Ivy soltó un grito penetrante mientras una ráfaga de disparos asaltaba su parabrisas. Las fracturas se extendieron por el cristal en forma de telaraña, intentando cegarla, pero instintivamente había cerrado los ojos antes de que comenzara el ataque. Mientras tanto, Dane, con sus instintos entrando en acción, se lanzó hacia el volante.
—¡Tch! —chasqueó la lengua, girando la cabeza hacia la ventana en el asiento del conductor—. ¡Señorita Wei!
—¡Ahh! —Ivy seguía gritando, ahogando los gritos y llamadas de Dane.
Dane apretó los dientes, girando el volante hacia la izquierda hasta que el cuerpo de Ivy se apoyaba contra la puerta. Sus pupilas estaban dilatadas, viendo cómo la motocicleta en el carril izquierdo desaceleraba para evitar chocar contra ellos.
—¡Señorita Wei! —gritó una vez más, maniobrando el vehículo en una posición tan incómoda—. ¡Ivy Wei!