El cerebro de Violeta se paralizó. Ashton estaba increíblemente cerca y ella podía ver sus ojos brillando peligrosamente.
—¿Él le preguntó si se entregaría a él?
La proximidad de Ashton siempre la tranquilizaba, pero ahora la ansiedad le ataba el estómago en nudos. El aura de Ashton era aguda y volátil, amenazando con consumirla.
—¿Cómooooo? —chilló Violeta.
Ashton dio un paso atrás y sacudió la cabeza. —No tienes la edad, pero deberías saber que no todos son tolerantes. Sigue haciendo eso, y alguien se aprovechará de ti.
—Pero tú no —dijo ella con toda la confianza que pudo reunir mientras intentaba ocultar lo desconcertada que estaba.
Ashton podía ver que ella estaba fingiendo su valentía, pero no quería recalcarlo. ¿Se había pasado? Soltó un largo suspiro y decidió cambiar de tema.
—¿Me odias tanto? Si no quieres que esté cerca de ti, solo dilo, y yo…
—¡Vaya! ¡Vaya! —exclamó Violeta—. ¿De dónde salió eso? No te odio. Eres uno de mis machos favoritos.