16-Conociendon a la princesa

Punto de vista: Alexander

Después de aprender la magia curativa, me acerqué a los caballeros heridos.

—Disculpa —le dije a la princesa mientras me adelantaba.

Extendí la mano sobre uno de los caballeros inconscientes.

—Curar.

Un círculo mágico verde se formó bajo mi palma, y una suave luz comenzó a envolver el cuerpo del herido. Las heridas cerraron a gran velocidad, mucho más rápido que cuando lo hizo Lernia.

—No está mal —murmuré, mientras repetía el proceso con los demás soldados caídos—. Y además no necesito decir todo ese cántico largo... esto sí que es eficiencia.

Una vez que todos estuvieron curados, regresé junto a la princesa.

—Listo. Están curados.

—Gracias… de verdad —respondió ella con una sonrisa aliviada.

—Bien, antes que nada, ¿podrías decirme dónde puedo encontrarte más tarde?

—¿Eh?

—Tengo que buscar a una amiga. Pero me gustaría hablar contigo después.

Ella asintió tras unos segundos de duda.

—Sí, claro. Puedes venir al palacio del gobernador, está en el centro de la ciudad. No tiene pérdida.

—Perfecto. Entonces nos vemos allí más tarde.

Me despedí y me dirigí al lugar donde había dejado a Andrea. Usando mi magia, deshice la ilusión que ocultaba la pequeña habitación improvisada y entré.

Allí estaba, aún inconsciente.

Por si acaso, volví a utilizar el hechizo de curación sobre ella. Una suave luz verde la envolvió… y lentamente, sus párpados comenzaron a moverse.

De pronto, se incorporó de golpe, mirando a su alrededor como si acabara de despertar de una pesadilla.

—¡¿Dónde estoy?! ¡¿Qué pasó?!

—Tranquila, tranquila, Andrea. Ya pasó todo. Bueno… más o menos.

Tuve que explicarle con calma toda la situación: los monstruos, la princesa caballero, el tipo al que le pateé la cara... y que aparentemente, ahora me consideran un héroe. Estaba confundida, pero poco a poco lo fue procesando.

Decidimos esperar hasta el atardecer antes de dirigirnos a la mansión del gobernador. Mientras tanto, nos quedamos junto a la ventana, observando a la gente pasar por las calles. Todos vestían como si hubiéramos viajado a la Edad Media. Bueno, técnicamente... eso parece.

Cuando el sol empezó a esconderse, activé un hechizo de ilusión para hacernos invisibles y no llamar la atención. Caminamos por las calles sin ser vistos hasta llegar a la enorme mansión en el centro de la ciudad.

Al desactivar el hechizo frente a la entrada principal, me dirigí al guardia más cercano.

—Hola. Tengo una cita con la princesa.

Mi voz sonó casual… demasiado, tal vez.

Los guardias me miraron con recelo, y de inmediato desenvainaron sus armas.

—¿¡Quién eres!? ¿¡Cómo te atreves a presentarte sin mostrar respeto a Su Alteza!? —gritó uno de ellos, apuntándome con su lanza.

“¿Mostrar respeto? ¿Debí traer flores o algo?”

Justo cuando estaban a punto de atacar, una voz firme resonó desde el portón principal.

—¡Deteneos!

Un hombre con armadura ornamentada salió apresurado. Todos los soldados bajaron sus armas al instante.

—¡Capitán! —exclamaron algunos.

—Este forastero se presentó sin autorización, íbamos a castigar su falta —dijo uno de los soldados con tono firme.

—¡Silencio! —gritó el capitán—. Disculpad la grosería, señor héroe. La princesa lo está esperando.

El ambiente cambió de inmediato. Pasamos de “enemigo del reino” a “invitado de honor” en segundos.

Nos escoltaron por un largo pasillo hasta llegar a una puerta doble de madera tallada. Tras una breve espera, nos anunciaron y nos permitieron entrar.

La sala era lujosa, decorada con tapices dorados, columnas de mármol y un enorme ventanal que dejaba entrar la luz naranja del atardecer. En el centro, de pie junto a una mesa de cristal, se encontraba ella.

Una mujer de veintitantos años, de porte regio, con un uniforme blanco de estilo militar decorado con detalles dorados. Su largo cabello rubio caía sobre sus hombros, y su expresión era serena, aunque en sus ojos verdes brillaba determinación.

—Les he estado esperando. Disculpen la falta de formalidad en nuestra primera reunión —dijo con voz elegante—. Soy Lernia Vi Calexio, primera princesa del Reino Calex. Es un honor conocerles, héroes. Estoy dispuesta a brindar toda la ayuda que esté en mis manos.

Andrea la miró, aún procesando toda la situación. Y ahí me di cuenta…

“No le conté absolutamente nada sobre mi pelea contra un general legendario ni del poder divino que usé.”

Esto... esto va a ser muy complicado de explicar.