El traqueteo constante del carruaje acompañaba el silencio que se extendía en su interior. Íbamos camino a la capital del Reino Belirgo, viajando a través de caminos flanqueados por árboles y colinas.
A mi lado, Andrea observaba el paisaje con curiosidad. Ahora vestía ropa del estilo local: una túnica ligera y unas botas de cuero. Frente a mí, sentada con elegancia, se encontraba la Princesa Lernia. Aunque su atuendo también seguía la moda del reino, era claramente de una calidad superior: un vestido bordado con hilos dorados que brillaban tenuemente a la luz del sol.
Decidí romper el silencio con una pregunta que llevaba tiempo rondando mi mente.
—Princesa, ¿cómo consiguieron abrir un portal entre mundos?
Era una duda que me molestaba más de lo que quería admitir. La energía necesaria para traspasar la barrera dimensional no es algo que un grupo de simples humanos pueda generar.
Lernia bajó ligeramente la mirada, pensativa.
—No lo sé con certeza —respondió—. El ritual de invocación es un secreto guardado celosamente por la Iglesia Rexia. Solo sé que se necesita la ayuda de la Diosa para realizarlo.
Su respuesta me dejó pensativo. Si yo soy inmune a la magia —algo que ya había confirmado—, entonces ningún ritual mágico debería haberme afectado. Lo único que podría romper esa regla… sería un dios.
"¿Acaso fue la propia Diosa quien abrió el portal?"
Tal vez la apertura del paso dimensional sea un acto divino, pero el “camino” que conecta los mundos se forma gracias a los magos de este mundo. Eso explicaría cómo fue posible que mi cuerpo, aún con su inmunidad, fuera arrastrado a este lugar.
Pasaron las horas y finalmente llegamos a una pequeña ciudad bajo el dominio del vizconde Reiser. Como el sol comenzaba a ocultarse, decidimos pasar la noche en el edificio del ayuntamiento.
El alcalde nos recibió con entusiasmo, aunque la presentación de la princesa fue cuidadosa: nos describió simplemente como invitados extranjeros.
Para evitar atraer atención indeseada, sugerimos mantener en secreto el título de "Héroe".
Curiosamente, solo Andrea parece haber recibido dicho título. Incluso posee una ventana de estado, similar a los juegos de rol. Por lo que pudimos comprobar, tiene afinidad con la magia sagrada.
"Si la Iglesia se entera de esto, intentarán controlarla sin dudarlo."
Yo, por otro lado, no tengo ventana de estado. Pero creo entender por qué...
A la mañana siguiente, partimos temprano. Según Lernia, era posible que nos encontráramos con el vizconde en la próxima ciudad.
El viaje transcurrió sin incidentes, hasta que nos adentramos en un camino boscoso.
Allí… nos emboscaron.
Un grupo de bandidos surgió de entre los árboles.
—¡Princesa, permanezca dentro del carruaje! —ordené con firmeza.
—Entendido. Tened cuidado —respondió, sin perder la calma.
Observé al grupo enemigo con atención. Algo no encajaba. Sus movimientos eran demasiado organizados para simples bandidos.
"Esto es una emboscada profesional."
Activé mi Divinidad de Velocidad y me coloqué frente al carruaje en un instante. Luego, activé mi Resistencia Divina. En ese momento, un golpe punzante impactó directamente en mi pecho… sin dejar más que el eco de su impacto.
Frente a mí apareció un hombre vestido completamente de negro. Su presencia era asfixiante, y su aura… letal.
Un asesino.
Sus ojos se abrieron con sorpresa al verme ileso. Esa fracción de segundo fue todo lo que necesité.
Le sujeté la muñeca con una mano, inmovilizándola, y levanté la otra apuntando directamente a su rostro.
—Fire Ball.
Una esfera de fuego se formó en mi palma, crepitando con intensidad.
El asesino reaccionó al instante, revelando una cuchilla oculta en su brazo. Intentó cortarme el cuello… pero ya era demasiado tarde.
La bola de fuego se lanzó como un rayo.