Deja que el mundo arda

—¡Todos, retrocedan! —gritaron las cinco brujas elementales al ver el cuerpo resplandeciente de Elliana, elevándose en el cielo.

Miraron la escena frente a ellos con total horror.

Elliana cerró los ojos mientras los poderes a su alrededor comenzaban a girar como un remolino convocado por ella misma.

No se parecía a nada que nadie hubiera visto antes.

Era el poder de un verdadero invocador, un verdadero absorbente de poder. Todo a su alrededor comenzó a desdibujarse.

La única imagen que se repetía en su cabeza era el cuerpo muerto de su esposo. La forma en que su cuerpo estaba empapado en su propia sangre. Todo era como una pesadilla enfermiza para ella.

Elliana abrió los ojos, su visión borrosa, la voz de su esposo ahogando todos los ruidos a su alrededor.