Punto de vista: Alexander
Tras la presentación de la princesa Lernia, era nuestro turno.
—Encantado de conocerte —dije, haciendo una leve reverencia—. Soy Alexander Miller, y ella es Andrea Ferd.
Lernia nos dedicó una leve sonrisa de cortesía, aunque mantenía su porte regio.
—Una vez más, permítanme agradecer su llegada desde el Imperio y por ofrecernos su ayuda en este momento tan delicado —dijo con un tono formal.
—¿Desde el... Imperio?
Parpadeé, confundido. Al parecer, pensaba que éramos enviados oficiales de algún gran poder político.
—¿Podría decirme cómo puedo ser de utilidad? —añadió ella, con sincera expectativa en la mirada.
Era hora de empezar a aclarar cosas.
—Antes de eso… tengo muchas preguntas —dije, intentando mantener un tono calmado—. Pero hay una en particular que me intriga.
Me crucé de brazos y la miré a los ojos.
—¿Por qué me llamas "héroe"?
Por algún motivo, esa palabra parecía estar atada a mí desde que llegamos. Pero nadie me había explicado nada.
Lernia pareció confundida por la pregunta.
—Bueno… el general enemigo mencionó que su ataque fue debido a la llegada de un héroe a esta ciudad —explicó—. Y con el poder que me mostraste… es difícil imaginar que seas otra cosa. Además, tu ropa es extraña, jamás hemos visto telas así por aquí.
—¿Entonces solo asumiste que era un héroe... porque sí?
Andrea me miró, con el ceño fruncido.
—Oye, Alex… ¿entiendes lo que dice?
La miré, sorprendido.
—Espera… ¿no has entendido nada?
—No. Y más importante, ¿cómo es que tú la entiendes?
Fue entonces cuando algo hizo clic en mi cabeza. "¿Cómo demonios estoy entendiendo su idioma… si se supone que estamos en otro mundo?"
Me volví hacia Lernia, un poco confundido.
—Princesa, ¿en qué idioma estoy hablando ahora?
—En el idioma común de este continente —respondió sin dudar.
—¿Y Andrea? ¿Ella no puede entenderme?
Lernia ladeó ligeramente la cabeza.
—Eso parece… lo cual es extraño. Todos los héroes convocados por la diosa reciben su bendición para comprender y hablar cualquier lengua. Tal vez… ustedes no fueron convocados por ella.
“¿Diosa? ¿Bendiciones? ¿Idiomas universales? Esto es cada vez más surrealista…”
Suspiré, y le pedí a Andrea que me dejara manejar la conversación un rato.
—Princesa —retomé—, antes mencionaste que hay héroes convocados. ¿Significa eso que hay más personas como nosotros? ¿Otros de otro mundo?
Asintió con calma.
—Sí. Hasta ahora, han llegado ocho héroes al continente.
En ese instante, las imágenes volvieron a mi mente con claridad: Jorge, María, Sergio… y otros cuatro desconocidos que también cayeron al portal con nosotros. Tres hombres y una mujer. ¿Podría ser que ellos fueron convocados por la diosa y nosotros no?
—¿Sabes sus nombres? —pregunté, tratando de ocultar mi urgencia.
—Lamento decir que esa información está altamente resguardada por los distintos reinos que los acogieron —respondió ella, algo apenada.
Solo pude suspirar. No era tan sencillo como encontrar sus nombres en una lista.
Pero había algo más. Nosotros llegamos hace menos de dos días. Los otros, según dijo, ya estaban aquí desde hace cuarenta. Una diferencia de más de un mes. ¿Qué pasó en ese lapso? ¿El tiempo se comporta distinto al cruzar el portal?
—Por las preguntas que me haces… —Lernia entrecerró los ojos, con un destello de comprensión—. ¿Ustedes no fueron convocados por el Imperio?
—No. —Negué—. Nosotros simplemente… aparecimos en un bosque cercano. Sin advertencia, sin bienvenida. Solo confusión.
Sus ojos se abrieron ligeramente.
—Eso es… muy inusual.
La conversación se alargó. Hablamos sobre el reino, sobre las amenazas que enfrentan, sobre los héroes convocados y sus respectivos reinos, y sobre los peligros que se avecinan. Cada respuesta solo abría más preguntas. Pero por ahora, decidí no insistir.
Cuando la noche cayó completamente, la princesa nos ofreció hospitalidad.
—Les he preparado habitaciones para que puedan descansar. Mañana podremos continuar.
Aceptamos con agradecimiento. Después de tantas sorpresas, una cama decente sonaba casi milagrosa.
Mientras nos conducían por los pasillos del palacio, no podía quitarme de la cabeza una sola pregunta:
“¿Por qué nosotros no fuimos convocados… y qué significa realmente eso?”