La bola de fuego impactó de lleno.
El asesino salió despedido por los aires, estrellándose violentamente contra un árbol cercano. Las llamas aún lo envolvían, y sus gritos de agonía rompieron el silencio que se había instalado en el bosque.
Durante unos segundos, tanto aliados como enemigos quedaron congelados por la sorpresa.
El fuego crepitaba.
Y entonces, la voz de la princesa Lernia resonó, rompiendo la tensión.
—¿Qué ha pasado?
Señalé al hombre en el suelo, su cuerpo aún convulsionándose entre las llamas.
—Intentó atacar el carruaje —respondí con tono firme.
Lernia entrecerró los ojos. Cuando logró ver con claridad el rostro carbonizado del atacante, su expresión cambió por completo. Sus ojos se abrieron, incrédulos.
Sin pensarlo, avanzó hacia el cuerpo.
—¡Princesa, no se acerque! ¡Es peligroso! —exclamó uno de los caballeros, interponiéndose rápidamente.
Yo también mantenía mis sentidos alerta. Había algo que no encajaba… aún sentía una mirada clavada en mi nuca, como si alguien nos observase desde las sombras. Miré a mi alrededor, pero no encontré nada. Solo árboles… y silencio.
—Lo sabía —murmuró Lernia.
Se agachó ligeramente, inspeccionando el rostro quemado del atacante.
—¿Lo conoces? —pregunté, cruzando los brazos.
—Sí… Este hombre es uno de los ayudantes del duque Lesser.
La respuesta encendió una chispa en mi mente.
"Política interna... una lucha por el poder, sin duda."
No era solo un ataque de bandidos. Era un intento de asesinato cuidadosamente disfrazado.
Como si la verdad comenzara a desmoronarse, el resto de los bandidos —que aún no habían sido derrotados— entraron en pánico. Intentaron huir, pero los caballeros de la escolta no se los permitieron. Algunos cayeron en el combate, mientras que otros dos fueron capturados con vida.
Después de interrogarlos, no conseguimos nada útil. Ni una confesión, ni nombres concretos… solo evasivas.
Registramos sus pertenencias. Tomamos lo que parecía útil y enterramos los cuerpos lejos del camino.
De nuevo, subimos al carruaje.
El ambiente era tenso, pero la curiosidad me venció.
—Dime algo… ¿nos hemos metido en un lío político?
Lernia suspiró.
—Lo siento… —musitó con una sonrisa amarga.
—¿Pelea por el poder? ¿Sucesión?
—Sí —confirmó, con voz más firme esta vez—. El rey está muriendo, y los tres candidatos con más posibilidades de sucederlo son mi medio hermano, el primer príncipe… y mi hermano, el tercer príncipe.
Se acomodó ligeramente en su asiento, como si la conversación le pesara en los hombros.
—Mi hermano quiso fortalecer su posición comprometiéndome con el quinto príncipe del Imperio… El primer príncipe se opuso a la unión, e intentó anular el compromiso. Pero… el príncipe imperial se niega a dejarme ir. Así que, para impedir la alianza… la única forma de romper el compromiso… es eliminándome.
La crudeza de sus palabras cayó como una losa en el carruaje.
Me crucé de brazos, pensativo.
—El duque Lesser, entonces… ¿está con el primer príncipe?
—Exacto —asintió Lernia—. Pero aunque intentara culparlo directamente del ataque, con su influencia y el respaldo del primer príncipe, quedaría libre de toda culpa. Lo declararían inocente antes de que pudiera siquiera levantar una denuncia formal.
"Así que incluso la justicia está podrida en este reino..."
Finalmente, divisamos las murallas de una ciudad.
En la entrada, un guardia se acercó a paso rápido. Informó que el vizconde Reiser se encontraba de camino hacia nosotros.
Esperamos.
Minutos después, un hombre de mediana edad llegó montado en un caballo. Al desmontar, tropezó ligeramente, casi cayendo de bruces al suelo.
Vestía con sencillez, sin las extravagancias que había visto en otros nobles. Se notaba que estaba en buena forma, a pesar de rondar los cincuenta años.
—Mis disculpas por la demora, su alteza. —Se inclinó respetuosamente ante Lernia—. Permítame darle la bienvenida a Torreón. No dude en pedirme lo que necesite durante su estadía.
Después de saludar con cortesía a la princesa, sus ojos se posaron sobre Andrea… y luego en mí.