Me encuentro acompañando a Andrea. Ya han pasado dos días desde nuestra llegada a Torreón.
Recorremos las calles de la ciudad sin prisa. Aunque este mundo parece anclado en una especie de Edad Media, hay detalles que recuerdan vagamente a la era moderna: estructuras bien construidas, sistemas de drenaje rudimentarios, y hasta herramientas de hierro refinado.
Durante este tiempo, he conseguido aprender varias magias, tanto ofensivas como curativas.
Pero lo más sorprendente fue lo que ocurrió cuando Andrea recibió la [Magia de Traducción].
Justo al activarse, apareció ante nosotros una pantalla flotante, similar a una interfaz de videojuego.
Lo curioso es que solo ella y yo pudimos verla.
Una pantalla como esta... definitivamente no pertenece a este mundo.
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Estado de Andrea Ferd
Título: Héroe Convocado, Santa Sacerdotisa
Salud: Bueno
Nivel: 1
Ataque: 2
Defensa: 1
Agilidad: 2
Maná: 100
Magias:
Magia de Traducción (Pasiva)
Curación Menor
Exorcismo
Barrera Sagrada
(Varias habilidades bloqueadas)
Bendiciones: Bendición de la Diosa
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Según nos explicó la princesa, sus atributos físicos están por debajo del promedio… pero su reserva de maná es absolutamente descomunal, incluso estando en nivel 1.
Y lo más alarmante… es su título: Santa Sacerdotisa.
Si la iglesia se entera de esto, no cabe duda de que intentarán tomar el control sobre ella, incluso por la fuerza.
Mientras paseábamos por la zona comercial, noté algo curioso. Un par de hombres vestidos de civiles nos seguían discretamente.
Guardias encubiertos. Nada peligroso… al menos por ahora.
Después de mirar tiendas, decidimos sentarnos en una plaza cercana. Varias parejas jóvenes se encontraban por los alrededores.
La escena me puso algo nervioso… y Andrea también parecía incómoda.
Al menos, su expresión se veía más relajada que en días anteriores. Supongo que un poco de aire fresco ayuda.
Pasado un rato, decidimos volver a la mansión.
Mientras regresábamos, algo me hizo detenerme.
Una sensación extraña... como si algo —o alguien— me estuviera observando. Pero esta vez no era uno de los guardias. La sensación estaba teñida de… resentimiento.
Me giré lentamente, explorando los alrededores con la mirada.
Nada.
Y justo al entrar en la mansión del vizconde, la sensación desapareció por completo.
No pude ignorarlo. Decidí reunirme con la princesa y contarle lo sucedido.
—Ya veo… —dijo Lernia, pensativa—. Es posible que alguien haya sido enviado para verificar mi estado. No es la primera vez.
—No se preocupe —añadió, con una sonrisa sutil—. Mañana partiremos hacia la capital junto al vizconde y su escolta personal.
Preferí no darle más vueltas al asunto por ahora.
Me dirigí al comedor.
Curiosamente, desde que llegué a este mundo, mi necesidad de comer ha disminuido bastante. Aun así, me apetecía una comida tranquila.
Al llegar, vi a Andrea ya sentada. Me acomodé a su lado.
Poco después, entró una mujer de unos treinta años. Era increíblemente hermosa, y vestía un elegante vestido con detalles bordados. Su porte era digno de nobleza refinada.
Tras ella, entró un joven de unos veinte años. Su parecido con el vizconde era evidente.
Era el segundo hijo del vizconde Reidol: Serlos Reidol.
Cuando ambos se sentaron, el vizconde hizo su aparición. La última en llegar fue la princesa Lernia.
La cena transcurrió con calma.
Durante la comida, el vizconde conversó con su hijo, haciendo preguntas sobre su entrenamiento y sus responsabilidades.
Todo parecía normal… hasta que, cerca del final, empezamos a escuchar voces elevadas del otro lado de la puerta.
—¡Joven maestro, espere por favor! Debemos informar al señor de su llegada primero.
—¡No te metas en mi camino! Un simple sirviente no tiene derecho a hablarme en ese tono.
—¡Apártate! Como futuro jefe de la casa Reidol, es mi deber saludar a la princesa personalmente.
Solo por el tono… ya podía imaginar el tipo de persona que estaba a punto de entrar.
Y no me equivoqué.
La puerta del comedor se abrió de golpe con una sacudida violenta.
Un joven de unos veinticinco años, algo pasado de peso y vestido con un traje ridículamente adornado, irrumpió en la habitación con una sonrisa arrogante.
Su sola presencia parecía exigir atención… aunque no en el buen sentido.
La energía en el ambiente cambió por completo.
La cena… se volvía interesante.