—Chasqueó los dedos y la envió fuera de su mundo. Resultó que el mundo rojo era el Campo de Dahlia, que era su poder. Siempre que quería matar a alguien, los llevaba a su propio mundo.
—Quizás porque estaba demasiado cansado, no le prestó atención después de enviarla lejos. Ni siquiera notó que ella ya se había agachado a su lado.
—Ella hizo volver la espada negra que apuntaba a acabar con la vida de Dalia la Destructora. Desde el principio, nunca quiso quitarle la vida, al igual que él no tenía la intención de matarla.
—¿Cuánto tiempo vas a quedarte acostado aquí? Al menos envíame fuera —preguntó ella débilmente.
—Ya te envié fuera... Espera, ¿no te envié fuera? —las palabras de Dalia la Destructora se quedaron atoradas en su garganta mientras miraba fijamente su máscara agrietada.
—¿Te refieres a ese esqueleto no identificado? —señaló hacia un cierto círculo mágico que reflejaba la situación en el mundo exterior.