3-Un juego de engaño

P.V. Alexander

En el momento en que vi aquella luz, lo supe de inmediato.

Era la luz de un contrato irrompible.

—Jajajajaja... Al parecer, el collar ha reconocido nuestro pacto. —rió Neton con satisfacción—.

—Bien, mortal, te permito elegir el tipo de duelo.

—Le agradezco su generosidad, su divinidad. —respondí, inclinando ligeramente la cabeza—.

—El duelo será... de preguntas.

—El primero que no responda correctamente, pierde.

—¿¡Jajajajajaja!? ¿Rétas a un dios a un duelo de conocimiento? —rió Neton, como si hubiera escuchado la mayor estupidez del universo.

Y, para ser sincero, su reacción tenía sentido.

Un simple humano compitiendo contra el conocimiento de un dios...

Es como intentar romper una montaña con una pluma.

Pero aun así...

Por alguna razón, sentía que había una oportunidad.

"Todo dependerá del tamaño de su ego... y de mi suerte."

—Te permito formular la primera pregunta. —dijo Neton, con aire condescendiente.

—Bien... —respiré hondo—.

Mi pregunta es:

—¿A quién pertenece este collar?

Una pregunta con trampa.

La respuesta parece sencilla... pero si Neton es verdaderamente un dios, hay una posibilidad de que falle.

—Hmph... una pregunta algo complicada, pero no hay problema. —contestó, confiado—.

—Por la divinidad que percibo en él, y el tipo de contrato que hemos sellado, deduzco que el dueño es un dios relacionado con los pactos o promesas.

—No hay muchos dioses con esas características. Sin embargo... al observar la energía familiar y la figura de las manos entrelazadas que lleva el medallón...

—Mi respuesta es que el collar pertenece al dios romano Sancus.

Tragué saliva y miré el collar.

Él sabe la respuesta.

Mi corazón latía como si fuera a explotar.

El collar se iluminó...

De rojo.

¡Rojo!

¡Respuesta incorrecta!

Mis piernas cedieron.

—¡¿Qué?! ¡¡Imposible!! —gritó Neton, desconcertado—.

—¡Mortal! ¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo puede no ser la respuesta correcta?

Vi su expresión: una mezcla de incredulidad, frustración... y curiosidad.

—Para ser sincero, ni yo estaba seguro de que funcionaría. —respondí, tratando de recuperar el aliento—

—Pero la lógica detrás no es tan complicada.

—En muchas historias que conozco, cuando un dios entrega un objeto a un humano, no se lo da en propiedad.

—A lo mucho, lo presta. Porque un dios nunca entrega algo que no pueda recuperar.

—En otras palabras... incluso si alguien encuentra un arma divina tirada en algún rincón del mundo, seguirá perteneciendo al dios que la creó.

—Pero este collar... no fue encontrado, ni prestado.

—Fue un regalo de mi abuelo. Y cuando murió... me lo dejó como herencia.

—Así que, según todas las reglas humanas de propiedad... el dueño soy yo.

—No sé cómo mi abuelo obtuvo algo que ni siquiera un dios ha podido reclamar.

—Pero lo que está claro es que el collar me pertenece a mí.

Neton quedó en silencio por un momento.

Luego comenzó a reír.

—¡Jajajajajajaja! ¡Nunca lo pensé así!

—Tienes razón. Nosotros, los dioses, jamás damos nada que no podamos recuperar...

Afortunadamente, no parecía molesto. Al contrario, se mostraba... divertido.

—Bien, mortal. Ahora es mi turno.

—Y en honor a tu ingenioso engaño... te haré una pregunta parecida.

—Dime... cuál es mi nombre más conocido.