En el mismo momento en que metieron a Leo en el helicóptero, un hombre le rasgó los pantalones para atender su herida. Mientras tanto, Primo se quedó afuera observando cómo se desarrollaba todo.
—¡Nos vamos! —gritó Lobo para transmitir su mensaje bajo el ruido fuerte del helicóptero—. ¡Tu refuerzo llegará en cualquier momento!
Primo clavó sus ojos en el hombre mayor, que gritaba justo en su cara. —¿Te preocupa algo de mí? —jadeó, casi conmovido por los comentarios de Lobo.
La cara de Lobo se contrajo mientras miraba al hombre con consternación. —¡Eres el líder de esta misión! ¡No te atrevas a morir hasta que ella esté a salvo! —gruñó, dando a Leo y al otro hombre una señal con la cabeza.
Leo se desmayó, pero el hombre cuidó la herida en su pierna. Así, Lobo giró la cabeza hacia el piloto.
—¡Saquémoslo de aquí! —Lobo se levantó de su posición agachada mientras el hombre que estaba con ellos arrastraba a Leo a un lugar seguro.