Por la mañana, me río con las cinco. Me explican todo respecto al baile. Sobre todo, detalles sobre Da Ting. Ella no me lo ha contado todo.
Parece ser que estuvo un poco cohibida al principio. Y se acabó animando. Eso no me lo ha dicho.
También que tuvieron que forzarla un poco a bailar con ellas. Cada una de las cinco la sacó a bailar. Y luego también su maestra. Pensaba que era más seria. Supongo que un prejuicio de haberla visto en la sala de evaluación de esclavos. O por ser poderosa. Aunque, probablemente, no es una faceta que muestre fuera.
Me devuelven el artefacto de música. Aunque no antes de bailar todas conmigo. Desnudos. Muy sensual. Muy íntimo.
También hablan de comprar uno para ellas. Se ríen cuando dicen que será a costa de Da Ting. Aunque primero, tienen que convencerla. O, quizás, a su maestra. Sin duda, están convencidas de conseguirlo antes de llegar ellas mismas a convertirse en estudiantes.
Me despido de ellas con muchos besos y caricias. La próxima vez, Sai estará a un par de pasos de ser estudiante. Sus hermanas, a tres. Me pregunta que pasará entonces entre nosotros. No creo que se olviden de mí. Si no, las echaría mucho de menos.
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Por la tarde, estoy esperando a Ken. Es raro. Llega tarde. Suele ser muy puntual. Llaman a la puerta. No es Ken. Es Heng. Abro de inmediato. Un tanto preocupado.
–Hola Heng. ¿Le ha pasado algo a Ken?
–Hola. Sí, bueno, nada grave. Tiene el tobillo torcido. La están tratando. Me ha tocado sustituirla– me explica, seria como siempre.
–Menos mal. Gracias por avisar. ¿Quieres quedarte? Tengo el agua para Ken, así podrás descansar. Prometo no hacer nada– le aseguro.
–No hace falta, gracias. Guárdala. Y gracias otra vez por todo– da una leve reverencia y se va.
Es una pena. Quería hablar con ella. Por supuesto, si ella quisiera algo más, no me negaría. Pero es casi imposible en ella. El trauma de volverse esclava y ser abusada fue muy fuerte para ella.
No todos los esclavos sobrellevan igual sus traumas. A pesar de ello, siempre ha sido amable. Me cae bien. Y también a las chicas.
¿Qué hago ahora? Supongo que puedo ir a ver a Ken.
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–¡Kong! ¿¡Qué haces aquí!?– Se sorprende Ken.
Está sobre una camilla. Con el tobillo vendado. Hoy estará descansando. Mañana, le tocarán trabajos donde no tenga que moverse mucho. La verdad es que lesionarse es a veces una bendición para los esclavos.
Por supuesto, no es que se preocupen de nosotros… de ellos. Más bien, quieren asegurarse de que son productivos.
De hecho. Una vez tratada, la han dejado en una camilla en un rincón. Sin hacerle ningún caso. Cuando se encuentre un poco mejor, tendrá que volver sola. Le duela o no.
–He venido a verte. ¿O creías que podías escaparte de mí con la excusa del tobillo?– la acuso.
–Tonto…
No se resiste a un beso. Lástima que aquí es todo lo que podamos hacer. Sería excitante tener sexo sobre la camilla.
Me cuenta que ha sido un accidente. Cuando sacaban unas vigas del almacén, un escalón de madera ha cedido bajo sus pies. Ha tenido suerte de que no fuera nada más grave. Han conseguido que no se les cayeran las vigas encima. Pero su tobillo ha sufrido. Aunque no está roto.
Estoy un buen rato con ella, charlando. Hoy no hay sexo. Pero eso no significa que no pueda disfrutar de su compañía.
De repente, veo que entra un cuerpo oculto entre sábanas. Hay sangre en ellas. Se lo llevan a una habitación. Uno de los sanadores acude con desgana. Tiene que examinar el cuerpo.
Ken me coge de la ropa sin darse cuenta. Es evidente que es un esclavo. Siempre que muere uno, tememos que sea alguien conocido. Puede ser egoísta, pero no podemos evitarlo.
–Voy a ver.
Ella asiente. Preocupada. Mientras me acerco a la habitación. No han cerrado la puerta.
El cuerpo es de una mujer. Su cara está desfigurada. Y tiene muchos cortes en el cuerpo. Especialmente los pechos. ¿Quién ha podido torturarla así?
Me quedo petrificado. Reconozco el cuerpo. Reconozco la marca en el brazo. Es Heng. Siento la rabia invadirme. El odio hacia el culpable. Quienquiera que sea.
Me acerco a los que la han traído. Son sirvientes. Están conversando con otros. Esperando a cuando tengan que mover de nuevo el cuerpo.
–¿Qué se sabe?– los interrogo.
Soy un estudiante. Así que mi rango es superior al de ellos. A no ser que les hayan ordenado no hacerlo, me lo contaran todo. Además, conozco a algunos de ellos. No tenía una mala relación como esclavo.
–La encontraron así. No había nada más. No hay pistas que sepamos. Aunque solo nos llamaron para llevárnoslo– confiesa uno de ellos.
–Entiendo. Gracias.
Me vuelvo con Ken. Sé que le va a doler. Pero no puedo ocultárselo. Lo sabrá tarde o temprano. Al menos, ahora puedo consolarla. Respiro hondo. No puedo dejar que la rabia me invada. Necesita mi apoyo.
Yo conocía a Heng. Me caía bien. Pero éramos poco más que conocidos. Con amigas comunes. Ken era un de ellas.
–¿Quién es?– me pregunta, ansiosa.
Supongo que ha adivinado que es alguien conocido. Por mi actitud. Por ir a preguntar.
–Heng.
Me mira inmóvil por un instante. Lágrimas resbalan de sus mejillas. La abrazo. Los esclavos estamos acostumbrados a lidiar con ello. Pero eso no significa que no nos duela.
–Es culpa mía… Tendría que haber sido yo…– solloza.
–No es culpa tuya. Es del degenerado que le haya hecho eso. Y no se te ocurra volver a decir que tendrías que haber sido tú. ¿Qué haría si te pasara algo?– la regaño con suavidad. Me duele solo de pensarlo.
No responde. Llora sobre mi pecho hasta que consigue calmarse. No hay palabras para consolarla. Solo estar con ella. Abrazarla.
Se queda así un rato. Agarrada a mis ropas. Destrozada. Recomponiéndose. Como siempre ha hecho. Como todos hemos hecho. Da igual lo que duela. No tiene otra opción que seguir adelante.
–Estoy bien– se quiere separar al cabo de un rato.
No, no está bien. Yo tampoco. Solo ha recobrado la compostura. El control de sus sentimientos. Los ha forzado a ocultarse. A no mostrarse. Seguramente, esta noche volverá a llorar. Y no será la única. Me niego a soltarla durante varios minutos.
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Le dicen que es hora de irse. He estado con ella toda la tarde. Quiere levantarse, pero no le dejo. La cojo en brazos. En otras circunstancias, se habría quejado. Esta vez, solo se acomoda en mi pecho.
Me deja que lleve. Despacio. Mimándola un poco. Siento su cuerpo cansado de llorar contra el mío. Hasta que llego a la entrada del dormitorio. Aparece entonces Shu desde atrás.
Ken no se ha dado cuenta. Yo sí. Nos ha visto antes. Debía de estar volviendo también. Nos ha seguido sin decir nada. Sin interrumpirnos.
–¿Qué ha pasado?– pregunta con preocupación.
–Me he torcido el tobillo. Kong me ha traído– explica Ken.
–¿Qué más ha pasado?– insiste.
Es perspicaz. O quizás es demasiado evidente. Ken tiene los ojos rojos.
–Mejor te lo explico dentro. Gracias por todo, Kong– se despide Ken.
En su voz, es evidente el dolor. La tristeza. Shu me mira preocupada. Niego con la cabeza. Es mejor que lo hablen ellas dentro. No aquí fuera. Aunque me gustaría poder abrazarla también.
Las veo marcharse. Ken apoyada en Shu. Veo que se acerca Ai. Las tres eran amigas de Heng. Aunque no las únicas. Va a ser doloroso para ellas.
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–¿¡Quién ha sido!? ¡Maldito sea ese bastardo!– exclama Song fuera de sí, llorando.
–No sabemos nada por ahora. Intentaré enterarme si lo averiguan– aseguro.
–Pobre Heng… No se lo merecía…– solloza Liang.
–Si lo descubrimos, ¡lo pagará!– amenaza Shi, furiosa, con lágrimas en los ojos.
Todas la conocían. Sin duda, están furiosas, abatidas. Nos abrazamos los cuatro durante un buen rato. Y esta vez sí puedo permitirme llorar. Puede que no fuéramos íntimos, pero la consideraba una amiga. Duele.
Pero da igual nuestros sentimientos, nuestra rabia. Heng ha muerto. Y no sabemos nada del asesino. O asesinos.
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Al día siguiente, Pen llora desconsoladamente en mis brazos. Le ha afectado mucho. Se ha enterado antes de que se lo dijera. Pero es en mis brazos donde se ha desahogado.
Mis pervertidas también. No la conocían mucho. Más allá de haberla forzado a ponerse un piercing. Pero las dos son muy sensibles. Mucho más de lo que pueda parecer de entrada. Por muy extrovertidas que sean.
No parece que haya pistas. Que se sepa nada. Las chicas y yo inspeccionamos el lugar y los alrededores. Dado que era una esclava, es probable que no se hayan preocupado demasiado.
Por desgracia, no encontramos nada. Más allá de lugar del asesinato. Hay restos de sangre. Ni restos de ropa. Ni nada que nos pueda dar una pista. Y mucho menos pisadas. Si las hubiera, sería de todos los que han venido después.
Nos volvemos frustrados. Pero no hay nada que podamos hacer. Excepto estar atentos si encuentran algo.
La verdad es que estamos preocupados. No sabemos si ha sido un hecho aislado. A Heng le han dado una paliza, torturado y asesinado. Ha sido bastante cruel.
Lo único que sabemos es que no ha habido una intención sexual. No ha sido violada. ¿Por qué la han torturado? ¿Qué sentido tiene? Solo llevaba agua. Ojalá tuviera respuestas. De esa forma, tendríamos una pista. Ahora mismo, no tenemos nada.
Por supuesto, los esclavos están alerta. Si encontraran algo, lo sabría. Aunque es improbable. Quienquiera que sea el culpable, no dejó pistas.
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Las chicas cubren cuidadosamente los miembros amputados de Tan Huo. La verdad es que el tratamiento está yendo mejor de lo que esperaba.
Su dantian va mejorando. Aunque más despacio de lo que querría. Hemos podido reparar otros dos meridianos. Cada vez se nos da mejor. Creo que podremos reparar los que están peor. Bueno, más bien, lo llamaría recrear.
En cuanto a sus miembros, he conseguido que empiezan a regenerarse. Apenas un centímetro estos días. Aunque es un centímetro milagroso.
Tenía dudas de cómo recrearlos. De si sería capaz. Pero, de alguna forma, su cuerpo lo hace solo. Con yin y yang estimulo su cuerpo, y este crece. Por sí mismo. Parece saber qué le falta.
El primer intento fue el más difícil. Hubo que cortar un poco de su carne. Para quitar la parte muerta. Pero luego, simplemente funcionó.
No podemos avanzar mucho cada día. Pero avanzamos. Y luego le cubren las heridas a carne viva. Para protegerlas. Para que podamos seguir avanzando al día siguiente.
Lo hacemos a la vez en ambas piernas, brazos y lengua. El resto, lo dejamos para más adelante. Es el límite que puedo ayudar con su reserva de yin. Aunque puede que la aumente. Ha estado estudiando la técnica para generar más.
Por supuesto, he arreglado su vagina. Incluso ayer tuvo un pequeño orgasmo. No pareció haber problemas, toda ella está mejor. Y hoy me ha pedido más. Las chicas me acusan de estar pervirtiéndola. Se ha sonrojado un poco cuando lo han dicho frente a ella. Parece que se está recuperando también mentalmente. En gran parte, gracias a ellas.
Aunque, es evidente la rabia que guarda dentro. El odio. Quizás es lo que le hace trabajar casi sin descanso. Más allá del que la obligan.
Por su cuenta, va moviendo el qi en las cicatrices, en sus músculos, huesos. Podría ayudarle, pero entonces no tendría yin para lo otro. Y ella lo eligió así.
De todas formas, aunque va bien, eso no quiere decir que no pueda haber problemas. Articulaciones complicadas como el codo y la rodilla no sé como quedarán. O las uniones entre huesos. Tampoco hemos empezado con el ojo.
Con los dientes, tengo confianza. Ya lo hice con Hong. Pero tendrá que esperar. Lo primero es lo primero.
Cabe decir que, si genera más yin, podré hacer más cosas a la vez. Pero no avanzar en su recuperación demasiado rápido. La velocidad a la que se regeneran sus miembros tiene un límite. Hay que esperar a que se asienten después de que su cuerpo los regenera. Y a que recupere fuerzas, más allá del qi. Por eso, le hacen comer bastante.
No sé si tiene hambre, pero se lo come sin rechistar. O lo bebe. A pesar de que le cuesta sin lengua. Necesitan un tubo para dárselo. Supongo que quiere recuperarse cuanto antes.
En cuanto a nuestra conexión, es de total y completa devoción. Es incluso más fuerte que Bang Rui. Supongo que le he devuelto lo que había completamente perdido. La esperanza.