es raro. Rayitas ha crecido bastante.

También le muestran nuestras salamandras. Unas la miran con curiosidad. Otras la ignoran. Una se acerca. Otra sigue a la primera. Deben de ser Saldos y Salsiete. Xu Jing no tiene muy claro qué hacer. Ya se acostumbrará.

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Finalmente, llego a la cabaña. Llamo a Song y Shi, que me estaban esperando. Las demás se quedan hablando con la nueva.

–¿Me vais a explicar de una vez todo…?– les exijo –¡Eeeh!

Se han tirado sobre mí. Me han empujado sobre la cama. Me miran sonrientes. Traviesas.

–Luego. Ahora tenemos trabajo atrasado– declara Shi, sensual.

–Más te vale dividirte, o será peor– demanda Song –. ¡Aaah! ¡Ja, ja! ¡Traidor!

¿No quería que me dividiera? Pues eso he hecho. Y la he atacado por la espalda. Haciéndole cosquillas.

Aunque no dura mucho. Ella se da media vuelta y me besa. Me empuja sobre la cama. Rodamos. Me quedo encima. Ella sonríe. Sus manos tras mi cuello me atraen de nuevo hacia sus labios.

Las dos acaban sobre la cama. Exigiéndome tener sexo con suavidad. Sin ni siquiera molestarse entre ellas.

–¿Me habías echado de menos?– les pregunto a cada una de ellas casi a la vez.

–Mucho. ¡Aaaah!~

–Siempre. ¡Aaaah!~

Se quedan tumbadas en la cama. Dejándome la iniciativa. Dejándome abusar de los esponjosos pechos de Song. De los firmes de Shi. Mis manos se han apresurado a quitarles sus ropas. Aún llevaban las de antes. Es sorprendente que la de Shi no esté manchada de sangre. Supongo que ha usado una barrera de qi.

Decido dejarlas en ropa interior. Bajo la que se mueven mis manos. Son realmente eróticas.

–¡Aaahh! Kong siempre igual de pervertido… ¡¡AAAaahhhh!!~ se queja Song.

–¡Aaahh! Si tanto te gusta vernos con ropa interior… ¡AaahhHH! Solo tienes que pedirlo… ¡¡AAAaahhhh!!~ ofrece Shi.

–Igual de pervertida que él ¡¡¡¡AAAAAaaaahh!!!! ¡Kong! ¡Malo! ¡¡Aaaaahh!! ¡No pares!~

–Y yo soy la pervertida… ¡¡¡¡AAAAAaaaahh!!!! Más…~

Me encanta tentarlas. Excitarlas. Abusar de sus zonas más sensibles. Llenarlas de qi. Sobre todo, si se quejan o meten conmigo. Es su justo castigo. ¿O su premio?

Aunque haya sido menos de un día, las he echado de menos. Así que las saboreo. Recorro su piel con mis manos y labios. Con algún mordisquito incluido. Incluso les doy la vuelta para besar su nuca. Su espalda. Sus nalgas.

Las vuelvo a girar para recrearme en sus ojos. En sus sonrisas juguetonas. Que auguran mordiscos o chupetones.

–¡Aaay! ¿Qué haces?– me quejo.

–Lo mismo que Shi. Estás tardando demasiado– me critica Song, con lujuria.

Ambas han cogido mi miembro erecto. Amenazantes. Traviesas. No me queda más remedio que obedecerlas. Que penetrarlas. Pero eso no quiere decir que vaya a quedar así.

En cuanto entro en ellas, empiezo a embestir con fuerza. Saliendo y entrando de ellas en toda la extensión. Con mucho qi.

–¡¡¡Aaahhh!! ¡Rencoroso! ¡¡¡AAAAAaaahhHH!!! ¡Más! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!!~

–¡¡¡Aaahhh!! ¡Así! ¡¡¡AAAAAaaahhHH!!! ¡Sigue! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!!~

No parecen muy arrepentidas. Son preciosas. No puedo dejar de besarlas. De manosearlas. De disfrutar de su calidez. De su tacto. De su interior. De sus besos. De sus gemidos.

Sus pechos oscilan a cada embestida. Unos parecen temblar. Los otros, pecosos, rebotan violentamente.

Se van cubriendo de sudor. También yo. Le queda precioso el pelo anaranjado mojado y pegado en su cara. Lo aparto con suavidad mientras sus profundos ojos verdes me miran. Me acerco para volverla a besar.

El pelo negro no es menos sugerente. Ni la mano que cubre la mía cuando lo aparto. Ni su preciosa sonrisa de ojos azules. Con unos suaves labios que no tardo en saborear. Queriendo reclamarla de nuevo. Ayudarle a superar su dolor. Las dos lo tienen. Yo también.

Cuando éramos esclavos, no nos lo podíamos permitir. No podíamos más que aguantar. No podíamos pensar en vengarnos. Solo podíamos sobrevivir día tras día. Sin una esperanza. Sin un futuro.

Ahora que somos libres, también hemos recuperado la rabia. El odio hacia quienes nos hicieron daño. No sé si es bueno. Sí sé que existe. Está aquí, dentro. No podemos negarlo. Incluso la dulce Liang lo siente.

Pero tampoco podemos dejarnos vivir para esa rabia. Ahora, podemos compartir estos momentos juntos. Me aseguro de darles placer a cada embestida. De darles cariño. De amarlas. De disfrutarlas.

Puedo escuchar los gemidos de las dos. En absoluto contenidos. A estas alturas, sería raro que quisiéramos disimularlos.

Me encanta el tacto de sus muslos. Que acaban en sus blanditas nalgas. Y como se estremecen al paso de mi mano, a la que acompaña una estela de qi.

Disfruto como han aprendido a tentarme. A darme placer. A imbuir qi con sus vaginas, con sus lenguas, con sus manos. Aunque sé que se contienen. Todos queremos que dure más. Que nunca se acabe. Aunque eso no sea posible, al menos que no acabe pronto.

De nuevo, nos besamos. De nuevo, llega a un orgasmo que me lleva al límite. Pero me contengo. Aún quiero más. Creo que a mi otro yo le pasa algo parecido.

Me incorporo para poder contemplar sus cuerpos desnudos mientras follamos. Como vibran cada vez que las penetro. Aunque no puedo mantener mucho la posición de observador. Shi se incorpora y me arrastra hacia ella. Reclama mis labios. Revuelve mi pelo.

Veo de reojo a Song hacer lo mismo al lado. Se ríe cuando mi otro yo se queja. Lo acalla con sus labios.

Finalmente, estamos llegando al límite. Tras un largo combate de lujuria y seducción. Tras disfrutar de sus deliciosos cuerpos desnudos durante más de media hora. De que ellas disfruten del mío.

Sus cuerpos se estremecen en un fuerte y esperado orgasmo. Su interior me exprime, reclamando mi esencia. Prohibiéndome que se la siga negando.

Las dos acaban encorvadas hacia atrás. Llenas de mí. Tiesas por unos segundos. Song incluso saca la lengua. Caen poco a poco. Me miran. Estiran sus brazos. Rodean mi cuello. Me atraen. Me besan.

No sé cuánto rato nos besamos. El primero es largo e intenso. Nos miramos y sonreímos. Nos volvemos a besar. Y otra vez. Luego besitos cortos. Entre risas. Hasta que me empujan y me apartan. Pero luego me abrazan de lado.

Shi se acurruca en mi pecho. Song me acurruca en el suyo. Cada una se queda "su Kong".

–¿Crees que valdrá la excusa de que nos lo perdimos ayer?– se hace Song la preocupada.

–¡Ni de casualidad lo aceptan! Pero disimularemos cuanto podamos. Quizás, podamos negociar algo– ríe Shi.

–Bueno, tampoco pasa nada. Será Kong quien acabe pagando– se burla. Song.

–Si tengo que pagar, pagaré– me hago el resignado.

–El muy pervertido lo está deseando– me critica Song.

–Tendremos que hacerle entrenar más.

–Hay que planear un régimen estricto de entrenamiento.

–Que no pueda escaparse. Si hace falta, lo vigilaremos.

–Piedad– suplico.

Ellas se ríen. Aunque no estoy muy seguro hasta qué punto bromeaban. Supongo que lo sabré en unos días. Por ahora, me concentro en disfrutar de su compañía. De la calidez de sus cuerpos. Por un rato más.

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Las demás protestan. Se quejan. Conspiran. Y escuchan atentamente el relato de las dos. Tampoco les habían dicho nada. Xu Jing también está. Me lanza miradas creyendo que no me doy cuenta.

Lo que pasó es sencillo. Vieron a Chen Duo que había comprado a Xu Jing. Lo siguieron hasta la casa. Cuando quería entrar, apareció Mei. Discutieron. Ella quería deshacerse de Xu Jing. Peleando y discutiendo, entraron en la casa. Shi y Song los siguieron dentro antes de que cerraran la puerta. Allí, los redujeron y torturaron.

Al parecer, la casa la alquiló Chen Duo por 10 años. Creía que nadie sabía que la tenía. Su novia lo había seguido días atrás. Y sabía que quería comprar una esclava para él solo. Que la dejaría en la casa. Ninguno esperaba la aparición de las chicas.

Por ello, ahora tenemos una casa. Si es verdad que nadie más sabe que existe. Estaremos un tiempo observando si hay algún problema. Sobre todo, cuando descubran que han desaparecido.

Según las confesiones de Chen Duo y Mei, son casas que se alquilan sin papeles. Para quienes no quiere dejar rastro. La posesión de la llave es todo lo que se necesita. Si la pierdes, pierdes la casa.

Puede ser útil tenerla. Veremos si podemos conservarla.