30-Trampa

[Punto de Vista: Alexander]

La voz de la Diosa cayó como un martillo divino sobre mis pensamientos.

—¿Creíste que ese ser era tu enemigo? —pregunté, aún atónito.

—Un perdedor que ha caído de su trono divino ya no posee valor… salvo el que yo decida otorgarle —respondió ella con una frialdad que heló incluso mi alma.

Su indiferencia... me enfureció.

Apreté la empuñadura de mi espada. Y entonces lo noté.

> "¿La espada… aún sigue en mi mano?"

"¡Imposible! El santuario ya debería haberse desvanecido…"

Antes de poder comprender del todo, su voz volvió a rugir como una sentencia.

—Ser inferior… ¿cómo puedes tener el cuerpo y el poder de un dios?

Volví a mirarla. La figura celestial frente a mí irradiaba una autoridad absoluta.

—Tu mera existencia es un insulto para los verdaderos seres divinos.

—Entrégame esa divinidad, y a cambio… te concederé el descanso eterno.

Por un instante… lo pensé.

> Su voz era como un eco hipnótico.

Calmado, perfecto… absoluto.

Por un segundo... quise obedecer.

—Tsk… maldita espada… —susurró con molestia.

Y en ese momento, el hechizo se rompió.

La espada vibró en mi mano, y su divinidad corrió por mi cuerpo.

> "La espada… me está protegiendo."

"No… el santuario aún existe. Está oculto… resistiendo."

Lo comprendí al instante: ella había creado una pseudobarrera dentro de la mía. Me había aislado de mi propio santuario usando como ancla… a la chica de antes.

> Los dioses crean santuarios dentro de barreras de realidad.

Cuando estos colisionan… el mundo exterior sufre las consecuencias.

Pero esta vez no ocurrió.

Ella está contenida. Yo… estoy limitado.

No puedo controlar del todo esta divinidad. Y ella tampoco puede usar su verdadero poder… porque está descendiendo a través de un cuerpo humano.

> “De no ser por esta espada… ya estaría bajo su control.”

La miré directamente.

—¿Temes esta espada, verdad?

Sus ojos me taladraron con una calma mortal.

—No te emociones, ser inferior. Solo porque un dios te haya favorecido, no creas que estás a mi nivel.

—Y, sin embargo… no puedes matarme, ¿cierto?

> Su silencio fue más revelador que cualquier respuesta.

—A fin de cuentas, no eres más que un dios de segundo nivel.

Por primera vez, su rostro se torció.

> ¿Eso fue… odio?

—Parece que debo enseñarte… la diferencia entre un dios verdadero y una imitación.

Su cuerpo empezó a emitir una presión divina brutal.

Pero no le di tiempo.

—Lo siento… no soy de los que esperan a que su enemigo esté listo.

Activé toda la divinidad que me quedaba.

> Fuerza.

Velocidad.

Espada.

—¡Este es mi último ataque…!

Me lancé hacia su cuello con un corte preciso y veloz.

Justo antes de impactar, vi algo que me heló el alma.

Una sonrisa.

> ¡Maldición! No puedo detenerme ahora…!

Mi espada atravesó su cuerpo como si fuera niebla divina.

La figura desapareció.

Y en su lugar… apareció ella.

> La santa.

Ilesa. Pero el rosario que colgaba de su cuello brilló con una intensidad anormal.

Una luz divina brotó de él y me envolvió.

—¿Qué… está pasando?

El espacio comenzó a retorcerse a mi alrededor.

—No puedo matarte —dijo la voz de la Diosa, ahora saliendo de la boca de la chica—.

Pero puedo expulsarte de mi mundo.

Sus ojos estaban vacíos, sin emociones, sin alma.

Un portal se abrió detrás de mí. Ya no podía usar más energía divina.

Solo pude hacer una cosa: intentar aferrarme a ella.

Y lo logré.

—Qué lástima. Era una santa bastante decente. Me costará encontrar otra de su nivel —dijo la Diosa, sin una pizca de compasión.

Su energía desapareció de pronto.

—¿Eh? ¿Qué está pasando? ¿Dónde… estoy? —preguntó la santa con confusión.

Parece que había vuelto en sí.

Intenté soltarla… pero era demasiado tarde.

La energía del portal ya nos había engullido.

> ¡Maldita sea…!

En ese instante, con los últimos restos de mi divinidad, invoqué el fragmento de sabiduría del santuario.

Usé la espada, ya desvaneciéndose, como catalizador… y le envié una bendición.

> Una semilla para el futuro.

—¡Aaaaaah! ¿¡Por qué me está pasando esto!? —gritó la chica mientras éramos absorbidos por el vórtice.

> "Esto no acabará así."

> Lo juro por mi humanidad.

Lo juro por mi nombre… Alexander