Mientras tanto...
Leo gruñó mientras abría débilmente los ojos. Parpadeó una y otra vez hasta que el techo se volvió más claro. Su frente se arrugó al instante al ver el techo desconocido y el interior de la habitación en la que estaba.
—¿Dónde... estoy? —susurró con voz ronca, con una mueca por la sequedad de su garganta. Justo entonces, un recuerdo invadió repentinamente su mente, recordando aquel momento en que Cielo lo dejó en la sala.
Cuando Cielo se fue, Leo pensaba en llamar a su gerente para decirle que aceptaría visitas. Después de todo, no veía a sus amigos y colegas que vinieron a verlo porque no estaba preparado. Pero cuando escuchó que Cielo quería verlo, aceptó en un latido. Habla sobre los sentimientos persistentes.