[Espacio Interdimensional – ???]
Después de ser expulsado del mundo de la Diosa, desperté en lo que solo puedo describir como un vacío entre realidades.
Un caos silencioso me rodeaba. No había cielo ni suelo, solo un torbellino constante de energía que desgarraba cada fibra de mi cuerpo.
> “Tch... Maldición... Esto... duele.”
Mi habilidad divina 『Inmortalidad』 mantenía mi cuerpo unido, regenerando lo que la energía arrancaba... pero apenas era suficiente.
Junto a mí flotaba el cuerpo inconsciente de la joven —la misma que la Diosa había usado como médium. Una luz amarilla la envolvía, tenue y temblorosa.
> “¿Un artefacto protector? No... se está debilitando.”
Con el poco control que tenía sobre mis movimientos, me arrastré hacia ella y la abracé. En cuanto la toqué, la luz del artefacto también me rodeó.
> “Esto... puede funcionar.”
Concentré la energía divina que aún quedaba dentro de mí y la canalicé hacia el artefacto. La luz resplandeció con fuerza, extendiéndose como un capullo que nos aisló del daño dimensional.
> Por ahora… estamos a salvo.
Pero este lugar… no tiene salida.
Solo me quedaba una opción: arriesgarlo todo para forzar una ruptura en el tejido de la realidad.
> 『Divinidad: Maestría de la Magia』 – Activada.
Reuní toda la energía divina posible y preparé una técnica que había visto en un guardia de la princesa.
> 『Aumento (Enhance Gravity)』
Una magia simple que aumentaba el peso. Sin embargo, amplificada por mi divinidad, sus efectos podían ser catastróficos.
> “¡Aumenta el peso de nuestros cuerpos miles de veces!”
La presión era insoportable. Sentía mis huesos crujir, mi piel desgarrarse… y aún así, seguía canalizando energía.
La masa alterada comenzó a distorsionar el espacio a nuestro alrededor.
> “¡Vamos... abre una brecha!”
Y entonces, con un chasquido de la realidad… apareció una grieta.
No dudé. Con la chica en brazos, envueltos en la luz del artefacto, salté hacia ella.
> “¡Por favor... déjanos aterrizar en un mundo donde aún podamos respirar!”
Mientras cruzábamos la grieta, mi conciencia comenzó a desvanecerse.
> “No puedo… más…”
Lo último que vi… fue una luz cegadora en la distancia.
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[Mundo ??? – Periferia de la Ciudad Mecanizada]
Un rugido.
El olor de pólvora y sangre.
Y un cielo surcado por drones y fuego.
Una ciudad de metal se alzaba imponente en el horizonte. Era una metrópolis futurista, rodeada por una gigantesca muralla y una cúpula de energía azulada.
Coches flotaban entre rascacielos, hologramas cubrían las fachadas, y torres defensivas escupían luz láser.
Sin embargo, más allá de la muralla… todo era ruina.
Y justo ahí, en los restos de un asentamiento rural, un refugio resistía el asedio.
—¡No os rindáis! ¡Aguantad! ¡Los refuerzos llegarán!
Un hombre de cabello oscuro, vistiendo una armadura de combate carmesí, alentaba a su grupo. A su alrededor, soldados con equipo menos avanzado se defendían con todas sus fuerzas contra una horda de monstruos y muertos vivientes.
De repente, una joven de cabello plateado llegó corriendo, jadeando.
—¡Tío…! Tengo noticias.
Su rostro pálido ya delataba la respuesta.
—No hace falta que hables. Ya veo… —murmuró el hombre con resignación.
—La Ciudad Mecanizada… dice que tampoco pueden enviar refuerzos. Están conteniendo su propia ola…
El hombre cerró los ojos, asintiendo lentamente.
—Entiendo. Hemos sido dejados a nuestra suerte.
Con voz firme, dio una orden.
—Liza, reúne a las mujeres y niños. Te asignaré algunos hombres. Cuando dé la señal, escapa por la puerta norte.
—¡¿Tío, qué vas a hacer tú?! —gritó la chica, con lágrimas temblando en sus ojos.
—Te ganaré el tiempo que necesites… como prometí.
La joven asintió, tragándose el llanto, y saludó con un gesto militar antes de partir.
El hombre se giró hacia el horizonte… donde la horda se acercaba como una ola negra de muerte.
> “Así que este… es el final.”
Pero entonces…
El cielo se rasgó.
Una grieta luminosa apareció de la nada, suspendida en el aire sobre el campo de batalla.
> Algo… o alguien… estaba a punto de llegar.