perdonado

—¿Feliz ahora?

Deborah soltó un profundo suspiro, mirando a Hera desde el borde de la cama. Hera alzó el pequeño espejo de mano para verse, sonriendo satisfecha por los colores en su rostro. Cuando Hera apartó la vista del espejo, la comisura de sus labios se estiró de oreja a oreja.

—Gracias, Deb —expresó Hera, echando un vistazo en el espejo—. Ahora me siento más segura para cenar con mi esposo.

—No tienes que hacer nada para impresionarlo, Hera —exclamó Deborah, mordiéndose la lengua discretamente.

Hera sonrió radiante al tomar eso como un cumplido. Fijó su atención en el espejo de mano, admirando su hermoso rostro.

—Sé que Frank me ama desde el fondo de su corazón. Él no me cuidaría durante tantos años y no esperaría por mí a pesar de que hay una gran posibilidad de que no despierte —dijo, sin darse cuenta de la respuesta inmediata de la cabeza de Deborah.