Perra suertuda

A diferencia de Tigre, cuyas frases siempre llevaban una palabra malsonante adicional, Ivy no era de las que maldicen. Ni siquiera consigo misma lo haría. No era que lo considerara falto de clase, simplemente no encontraba satisfacción en insultar a la gente. Si acaso, era una pérdida de aliento.

Pero ahora, en su mente, no hacía más que maldecir.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Ivy entró en pánico, acelerando el paso mientras corría por el camino. —¿Cómo diablos voy a escapar de eso?

—¡Jajaja! ¡Ivy Wei! —Katherine se reía como una maniaca viendo cómo Ivy corría más rápido para salvar su vida. —¡Mejor ríndete ya!

Ivy apretaba los dientes, oyendo cómo la moto se acercaba cada vez más. Cuando miró hacia atrás, vio a Katherine saltar del césped verde al camino.