Las calles bullían con criaturas de todo tipo y descripción. A primera vista, la Ciudad Demonio parecía perfectamente ordinaria. Sin embargo, a medida que se aventuraba más profundo, descubrió que el corazón de la misma era un extenso laberinto de estructuras y pasadizos, incrustados en la ladera de la montaña. La zona estaba fuertemente fortificada, con entrada reservada exclusivamente para los demonios más devotos y formidables.
A pesar de su sorpresa inicial ante la existencia de una montaña en medio del paisaje urbano, rápidamente estabilizó sus nervios y compostura. En este reino, cualquier cosa podía suceder.
Inhaló profundamente, intentando calmar su acelerado corazón. Sería una mentira afirmar que se sentía sin afectar después de empujar su velocidad al límite. Su corazón parecía estar a punto de saltar de su pecho. Si su fuerza no hubiera alcanzado el nivel de Atravesando Desastre, nunca habría sido capaz de alcanzar tal velocidad.